Culpa a Zapatero de haber permitido un plan sin evaluar el riego sísmico
04 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.«Claro que es evidente que la inyección de gas es la causa de los seísmos». Diego Ansón López, geólogo e investigador en el área de Geodinámica de la Universidad de Zaragoza, apenas tiene dudas de que el denominado proyecto Castor, que prevé el almacenamiento de 1.300 millones de metros cúbicos de gas en una antigua bolsa de petróleo situada a 1.750 metros de profundidad bajo el suelo marino, frente a la costa de Vinaroz (Castellón), en el delta del Ebro, es el responsable de los más de 300 temblores de tierra que se han producido en las últimas tres semanas entre Castellón y Tarragona.
La evidencia es tal que la relación causa-efecto hasta la acabó reconociendo ayer el ministro de Industria, José Manuel Soria, quien explicó que «existen indicios racionales para pensar que los terremotos están relacionados con la inyección de gas», aunque para asegurarse se ha encargado un estudio detallado al Instituto Geológico Minero y al Instituto Geográfico Nacional. El trasvase de gas al subsuelo marino, del que ya se han inyectado 100 millones de metros cúbicos de los 1.600 previstos, fue paralizado el pasado 26 de septiembre y la actividad no se reanudará «hasta que se ofrezcan todas las garantías», lo que confirmó tanto el propio Soria como el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete. Mientras tanto, una actuación millonaria de 1.200 millones de euros quedará en dique seco. La declaración de impacto ambiental del proyecto fue aprobada por el gobierno de Zapatero en el 2009, documento que, según denunció ayer el secretario de Estado de Medio Ambiente, Federico Ramos, «no valoró el riesgo sísmico». La Generalitat de Cataluña tampoco descarta emprender acciones legales.
El aprovechamiento de antiguos depósitos de petróleo para almacenar gas no es algo nuevo. En el mundo existen más de 600 instalaciones de este tipo y en España hay cuatro en funcionamiento y otras dos en proyecto, solo que hasta ahora no había ocurrido lo que está pasando en el delta del Ebro. En este tipo de operaciones lo normal es que se produzcan pequeños temblores, lo que se conoce como sismicidad inducida, de una magnitud de 1 a 2 en la escala Richter, con lo que son imperceptibles para la población. Sin embargo, se han registrado terremotos de 3,8 y hasta de 4,2 grados, algo excepcional. De los 23 que se contabilizaron en la noche del miércoles, uno fue de 4,1, y en la del martes se describió otro de 4,1, movimientos que sí son sentidos por la población. «Yo he notado cinco terremotos. No sabemos qué pasa. Cuando notas un temblor y tienes a tus hijos durmiendo sientes miedo», relató Isabel, vecina de la localidad catalana de Alcanar, a la agencia Dpa.
«No es asumible que se produzcan terremotos de alta magnitud por inyecciones de gas en almacenamientos», explica Luis Suárez, presidente del Colegio Oficial de Geólogos de España.