A olvidarse de todo y a ser todo lo uno mismo que se pueda, bebiendo, comiendo, charlando, bailando y riéndose de casi todo. ¿Dormir? También, pero menos. A eso se va a Naseiro, a una Romaxe do Bo Xantar que ayer alcanzó su ecuador con otro abarrote. Más de 20.000 personas calcula la organización que pasaron ayer por esa monumental romería campestre.
Más de uno se sorprende al saber que en Naseiro se venera a la Virxe dos Remedios. Su pequeña capilla, al lado del campo de la fiesta, es testigo mudo del gran desmelene con el que Viveiro despide el verano. Remedios, al menos para el cuerpo, son los que hacen falta después de al menos cinco días de fiesta ininterrumpida en el gran poblado que temporalmente ocupa las orillas del río Landro. Allí se monta una feria con barracas y puestos donde puede comprarse casi de todo.
¡Cuánto partido puede sacársele a una caseta! Las hay para todos los gustos y bolsillos. Desde las vips (estructura metálica, equipamiento y servicios similares a los de una casa de campo) hasta las más modestas (hechas con madera, rodeadas de plásticos negros, una distribución menos ortodoxa y con bajo y, en casos, planta alta). A esos cientos de habitáculos se trasladan del viernes a la madrugada del miércoles miles de personas, repartidas en familias, grupos o pandillas. De todas las edades y de dispares procedencias, conviven en armonía en una romería de interés turístico nacional donde las horas del reloj no marcan el ritmo vital. A las tres y media de la tarde de ayer, casi nadie había comido aún, llenaban el campo de la fiesta en una sesión vermú amenizada por Océano. Y es que en Naseiro la noche de juerga acaba al alba, se desayuna a la hora del aperitivo y se cena cuando cuadra, durmiendo a ratos, en la caseta (con sofá, colchón o litera) o en la tienda de campaña.