Una de las prioridades, según Santamarina, es informar a los propietarios o personas que utilizan espacios sensibles y evitar conflictos por esas pequeñas zonas de hábitats específicos. En este 2011, según la Organización de Naciones Unidas Año Internacional de los Bosques, para Galicia toca preservar los más antiguos, los que han superado todos los avatares climáticos desde que el monte era aquí subtropical. Es decir, de antes de las glaciaciones y que hoy son vaguadas, zonas riparias como las Fragas do Eume y otros bosques caducifolios también apartados y muy húmedos, donde crecen varios tipos de helechos.
El profesor de la Universidade de Santiago Javier Amigo ha participado en el estudio y viabilidad de conservación de algunos de los que están amenazados. «Es un buen propósito conservar helechos como Culcita macrocarpa o Dryopteris aemula, que en esta parte de Europa han quedado apenas en un par de sitios», señala.
Las amenazas para este tipo de sotobosque son las habituales: incendios y el avance de pinares y eucaliptos.
La joya del Miño y del Xallas
Otra planta vascular que estudió con colegas como Inmaculada Romero Buján y Pablo Ramil es el helecho Isoetes fluitans. Al contrario de los anteriores, vive sumergido y prefiere lechos arenosos, con aguas rápidas y limpias. Al principio se creía que solo había sobrevivido en los ríos chairegos del LIC Ladra-Parga-Támoga y en una laguna africana, cercana a Argel, pero el equipo de Romero demostró que la especie galaica es única en el mundo. «La fragilidad de su medio ecológico demuestra que Galicia aún conserva espacios de gran valor biológico. También está en el Anllóns, Xallas, Grande y Castro. A veces, por desconocimiento, se metió la pala sobre el Isoetes para hacer puentes o rozar hierbajos que estorbaban a piragüistas», dice Amigo.