Un nuevo escándalo de filtración de documentos sacude al Vaticano

darío menor ROMA / COLPISA

SOCIEDAD

ANGELO CARCONI | efe

La Santa Sede compró un edificio en un exclusivo barrio de Londres con el dinero de las limosnas

21 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«En mi tierra los fieles quieren mucho al papa, pero ahora a ver cómo les pedimos que colaboren con el óbolo de San Pedro después de este nuevo escándalo. Está claro que queda mucho por hacer en la reforma financiera de la curia». El cardenal, responsable de una importante archidiócesis lejana de Roma, tuerce el gesto cuando se le pregunta por el último terremoto que ha sacudido el corazón de la cristiandad: la filtración de documentos confidenciales sobre la investigación abierta por la Fiscalía vaticana debido a una sospechosa inversión de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, que gastó casi 180 millones de euros en un edificio de 17.000 metros cuadrados situado en un exclusivo barrio londinense.

Esa cantidad pudo haber salido del fondo de 650 millones de euros que posee la Secretaría de Estado, provenientes en su mayoría de las donaciones que los fieles hacen cada año al pontífice a través del óbolo de San Pedro para que, en teoría, sufrague obras de caridad y costee el mantenimiento de la Iglesia. El Vaticano lleva desde el 2013 sin explicar cuánto recauda y cómo se gastan esas limosnas.

Blanqueo de capitales

Entre los papeles reservados a los que ha tenido acceso el periodista de L’Espresso Emiliano Fittipaldi, adelantados en parte el jueves, hay un informe en el que la Fiscalía asegura que existen «graves indicios de malversación, estafa, abuso de poder y blanqueo de capitales» por parte de algunos funcionarios de la Curia. Entre los cinco sospechosos, a los que se ha suspendido de su cargo de manera cautelar, hay personajes vaticanos de peso, como Tommaso Di Ruzza, director de la Autoridad de Información Financiera (AIF), un organismo de la Santa Sede instituido para luchar contra el blanqueo de capitales.

Otro de los investigados es el sacerdote Mauro Carlino, antiguo secretario personal del arzobispo Angelo Becciu, que entre el 2011 y el 2018 fue sustituto de la Secretaría de Estado, un cargo determinante en la gestión de los asuntos internos de la Santa Sede. Becciu fue creado cardenal y nombrado prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos el año pasado por el papa en un gesto que, para muchos, fue un claro caso de promoveatur ut amoveatur, la expresión latina equivalente a la castellana patada hacia arriba.

Los nombres y las fotos de Carlino, Di Ruzza y los otros tres investigados fueron incluidos en un documento distribuido entre los miembros de la Gendarmería Vaticana y de la Guardia Suiza para impedirles el acceso al Vaticano. El papel acabó publicándose este mes en L’Espresso, lo que propició que presentara su dimisión Domenico Giani, comandante de los gendarmes, por no haber sido capaz de evitar la filtración. Esta supuso para Francisco un gesto de «una gravedad» equiparable a un «pecado mortal».