El ministro de Salud brasileño: «Lo que ocurre en las favelas es un atentado a la vida»

La Voz REDACCIÓN

SOCIEDAD

Grupos de personas caminan por la favela de Rocinha, en Río, donde las personas mayores se resisten a aceptar la invitación del alcalde a confinarse en hoteles con gastos pagados
Grupos de personas caminan por la favela de Rocinha, en Río, donde las personas mayores se resisten a aceptar la invitación del alcalde a confinarse en hoteles con gastos pagados Antonio Lacerda

El Gobierno propone el diálogo con las bandas de narcotraficantes para frenar el avance del coronavirus en las barriadas

12 abr 2020 . Actualizado a las 15:03 h.

La crisis del coronavirus no es igual para todo el mundo. En la propagación y letalidad de esta pesan factores esenciales como la existencia de una estructura sanitaria y los correspondientes recursos humanos y materiales, pero no solo eso. También juega un papel crucial el grado de control que tiene un gobierno sobre un determinado territorio. En este contexto, las favelas de Río de Janeiro suponen un auténtico quebradero de cabeza para el ejecutivo que preside en Brasil un Jair Bolsonaro que desde el comienzo ha tratado de restarle peso a la crisis sanitaria internacional.

A esto se suman una triste realidad y una seria advertencia. Los verdaderos amos de estas grandes barriadas son los que mandan a golpe de pistola, las bandas de narcotraficantes, milicianos y paramilitares. Y la situación que está teniendo lugar en ellas ha sido descrita por el ministro de Salud brasileño, Luiz Henrique Mandetta, sin pelos en la boca: «Lo que ocurre en las favelas es un atentado a la vida».

Para comprender la gravedad que puede suponer un brote descontrolado de la epidemia en las favelas es necesaria una radiografía de su población, unos 13 millones de personas -el 6 % de Brasil- que malviven hacinadas en casa minúsculas, en grupos de hasta una decena. En buena parte de estas viviendas no hay acceso a servicios básicos, ni a trabajo -y de tenerlo, como el 40 % de Brasil, es de carácter informal-. No obstante, desde el estallido de la crisis sanitaria, el narco fue cauteloso e instauró algunas medidas de restricción al movimiento como el toque de queda a partir de las 19.30 horas. Solo que las medidas coercitivas no se corresponden con multas y sí con la coacción violenta hacia aquellos que se atrevan a incumplir el horario de salida a la calle. A pesar de ello, los contagios y muertes por COVID-19 han ido en aumento en las favelas y eso ha llevado al titular de Salud a proponer el diálogo con las bandas como única solución.

Tenemos que entender la cultura y su dinámica. Que son áreas donde el Estado muchas veces está ausente, que quien manda allí es el narcotráfico, que quien manda allí son las milicias»

Mendietta recordó que es muy complicado establecer unas medidas de higiene entre una población que sufre cortes de agua diarios entre las 20.00 y las 6.00 horas o que sugerir a la población que use geles desinfectantes o mascarillas es casi imposible en una población en la que buena parte de los niños no llevan ni zapatos: «Tenemos que entender la cultura y su dinámica. Que son áreas donde el Estado muchas veces está ausente, que quien manda allí es el narcotráfico, que quien manda allí son las milicias». El alcalde de Río de Janeiro incluso ha ofrecido un millar de camas en hoteles a las personas mayores que residen en las favelas con la finalidad de protegerlos, pero solo 27 mayores de 60 años han aceptado

La calle se autoprotege

Entre la espada de los paramilitares y la pared de un Gobierno sin poder en las barriadas, han surgido iniciativas ciudadanas para autoprotegerse y organizarse ante el avance del COVID-19. En la favela de Paraisópolis, en Sao Paulo, han creado la figura del «presidente de la calle». En esta barriada en la que residen más de 100.000 personas se están ofreciendo voluntarios para dar la voz de alarma cuando se tiene constancia de algún contagio. Estos «presidentes de la calle» también trasladan los casos a un equipo sanitario que ellos mismos han creado, hartos de que el Servicio de Atención Medica de Emergencias (SAMUR) no acostumbre a llegar a tiempo a prestar su servicio.

Gracias a una campaña virtual de donaciones -crowdfunding- han podido recolectar hasta 263.000 reales (cerca de 48.000 euros) y así sufragar el alquiler de tres ambulancias y siete profesionales. Uno de estos vehículos incluso cuenta con una unidad de cuidados intensivos. En las últimas dos semanas, mismo tiempo que lleva activo dicho equipo, han constatado la muerte de cuatro personas, una decena de contagios y han realizado 70 test de diagnóstico. Ni esas son las cifras reales, ni este sistema puede sostenerse en el pilar de la beneficiencia, pues las asociaciones vecinales alertan de que cuesta cerca de 900 euros al día.

Otro programa paralelo, por el que se reparten 1.500 comidas diarias entre los más desfavorecidos, también pende del mismo hilo. El futuro no es prometedor si se analiza un estudio que advierte de que el 60 % de los residentes de las favelas solo dispone de víveres para una semana.

Estamos preocupados y hasta estudiando la posibilidad de adoptar medidas más severas, como la imposición de multas»

Asimismo, el secretario regional de Salud de Río de Janeiro, Edmar Santos, también ha adelantado que «estamos preocupados con eso [las primeras muertes por coronavirus en las favelas] y hasta estudiando la posibilidad de adoptar medidas más severas, como la imposición de multas». Este anuncio tiene lugar justo cuando las redes sociales se están haciendo eco, a través de vídeos y documentos gráficos, de la flexibilización de las medidas de confinamiento en Río de Janeiro.