Se confiesa un tímido locuaz, así que la conversación se extiende y se extiende con el calor que le pone Curro Sánchez Varela para hablar de su padre, Paco de Lucía. Una relación que pasó por los altibajos de una separación matrimonial cuando él tenía solo 13 años y por el desconcierto de dos caracteres extremadamente retraídos que, por fortuna, se descubrieron a tiempo. Esta es la historia de una búsqueda.
-¿Por qué decidiste rodar La búsqueda?
-Hubo un impulso muy fuerte cuando terminé un pequeño proyecto que me encargaron para el penúltimo disco de Paco y cuando terminé tenía un material excedente, que no utilicé y se quedó en un disco duro. Eran totales de Paco en el que hablaba de cosas preciosas, o ensayando en el hotel... Tenían mucha fuerza, esos retacitos fueron el pistoletazo para que me obcecase con hacer un documental.
-Me llama la atención que le llames Paco. ¿Te dirigías así a él?
-No, no. Me dirijo así cuando hablo del personaje, con el rigor de quien lo ha tratado y ha estudiado, no me gusta referirme a él como papá como documentalista. En todo punto quise tener ese rigor porque si no podía caer en la autocomplacencia.
-¿Querías que vieran a tu padre con otros ojos?
-Sí, sí. Yo creo que lo que más alaba la gente del documental es la cercanía de Paco y lo entrañable que es. Yo creo que si no hubiésemos sido sus hijos los que lo hubiéramos entrevistado hubiese sido imposible. Siempre nos va a quedar ese enfoque familiar, pero a pesar de todo ello, yo sigo hablando de él como Paco de Lucía. Si de repente desconectamos, entonces sí, es papá.
-¿Pero él fue reacio?
-A mi padre le dio mucha angustia que su hijo apostase por algo así recién salido de una escuela de cine y con poca andadura, a mí aún me dio más vértigo. Pero es normal. Por otro lado habrá pensado [lo imita]: «Si ya se ha contao todo, a qué viene el niño este de la escuela de cine de Nueva York» [risas]. Y eso al principio lo desconcertó, pero cuando yo le supe transmitir, porque al principio yo estaba muy cortado, había mucha timidez por parte de los dos, realmente lo que yo tenía en la cabeza, pues se implicó y se emocionó.
-Hablas de la timidez. ¿En qué te pareces a él?
-Pues mira, cada hijo hemos sacado algo definitorio de mis padres. Casilda, es el ímpetu y la fuerza; Lucía es más analítica, más observadora, como él, y yo, creo que me parezco en la curiosidad y en la timidez. Aunque ahora esté hablando por los codos, soy muy retraído.
-Él era «muy pa'dentro», pero al tiempo sociable, empático...
-Es que se puede ser muy carismático y tímido al mismo tiempo. Es lo que le pasaba a él, tenía esa aura, ese poder que tienen ciertas personas que atraen, que quieres estar a su lado. Pero al mismo tiempo, parco en palabras, si no tenía confianza. Una vez que cogía confianza era muy locuaz. Pero le costaba abrirse a la gente.
-Tu relación con él fue avanzando, incluso a medida que fuiste adentrándote en el documental. Una especie de mar que os fue llevando.
-Así es. Yo como mis padres se divorcian cuando tengo 13 años y mi padre se va de casa y al poco tiempo formaliza su relación con otra mujer y tiene su familia, pues pasé una adolescencia y posadolescencia hostil por mi parte y mi padre no sabía comunicarse conmigo. La película nos ha unido, ya no solo como padre e hijo, sino como adultos, como amigos. Y es el gran regalo que me llevo yo. Haber retomado esa relación con mi padre.
-Faltaba encajar esa pieza.
-Sí, porque estúpidamente cuando eres adolescente no quieres saber de tu padre. Y como artista, y precisamente este documental me ha permitido descubrir también quién era Paco de Lucía y por supuesto Francisco Sánchez. Y que mi padre me haya conocido a mí también más a fondo.
-¿Qué nos va a sorprender de él?
-El sentido del humor, a Paco siempre se le ha tomado por un hombre muy serio y nadie es consciente de la gracia andaluza que tenía. En este documental creo que él mismo hace reivindicación del sentido del humor del pueblo gaditano, y lo importante que es para él reírse.
-Sí, porque se ha puesto el énfasis en la parte más atormentada de Paco de Lucía. La insatisfacción. ¿En qué momento sentiste que era un genio?
-Pues tarde, porque cuando lo anómalo es rutinario en tu vida al final es algo normal. Que mi padre se fuera a un estudio a grabar discos en vez de ir a una oficina no era raro o que mi padre desapareciera 9 meses para irse de gira, te acostumbras. Pero cuando yo tomé conciencia fue en la adolescencia. Cuando tus colegas te empiezan a decir que tu padre es el dios de la guitarra, que ha tocado con Carlos Santana, que es mejor que Keith Richards...
-¿Hay algún consejo que te haya dado que, ahora, una vez que él fallece te repitas constantemente?
-Como lección vital, la que me dio cuando le enseñé la primera hora del documental en Mallorca. Sobre todo viniendo de una persona muy insegura y muy neurótica como él. Porque hay que tenerlos muy cuadrados para pensar así cuando eres tan inseguro. Yo le dije: ?Papá, no sé, a lo mejor el documental es muy lento y el público se puede aburrir?. Y él me contestó: ?Como pienses en el público, jamás vas a tener éxito como profesional, porque te tiene que gustar a ti, a ti como público, si no estás perdido?. Es un poco el mantra que he seguido.
-¿Él tocaba para sí mismo?
-Sí, él lo dice en el documental, yo cuando salgo a tocar toco para mí. Me da igual lo que diga el público, que se deshagan en aplausos, que si a mí no me ha gustado como he tocado me voy amargado. Y si me ha gustado como he tocado, me da igual lo que piense el público, yo me voy satisfecho.
-¿Qué te ha quedado por decirle?
-Mi padre al ser un tío tan especial. El día de la despedida en Mallorca, y esto no me había pasado en la vida. (Es cuando pienso en que hay personas que tienen una intuición que va más allá. Incluso para predecir los sucesos. Suena místico, pero ahora lo pongo en contexto). Ese día, comimos con su mujer y mis hermanos pequeños, y cuando acabamos -él y yo normalmente si no estamos trabajando cada uno se va para su espacio, porque como somos tímidos, no estábamos nunca solos, porque se generaba esa timidez. Pero ese día estuvimos muy relajados, él estaba a gusto con su disco, por primera vez en su vida decía que le gustaba lo que había hecho. Y lo que empezó como una charla acabó en ocho horas de conversación en la que repasamos toda su vida y mi vida. Nada forzado. Nos contamos cosas que jamás nos habíamos contado y la recuerdo como la tarde de la despedida, y eso me ha dado paz. No dejé nada pendiente.
-¿Notaste su apoyo? ¿Estaba orgulloso de tu trabajo?
-Sí, sí. Me dijo que había captado bien sus vivencias, porque él solo pudo ver media hora.
-¿El hecho de que falleciese en México también te parece significativo?
-Más que en México, que falleciese jugando al fútbol y frente al mar. En verdad fallece en un hospital de Cancún, pero donde sobrevino todo frente al mar del Caribe, donde él había pasado los últimos 30 años siendo libre y feliz, perdiéndose y olvidándose de sus tormentos. Y jugando al fútbol también. Eran sus dos grandes pasiones, fuera de la guitarra.
-¿Tú crees que fue un hombre feliz?
-Pues a ratos, a ráfagas. Como un drogadicto que busca su dosis él buscaba su felicidad porque vivía angustiado y atormentado, pero sabía que existían esos momentos de felicidad que le sobrevenían con la creación, básicamente. Y luego otros momentos de paz, con sus amigos, con su mujer, con sus hijos, viendo el fútbol...
-¿De qué equipo era?
-Del Real Madrid. Y yo también. Pero el sentimiento exultante de la felicidad lo obtenía solo a través de la creación, cuando daba con momentos musicales que le sorprendían. También encontraba mucha paz en la lectura. Leía mucho, consumía dos o tres libros por semana, él jamás lo contaba, porque le parecía pedante. Y yo lo quiero reivindicar porque estaba ahí, formaba parte de su identidad. Un hombre que se ha tenido que hacer a sí mismo, que viene de un origen humilde, que lo único que aprendió en la escuela fue leer y sumar...
-¿Qué era la guitarra para él? ¿Era tormento? ¿Era alegría?
-Las dos cosas, él a veces decía [lo imita con acento andaluz]: ?La guitarra es una hija de puta?. Y luego explicaba, por el contrario, que lo había salvado de su timidez y de su introspección porque podía comunicar cosas que verbalmente no podía.
-¿Con tu madre mantuvo siempre una relación cordial?
-Después de la separación tuvieron una relación muy buena, porque a ellos los unía el sentido del humor. Cuando hay buen humor, si hay complicidad a la hora de reírse, eso es inquebrantable. Uno le soltaba una guasa al otro y ya se relajaba la tensión.
-¿Has visto llorar a tu padre alguna vez?
-Le he grabado emocionado escuchando copla antigua.
-¿Qué le gustaba?
-Marifé de Triana lo volvía loco. Y a él le daba vergüenza por ese absurdo de que ?el movimiento intelectual? lo denostaba, por ser desfasada, asociada al régimen franquista, de viejas glorias que van al programa de Parada... Y él pensaba que había mucha genialidad. Él lo reivindica como el himno sentimental de su infancia.
-Hubo muchos intelectuales también que la reivindicaron en su momento, como Vázquez Montalbán, porque la copla era el patio de vecinos y el recuerdo de una madre.
-Exacto. Y a él eso le emocionaba mucho. Y él como adulto cuando veía que le costaba mucho que algo le emocionase, se ponía el cante de un gitano que él escuchaba cuando era niño, Rafael el Tuerto, un gitano borrachín de Algeciras, que era muy amigo de su padre. Pero en el plano personal, si tenía que llorar lloraba él solo, porque en el fondo él venía de otros códigos, no se llora delante de los niños ni de las mujeres, para él era algo humillante. En eso era más tradicional.
-¿Y tú con qué te emocionas de él?
-Yo ya me he hecho superviviente en un sentido a eso, con todo el maremagno emocional que ha supuesto hacer un documental sobre mi padre que empieza con él y acaba sin él, eso te lleva a lugares tan oscuros que ya estoy preparado para verlo en cualquier situación. A veces se me escapa una lágrima, pero no me derrumbo.
-¿Ha tenido su verdadero homenaje? ¿Él sintió ese cariño?
-Yo creo que sí, alguna gente dice que si es un gran embajador de nuestra cultura por qué no se reivindica más su figura, pero yo creo que él voluntariamente quiso alejarse de eso. Él huyó de los medios. Pero la gente de a pie, con una cultura general normal, sabe quién es Paco de Lucía y lo que ha supuesto. Ahora nos falta redimensionar su figura porque no la hemos puesto en contexto histórico, pero será como un Falla, como un Granados o como un Beethoven, parece pedante, pero es objetivo. Yo no voy a hacer ninguna reivindicación.
-¿A quién admiraba?
-Musicalmente, sus dos grandes referentes en vida: Chick Corea, músico de jazz, y Camarón. Y en cada plano de su vida, gente con sentido del humor, sus amistades...; le gustaba Oscar Wilde, en cine Billy Wilder, y tenía muy buena amistad con Fernando Trueba. Él admiraba a muchas personas.
-¿Se tomaba a sí mismo con esa distancia guasona de Cádiz?
-Sí, se reía mucho de sí mismo, eso es importantísimo. Había humildad sobre todo él, supo preservar esa parte cuando era una celebridad.
-¿Con Camarón tuvo una relación de cercalejos?
-Los dos eran muy tímidos, y cuando la admiración es grande y mutua es difícil que la comunicación fluya. Los mejores amigos de mi padre eran gente muy comunicativa, porque así él no tenía que hacer el esfuerzo.
Y Camarón era todavía más parco en palabra y más retraído que mi padre.
Así se titula el documental de Curro Sánchez sobre su padre, que contiene imágenes inéditas.
Paco de Lucía y Casilda, los padres de Curro, se casaron en Ámsterdam por la oposición de la familia de ella: provenía de la alta burguesía vasca. Tuvieron tres hijos.