Las gallegas deben trabajar 71 días más al año para cobrar igual que un hombre

Marta Otero Torres
marta otero REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

El informe sobre pobreza laboral de Intermón Oxfam dice que el doble de mujeres tienen trabajos precarios

28 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Según los datos del último informe de Oxfam Intermón Voces contra la precariedad: mujeres y pobreza laboral en Europa, las españolas tienen que trabajar 52 días más al año para recibir el mismo salario que los hombres. Según los datos de la oenegé, tanto en Europa como en España una de cada cinco mujeres recibió una baja remuneración, en comparación con uno de cada diez hombres. Es decir, ellas tienen el doble de posibilidades que ellos de tener un trabajo con un salario bajo. Y desde el otro lado de la balanza, las mujeres representan solo el 20 % de la población trabajadora con mayores ingresos. De hecho, de los 609 consejeros delegados de las grandes empresas de toda Europa, solo 36 son mujeres.

En consecuencia, la pobreza laboral aumenta en toda Europa. En España, algunos de los sectores más precarios son la industria de la hostelería y restauración y el trabajo del hogar y cuidados. En ellos las mujeres constituyen casi el 56 % de los trabajadores del primero y casi el 88 % del segundo.

Pero en Galicia, la cosa todavía es peor. Según Raquel Seijas, miembro de la Ejecutiva de UGT en Galicia, la cifra de días que tendría que trabajar una gallega para equiparar su sueldo al de un hombre asciende a 71. En la comunidad, el salario de las mujeres es casi un 22 % inferior al de los hombres. En Galicia hay actualmente casi 50.000 mujeres menos que hombres incorporadas al mercado laboral y las que trabajan dejan de ganar, por la misma ocupación, una media de 5.000 euros anuales.

Mamen Sabio, secretaria de Muller e Igualdade de CC.OO. en Galicia, confirma que el último informe pone de manifiesto «que en Galicia el crecimiento económico del que tanto se habla no se manifiesta más que en el crecimiento de las desigualdades, y la de género aumenta. Por nuestra demografía y geografía, los cuidados y los roles clásicos seguimos desempeñándolos nosotras. El 70 % de estas tareas las hacemos las mujeres». Sabio recuerda que por ser mujeres partimos de una desventaja y discriminación directa. «Lo que no puede ser es que vayas a entrevistas con 17 años de experiencia y dos hijos, y el hombre te pregunte siempre si los niños son un problema». «Desmontar esa estructura de pensamiento -concluye- nos va a costar tiempo, pero hay que insistir. Y ya estamos viendo otra actitud en las mujeres, que empezamos a reflexionar sobre algo que era impuesto y no te lo planteabas».

Precisamente estos días, las trabajadoras de limpieza de la Xunta se han manifestado en contra de una discriminación que consideran injusta. «Somos unha maioría de mulleres -explica una de sus representantes- pero non temos nin o soldo que teñen os homes nin as súas especialidades. Eles teñen uns pluses que a nos non nos conceden, só aos homes. Por iso estamos loitando, para poder conseguir igualdade».

Las mujeres de este colectivo se quejan de que la desigualdad viene de lejos. «Nós non tivemos igualdade desde un principio -aseguran- no tema económico. Eles tamén teñen dúas categorías, cando realmente somos todos limpadores».

«A sensación que temos é que non nos fan moito caso xa polo feito de ser mulleres -concluye-. O que nos ofrecen non é negociable e sentimos que é algo moi inxusto. Ademais pode xerar malestar entre compañeiros. Sénteste moi mal cando sabes que o que traballa ao teu lado está cobrando máis. Vés traballar e pregúntaste, qué diferenza hai? Cando hai xente que leva moitísimos anos traballando. Parece mentira que nos tempos que corren aínda haxa que estar loitando por isto».

«Se creen que nosotras nacemos con el don de planchar y cuidar, pero no es cierto»

La responsable de Relaciones Institucionales de Oxfam Intermón, Lara Contreras, denunció ayer que detrás de la precariedad laboral que afecta a las mujeres está una sociedad «patriarcal» que las condena y entiende que estas tienen que dedicarse al trabajo doméstico y de cuidados.

Es además un trabajo que, en la mayor parte de los casos, no está remunerado. De hecho, el 13 % del PIB mundial responde a actividades de trabajo no remunerado realizadas por mujeres.

Carolina Elías, presidenta de Sedoac (Servicio Doméstico Activo) asegura que «nosotras lo vivimos día a día, porque este trabajo a nivel social sigue estando muy vinculado con la esclavitud y el servilismo. No se valora porque somos mujeres las que lo hacemos, pues se cree que a nosotras se nos hace fácil, nacemos con un don para planchar o cuidar, y no es cierto». Elías, que trabajó durante años en el servicio doméstico, explica que «al no producir un bien tangible, no se ve lo que realmente hacemos por la economía, pero en realidad toda la gente necesita cuidados, y si no fuera porque hay una mujer empleada de hogar planchándole las camisas al político, él no podría ir a trabajar».

Con todo esto, las empleadas del hogar consideran que no se les paga lo suficiente. «Ya no pedimos que se nos pague el doble, que sería lo justo, pero se ha establecido una ley para que se nos aplique el salario mínimo interprofesional y los empleadores no lo cumplen. Unos por descaro y aprovechamiento, otros porque como tienen pensiones muy bajas no logran cubrirlo. Para colmo -añade la presidenta-, la ley nos discrimina, porque no tenemos derecho a paro y a la hora de despedirnos nos quedamos sin ninguna protección. Hay muchas enfermedades que se producen por el trabajo repetitivo del hogar y no se reconocen como una enfermedad laboral. Además, el hecho de que seamos migrantes nos hace vivir situaciones de desprecio y aprovechamiento por parte del empleador». Una situación muy habitual es el negarse a regularizar los papeles de la trabajadora, o realizar chantaje para que las migrantes trabajen horas gratis y se paguen la seguridad social a cambio de hacérselos. «También -concluye Carolina Elías- estamos muy expuestas al acoso sexual, porque trabajamos en un lugar muy íntimo y las mujeres extranjeras no se animan a denunciar por miedo a la deportación».