Tres mil sanitarios regresan a casa tras la lucha contra el virus
19 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Hasta el 31 de diciembre vivíamos tan felices sin saber donde caía Wuhan. Era Nochevieja y teníamos otras cosas con qué entretenernos. Galicia quedaba entonces muy lejos de esa urbe de once millones de habitantes de la provincia china de Hubei. Pero justo cuando Occidente se afanaba en celebrar la llegada del 2020 —el Año Nuevo se estrenaba en China el 23 de enero—, comenzó a circular la noticia sobre la aparición de 27 casos de neumonía atribuidos a un posible contagio en el mercado local.
Descubrimos de golpe la existencia de Wuhan, y mientras los expertos nos explicaban cómo se pronuncia este topónimo, el tsunami de datos sobre el coronavirus sobrevoló nuestras cabezas. Vimos cómo la curva de enfermos y fallecidos se agigantaba, cómo el Gobierno chino imponía medidas drásticas para contener el contagio. Cómo se levantaban hospitales y hoteles de la nada y cómo un ejército de médicos, enfermeras y personal sanitario llegaban a la gran ciudad de Hubei para plantar cara al patógeno como solo saben hacer los chinos: con un despliegue colosal de estructuras y seres humanos.
Durante aquellas primeras semanas, nadie, ni siquiera los tenaces habitantes de China, pensaban que algún día atisbarían una tímida luz al final del túnel. Y, aunque la lucha continúa, en Wuhan el apocalipsis ha amainado. Hemos visto las imágenes de los médicos que abandonan la ciudad después de meses de batalla. Saludan victoriosos y enarbolan marcialmente la bandera roja mientras bajan las escaleras de la estación de tren, de donde parten a sus casas. Son 3.675. Estuvieron en primera línea, en catorce hospitales provisionales y otros siete convencionales. Y ahora, al fin, sonríen.