La actriz y presentadora celebró el segundo aniversario de un club
13 ago 2011 . Actualizado a las 12:42 h.El Backstage, un club situado en la Marina coruñesa, cumplía dos años y había que celebrarlo. Los propietarios del local, Belén Calvete y su hijo, Roi Porto, buscaron la mejor manera de agasajar a la clientela y la encontraron: barra libre de Sabater. La actriz, no el filósofo. El filósofo se escribe con V. En la puerta, el reclamo es un cartel de Leti chupando, todo embadurnado, un cuchillo de rebanar pan. Sobrecoge imaginarse al filósofo haciendo lo mismo.
Antes de que la rubia se entregue a la noche, en el Backstage proyectan vídeos de la autora de citas como «A mediodía, alegría». Madonna canta esa patraña titulada Like a virgin. En la puerta está Víctor, Vicky, fiel seguidor, que se trae un elepé del 92 para ver si se lo rubrica. El disco, titulado Nosotros somos el mundo, un día valdrá dinero. Por raro y por friki.
La fauna es variada en el local, en edades y en tendencias. Mientras Leticia se adoba en purpurina entre bambalinas, siguen pasando imágenes suyas de antes de que Europa estuviera unida. Le ha cambiado la textura de la piel, pero no esa mirada inquietante en la que se adivinan, confundidos, los rasgos de Michael Jackson, Bruce Lee y Fernando Trueba.
Cuando la platea ya está caliente, y pasa de la una, es el momento de soltar a la fiera. Y, ante el júbilo de la sala aparece, debajo de una sábana, la auténtica Leticia Sabater, la Dorothy de El mago de Oz, con más carne a la vista que ropa: chaleco, sujetador de bisutería, shorts, gorra de policía y, al cinto, una inquietante pistola de cristales de Swarovski. Y ataca la primera: su revisión del Se fue de Laura Pausini. Ovación cerrada. Revientan las cámaras de los móviles, que la retratan en ángulos imposibles para colgarla, en tiempo real, en el Facebook. Leticia empieza las frases y el público las acaba de la siguiente manera: «¡Con mucha...!» (dice ella) «¡Marcha!», termina el público. «¡A mediodía...!» «¡Alegría!». «Y a media noche...» Nadie responde. El público es incapaz de rimar noche con algo que no sea coche. Si acaso, derroche, pero no, no funciona. Enseguida resuelve la artista dorada por el sol, como la espiga de la canción: «¡Y a medianoche, mejor todavía!» (que venía a rimar con alegría); todo métrica. Apoteosis Sabater.
nacho mirás