Las ventas de lotería sobreviven a la caída del consumo

Mateo Balín

SOCIEDAD

08 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

A pesar de las dificultades para llegar a fin de mes, siempre quedará un euro para la primitiva. Esto es lo que piensan los jugadores de lotería, que siguen siendo fieles a las apuestas más populares. Hasta agosto, los juegos gestionados por el Estado -lotería nacional, primitiva, euromillones, quiniela y apuestas hípicas- capearon el temporal con un incremento de las ventas del 2,8%, una cifra que supone un gasto medio por habitante de unos 93 euros, dos más que hace un año.

El montante entra dentro de las previsiones de Loterías y Apuestas del Estado (LAE), por lo que no supone un crecimiento elocuente, en contra del «manido tópico» de que en situaciones económicas desfavorables aumentan las ventas. «Estoy convencido de que no es así. Se trata de juegos populares, con un coste mínimo para los bolsillos y que no sufren los recortes del consumo familiar», justifica Juan Antonio Gallardo, director de coordinación del organismo público.

Los euromillones encabezaron el crecimiento en los ochos primeros meses con un 14% más, motivado, sobre todo, por unos botes más jugosos que los del resto de las apuestas. El juego continental es, además, el que ha tirado del gasto medio por habitante: un euro más en el último año, al pasar de 9,3 a 10,8 euros. Le siguen la quiniela (6,6% de subida hasta mayo) y las apuestas hípicas (7,6% hasta julio), dos de los juegos que generan menos beneficios a las arcas públicas.

Más magra ha sido la evolución de la lotería nacional y del conjunto de la primitiva (bonoloto y el gordo de la primitiva), con incrementos del 1,5% y del 0,75%, respectivamente. Estas dos apuestas representan, eso sí, en torno al 80% de los beneficios por ventas de Loterías y Apuestas del Estado, con una inversión media por persona de más de 42 euros la primera y 32 euros la segunda.

Los optimistas apuestan más

Un libro sobre la sociología de la lotería escrito por el profesor universitario Roberto Garvía analiza la relación directa entre el juego y las motivaciones del jugador y concluye que, al contrario de lo que se piensa, las personas optimistas son las más predispuestas a apostar. Los que tienen una percepción más gris sobre su futuro son mucho más reservados.

El estudio incluye una encuesta que refleja cómo los empleados fijos tienen más propensión al juego que aquellos que consideran que podrían perder su empleo.