La especie viajera

Marcos Pérez Maldonado DIRECTOR DE LOS MUSEOS CIENTÍFICOS CORUÑESES

SOCIEDAD

NASA

«Desde las estériles planicies de la Luna volvimos la vista para reencontramos con nuestro pequeño planeta azul pálido y reconocimos en la Tierra el único hogar para la humanidad»

20 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La nuestra es una especie que viaja. Caminando nos esparcimos por Africa, cruzamos a Europa y acabamos ocupando Asia entera. Desde Siberia pasamos a América y desde Indochina comenzamos a navegar hacia el sol naciente en frágiles embarcaciones colonizando una isla detrás de otra. Resistimos al hambre, las enfermedades, el frío y la falta de agua. También sobrevivimos a las alimañas y a otros humanos que competían por los mismos recursos: las guerras, esa forma de depredación enfebrecida en la que casi todos pierden algo importante. El viaje no ha sido fácil, pero es algo que se nos da bien. Durante todo este tiempo la Luna iluminó, en todos los sentidos, nuestras andanzas nocturnas. Sus cambios nos dieron las primeras pistas para pensar el tiempo más allá del hoy y el mañana, y su naturaleza ofreció un desafío constante para la imaginación de poetas, filósofos y los primeros científicos. Aquel astro se convirtió en el destino imaginado de los viajes de los personajes de Luciano de Samosata, Cyrano de Bergerac, Jules Verne o Italo Calvino. Con la llegada del cine la textura de aquellas fantasías se hizo todavía más vívida, de tal forma que cuando la tecnología hizo posible emprenderlo, el viaje a la Luna ya formaba parte de nuestros sueños. Llegamos por fin, justo en el momento en que buena parte de la humanidad ya podía seguirlo en directo y lo celebramos como un gran logro colectivo.

Con todo, la Luna se convirtió en una especie de callejón sin salida. El proyecto Apollo resultó tan costoso y arriesgado que cincuenta años después titubeamos ante una posible vuelta a nuestro satélite mientras somos incapaces de esbozar un plan realista para llevar astronautas a Marte. Pero aquel viaje no fue en vano. Desde las estériles planicies de la Luna volvimos la vista para reencontramos con nuestro pequeño planeta azul pálido y reconocimos en la Tierra el único hogar para la humanidad. Aprendimos así que nuestro futuro no estaba en el espacio, sino en encontrar la forma de compartir con justicia los limitados recursos de la Tierra. Ese es nuestro sueño, y nuestro siguiente gran paso.