«Ten que quedar coma un traxe»

SOCIEDAD

MIGUEL VILLAR

Álvaro Ferreira era un chaval cuando comenzó a clavar puntas en una madera tratando de hacer una careta de cigarrón para el entroido. En más de 40 años ha hecho cientos. Este año se estrenan una veintena

12 feb 2020 . Actualizado a las 19:15 h.

«Eu nacín no centro do entroido, na praza Maior de Verín», cuenta Álvaro Ferreira Diéguez para explicar su pasión por una celebración en la que no solo participa como cigarrón, sino que le ocupa parte del año. Ferreira es artesano y elabora las caretas del personaje típico de su entroido.

A sus 54 años lleva más de cuarenta tallando la madera. Comenzó porque por aquel entonces no había nadie que las elaborara de forma profesional. «Os carpinteiros facíanas daquela maneira... así que empecei cravando puntas nunha madeira», rememora. La maña trabajando con las manos, unida a la experiencia, le ha llevado a ser un artesano reconocido por la Xunta que ha hecho cientos de máscaras.

Solo trabaja por encargo, y este año 20 cigarrones estrenarán caretas salidas de su taller en la aldea verinense de Pazos. Es un proceso largo, que comienza poco después de acabar el ciclo del entroido. Primero hay que talar el árbol que usará como materia prima. «Habitualmente uso bidueiro ou amieiro, porque son fáciles de labrar e lixeiras cando están secas; e ademais son especies autóctonas», resalta. Después hay que cocer la madera, para librarla de posibles larvas y quitarle la savia, lo que evitará que estalle durante el labrado. Una vez que el tronco ha perdido el agua y está seco comienza el proceso de tallado.

Hacer una careta lleva las mismas pautas que un traje. «Eu fágoas personalizadas. Por dentro leva as faccións da persoa para que non lle moleste a madeira na cara», resalta Ferreira. Eso implica tomar las medidas del entroideiro al milímetro. «Hai que medir partindo do nariz cara aos ollos, porque o importante é que vexa perfectamente, aínda que haxa dificultades; e tamén mido a distancia que hai ata o queixo, porque leva un apoio para que non salte a careta; e tamén hai que ter en conta os ósos das fazulas...», relata el artesano. Así se da forma al cabaco, que después prueba al cigarrón para comprobar que todo está bien, o si hay que hacer alguna corrección antes de pasar a colocar el resto de componentes. «Ten que quedar coma un traxe», resalta el artesano.

Sobre la careta va la mitra. Es una estructura de aluminio (antes era de latón, un material más económico, pero también más pesado), que lleva un dibujo pintado. «É un cadro feito a man», explica Ferreira. Por detrás va la badana, «un coiro de cabra sen pelo», y por encima, la piel con pelo. Antes se usaban fundamentalmente gato o zorro, pero ahora hay infinidad de alternativas. De las esquinas de la mitra penden dos pompones de colores (lo habitual es verde por fuera, rojo por debajo y rosa en el medio); y de lo alto, hacia atrás, cuelga la rabeira, un pelo de cola de caballo «que ten que ser longo porque cando botamos a correr, vai bailando», explica Ferreira. Por dentro del cabaco va un gorro y las correas, así como los apoyos con espuma. La careta se completa con la barba, de conejo o de liebre. Una vez todo colocado, lista la careta de cigarrón.

¿Cuántas horas de trabajo son? «Eu nunca lle botei contas ás horas, pero pode levarme mes e medio», dice el artesano. ¿Y cuánto cuestan? «Depende moito dos materiais, se leva pel de verdade ou sintética... pero andan polos 400 euros», resume. Es el precio de una obra de arte única.