
Un estudio recientemente publicado demuestra la efectividad de algunos sencillos sistemas de camuflaje que aparecen en las película
25 feb 2019 . Actualizado a las 10:55 h.Ahora que estamos en plena resaca de los Óscar e inmersos en el Carnaval, he de confesar que hasta hoy siempre me habían producido sonrojo ajeno esas escenas de películas en las que el (o la) protagonista, injustamente inculpado y perseguido con ahínco por las fuerzas del orden -además de «retratado» en todas las pantallas de televisión-, se calza una visera o se tiñe el pelo y con (solo) eso consigue pasar desapercibido a los ojos del mundo. En mi ignorancia, semejantes ardides me parecían un recurso guionístico de parvulario.
Y digo en mi ignorancia porque un estudio recientemente publicado ha venido a ponerme en mi sitio y a demostrar que la efectividad de estos sencillos sistemas de camuflaje están «basados en hechos reales». Así, los investigadores han demostrado de forma experimental la sorprendente efectividad de cambios tan básicos como esos, incluso cuando los observadores han sido advertidos que la persona a identificar puede haber modificado su aspecto.
Ahora bien, el estudio también lanza un par de avisos a navegantes y cineastas: el primero, que este recurso funciona sobre todo con «desconocidos». O dicho de otro modo, que si el observador está familiarizado con «el fugitivo» y con su cara, ya no resulta tan fácil engañarle. La explicación es que cuando uno conoce un rostro tiende a retener en su memoria detalles de la estructura facial como la forma de los ojos, la nariz o la boca, que resultan más difíciles de ocultar. Y el segundo, que asimismo es más efectivo tratar de pasar simplemente desapercibido, esto es, ocultar tu aspecto; que intentar hacerse pasar por otra persona. Por ejemplo, cuando el protagonista le roba el pasaporte a algún turista despistado con el que guarda un aire y tras un paso exprés por los aseos del aeropuerto se vale del mismo para escapar del país. Eso ya cuela menos.
Dicho lo cual, invito al lector a aprovechar estas fechas tan dadas a disfrazarse para convertirse en voluntario de un experimento científico y comprobar en primera persona la validez de las conclusiones alcanzadas por el estudio.