La detención del delantero del Celta por circular ebrio por las calles de Vigo es el penúltimo ejemplo de jugadores que se pierden por las juergas
18 may 2014 . Actualizado a las 12:09 h.Hay jugadores que se la juegan. Demasiado. Hay futbolistas que se creen Fernando Alonso. O John Travolta en Fiebre del sábado noche. O ambos a la vez. Por eso algunos no dudan en poner en riesgo sus vidas y las de los demás haciendo locuras al volante, a veces pasados de alcohol. Y cuando topan con un agente del orden, tampoco dudan en huir corriendo abandonando su vehículo, o amenazar al policía como harían con un delantero rival en el área chica.
El capítulo de juergas y fútbol es tan extenso que llenaría varios libros. Su último apéndice lo acaban de escribir Matías Mavino y Ramón Arias, del Defensor Sporting uruguayo, que tras un partido de la Copa Libertadores, en Medellín, se hicieron fotografías en el hotel durante una juerga de escándalo. Ahora esperan la sanción correspondientes de la directiva. De este modo, Welliton deja paso a otros cracs que triunfan lejos del césped. Y eso que solo han pasado dos semanas desde que el delantero del Celta fue condenado a 9.000 euros de multa y un año de retirada de carné de conducir, tras saltarse varios semáforos por las calles de Vigo y quintuplicar la tasa permitida de alcohol al volante, aparte de intentar intimidar a los policías que lo denunciaron. Lamentablemente para el deporte, el suyo es solo el último de muchos y muy malos ejemplos para la sociedad. Galicia los ha sufrido en carne propia, pero el fenómeno trasciende a la Liga española. E incluso más allá.. Welliton iba a toda velocidad por las calles de Vigo sin importarle el color de los semáforos. Llevaba una persona más de las permitidas en su vehículo y cinco veces más alcohol del legal en sangre a la hora de conducir. A los aficionados del Celta les recuerda esta historia a las protagonizadas por Joan Tomás en el 2011, ebrio y en dirección prohibida por el casco histórico de la ciudad olívica. Solo unas escaleras, y la policía, le detuvieron. En el 2001 Vagner no iba borracho, pero conducía mientras sostenía su teléfono móvil. Su enfrentamiento con la policía le costó una condena de siete meses de cárcel y una multa de 3.470 euros. Ya en 1999, a Claude Makelele le duró apenas diez días su Ferrari F-40 Módena, que estrelló en la autopista a la altura de Teis. Fernando Cáceres, entre otros, tampoco se libró de un susto. Sin el coche, también hubo episodios escabrosos. Como los protagonizados por los chilenos Contreras y Pinilla en el año 2004 (en el que el Celta descendió) en sendas concentraciones en Sevilla y Vigo, con tres semanas de diferencia. Fueron acusados de solicitar prostitutas y de vandalismo al orinar de madrugada en el vestíbulo de un hotel sevillano.
Casablanca durmió en calabozo
El defensa del Pontevedra, David Casablanca durmió en el calabozo a mediados de noviembre del 2004 tras negarse a someterse a una prueba de alcoholemia después de un accidente de tráfico. El atestado recogió que mostraba síntomas de haber bebido bastante. Fue condenado a seis meses de cárcel.
Suscher y Scaloni, a tiros
Celebraban una victoria del Deportivo con su coche mal aparcado. Cuando llegó la grúa, tuvieron un enfrentamiento con los policías. Llegó a juicio, porque el atestado recogió que Duscher amenazó a los agentes: «Si estuviésemos en Argentina, te pegaría dos tiros».
Diego Tristán, el referente
El delantero de La Algaba llegó a marcar el ritmo de la noche coruñesa. Habitual en locales de ocio y hostelería de todo calado, Diego Tristán dejó que su luz se apagase poco a poco por la disminución progresiva de cuidado de su propio físico. Él es una de las claves del informe Pirri en el cásting de Florentino Pérez para su Real Madrid galáctico. «¿Es cierto que sale mucho por la noche?», se le preguntó desde la directiva blanca. «Como todos, ¿usted, qué quiere, un futbolista, o una monja?», fue la respuesta. Obviamente, no gustó demasiado en la casa blanca. El andaluz acabó en el Deportivo.
Juande, Lopera y Benjamín
Sonadas fueron las fiestas de cumpleaños de Ronaldo y Bekcham en su estadía en Madrid. Pero también la que montó en el año 2000 para Halloween el entonces jugador bético Benjamín Zarandona en su casa. Con él, Denilson, Ito, Capi, Filipescu, Prats, Varela, Casas y Joaquín. La irrupción estelar del presidente (Manuel Ruiz de Lopera) y el entrenador (Juande Ramos) cámara de vídeo en mano quedará para la historia.
Cassano, mujeres y cruasanes
Talentino pasa por ser uno de los futbolistas de mayor calidad de la historia de Italia. Solo comparable a su gusto por la fiesta y la indisciplina. En su biografía cuenta que su casa era sede oficial de las fiestas del mundo de la farándula. En Madrid, dice, «vivía demasiado la noche. Allí apenas dormía, había tantas tías buenas...». Asegura haberse acostado con unas setecientas. También relata otra de sus obsesiones: «Me llevaba tres o cuatro cruasanes para comer después del sexo».
Adriano, la dolce vita
El brasileño llegó a abandonar el fútbol cuando militaba en el Inter de Milán incapaz de controlar su querencia por la vida nocturna. Intentó recuperarse en su país regresando a su favela, pero no tuvo mucho éxito.
La pasión turca de Guti y Güiza
Si Drenthe llegó a estampar su coche contra una patrulla de policía en Madrid, el exmadridista Guti se estrelló contra un autobús cuando jugaba en el Besiktas. Ambos dieron positivo por alcoholemia. A Turquía también llevó Güiza su pasión por la fiesta.
Romario y Ronaldinho
El rendimiento del delantero brasileño Romario da Souza era su mejor atenuante a las constantes noches de fiesta. «Cuando estuve en el Barça contrataron un detective para vigilarme y acabé pagándole las copas», recordó con el paso de los años. Ronaldinho lo intentó más tarde, sus fiestas de varios días eran memorables (lo siguen siendo) pero su fútbol se vio afectado. Con todo, no le importó compartir escenario con bandas de música mientras estaba lesionado. Deco era su socio. Fue cazado en algún control de alcoholemia. El holandés Kluivert, mientras militó en las filas del club catalán, también se exhibió como otro juerguista empedernido.
Garrincha, Best y Gascoigne
Las nuevas generaciones parecen meros aprendices al lado de los mitos de la noche futbolística. Best dio en el clavo cuando habló de Gascoigne: «No me llega ni a los cordones de la botella». Y era el brasileño Garrincha el que dijo «Yo vivo la vida; la vida no me vive a mí» y acabó muriendo de su propia muerte, como relató Galeano: pobre, borracho y solo. El alcohol también mató al norirlandés George Best, que hizo grande al fútbol, a pesar de que dudaba entre marcar un golazo al Liverpool o acostarse con Miss Mundo. El declive del inglés Paul Gascoigne está plagado de excesos entre los que se encuentra incluso su propia desaparición en un viaje a Centroeuropa.
...Y Mágico gonzález
Todo este relato de fútbol y desenfreno se concluye en un solo cuerpo: el del salvadoreño Jorge Alberto González Barillas. El Mágico. Cádiz lo disfrutó y lo sufrió a partes iguales. Porque con el balón (o incluso una mandarina) en los pies, firmaba cosas que otros no podían ni soñar. Pero también era el mismo que se quedaba dormido en la camilla de masaje en los descansos, o al que tenía que ir a buscar el entrenador gallego David Vidal a la discoteca para que llegase a tiempo a los entrenamientos. Solo muy al final, Mágico González reconoció: «No soy un santo, me gusta la noche y las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Sé que soy un irresponsable y un mal profesional».