Adolfo Domínguez da lustre a Cibeles con la elegancia y originalidad de sus formas

Alejandro Posilio MADRID/LA VOZ.

SOCIEDAD

Explora la sensualidad femenina de forma sutil, con la clase propia de la marca y siluetas de los años setenta

20 sep 2010 . Actualizado a las 22:58 h.

La reinvención de los años setenta a través de la deconstrucción de los patrones, con líneas inspiradas en la arquitectura de Gaudí. En estos ejes está inspirada la colección primavera-verano 2011 que el gallego Adolfo Domínguez lució ayer en Madrid Fashion Week, ante un público entregado a la elegancia y originalidad de sus diseños.

Las estrellas del desfile son los cortes anatómicos, los hombros al aire, las asimetrías, las curvas. Es una exploración de la sensualidad femenina de manera sutil, con clase, propio de la marca. Bajo la lupa de unos patrones muy tratados, el creador ourensano ha escogido en esta ocasión siluetas de los años setenta, con pantalones acampanados, de talle alto y cinturas muy marcadas. Al igual que las faldas, ceñidas a las caderas y con largo midi (bajo las rodillas). La sastrería vuelve a ser una de las claves femeninas de la firma, con cortes diagonales, espaldas desnudas y huecos trabajados.

La joven violinista italiana Anna Tiffu anunció con una melodía rompedora un desfile lleno de clase y sencillez, en el que combinó perfectamente la sofisticación de la línea femenina con el estilo más sport de las propuestas masculinas, en los que se pudo comprobar ese famoso dicho de que la arruga es bella, lograda con cierta facilidad en el lino lavado y desgastado, con amplios volúmenes, pinzas. Todo culminado con exquisitas zapatillas de esparto de colores suaves.

A nivel de tejidos, predominan el creps doble en distintos pesos, las sedas shantung, lavadas, granitos en algodón liso y estampado, así como el voile de seda acabado pergamino, el giro inglese, tricot y paillettes. Los colores son de inspiración Gaudí, oro viejo, tofi y, especialmente, el verde jade o menta y el azul lavanda y tonos cuerda. También hay espacios para los clásicos, como negro, blanco y gris titanio.

Para el cóctel, Domínguez apuesta por los vestidos túnicas y conjuntos de dos piezas de top y pantalón. La prestancia de la seda caída, los tejidos brillantes, incluso con alguna lentejuela, y las espaldas en V revelan una imagen sensual y moderna. Pero lo que más llamó la atención fueron los vestidos largos, que provocaron los aplausos por su elegancia y feminidad.

En cuanto a los complementos, novedosos y enormes bolsos de piel marrón, acharolados, con tratamiento de aerógrafos y volúmenes redondos para acompañar la ropa. Todo a juego con unas sandalias muy altas, de tacones anchos y arquitectónicas, de materiales como corcho, madera natural y piel. La joyería resaltó por los diseños de animales de extinción. Todo gusto y laboriosidad.