La dura imagen de los contenedores frigoríficos instalados en los laterales de los hospitales de Lisboa donde se meten los cuerpos de los fallecidos de covid-19 lo dice todo
30 ene 2021 . Actualizado a las 19:00 h.Portugal ya no es el alumno aventajado y ejemplar en el combate contra el covid-19 que todos los países ponían como ejemplo. Del primero de la lista, hasta junio, ha pasado al último en esta tercera ola que sacude como un ciclón al sur del Miño. El país ocupa la primera posición mundial en número de nuevos contagios y fallecidos por millón de habitantes, ha pedido ayuda internacional por la saturación de las ucis y prohibido salir del país a sus ciudadanos durante los próximos 15 días. Trágica medalla de oro por lo que significa y simboliza.
Más de dos mil enfermos de covid fallecidos desde hace una semana y una media diaria de 13.000 nuevos positivos desde comienzos de año. La cifra récord de contagios se alcanzó el pasado jueves con 16.443 infectados en un día. Este aumento alarmante de positivos que continúa como una espiral sin retorno, de la que cada vez es más difícil salir, trae consigo el caos y la saturación hospitalaria, sobre todo de las ucis de Lisboa y de la región norte, algunas próximas a Galicia, como la del hospital de Viana do Castelo.
Que en un país de 10 millones de habitantes, más de ochocientos enfermos covid, en estado grave, estén internados en las ucis, al límite de su capacidad desde hace días, y que seis mil estén en enfermería o en cuidados intermedios significa que una parte de ellos hará aumentar en breve la lista mortal de esta tragedia colectiva que no conoce clase social, nacionalidad, sexo o color de piel y que cuando llega lo hace para extender a su paso, enfermedad, aislamiento y muerte. Desde el dos de marzo del 2020 han fallecido en Portugal 12.000 personas por la pandemia, un tercio de ellas desde el 1 de enero pasado, lo que sirve para demostrar el drama de los últimos días en el área metropolitana de la capital portuguesa, donde se están detectando la gran mayoría de los nuevos casos, más de un 50% contagiados por la cepa británica.
Las imágenes de la tragedia
La imagen de los contenedores frigoríficos instalados de urgencia en los laterales de uno de los principales hospitales de Lisboa, similares a los de la foto, cerca de mi lugar de residencia y de paseo habitual junto al Tajo, significaron un punto de inflexión en mi manera de analizar y ver la situación de la pandemia en Portugal. A la fotografía de estos contenedores de la muerte que hacen la función improvisada de morgues, se añade la de las treinta y cinco ambulancias estacionadas durante horas, con enfermos de covid, a las puertas del hospital Santa María de Lisboa. O a las del traslado de urgencia de los más de 120 internados de coronavirus del centro hospitalario de Amadora-Sintra hasta un hospital privado por el fallo del sistema de oxígeno. Tres pacientes de cuidados intensivos en estado crítico, sedados, fueron llevados también desde Lisboa al archipiélago de Madeira en un avión militar, lo que supone casi dos horas de vuelo.
Ante semejantes imágenes, resulta imposible mantener la frialdad. ¿Cómo hemos podido llegar hasta esto? Comentaba una compañera hace unos días casi con lágrimas en los ojos. No es el momento de culpar sino de ser conscientes de que este es un fracaso colectivo de todos los países, que hay que protegerse y proteger a los otros evitando el contacto social y que solo se conseguirá vencer al virus cuando la población esté inmunizada. Aunque esa es otra historia que parece que va para largo.
La situación más grave desde hace décadas
La máxima figura del Estado luso, el recién reelegido Marcelo Rebelo de Sousa, considera que «esta es la situación más grave que ha vivido Portugal en décadas y tenemos que luchar en el mismo barco». Así se lo decía a los portugueses este jueves, un Rebelo de Sousa desmejorado y preocupado por la situación, dando a entender que el confinamiento en vigor en el país desde el 15 de enero «se alargará más tiempo del previsto, hasta que la curva de contagios haya caído considerablemente».
En medio de esta situación dramática me ha reconfortado saber que desde Galicia ha surgido una ola de solidaridad con los portugueses y son muchos los que quieren ayudar al «pobo irmán», acogiendo a algún enfremo covid o no covid para aligerar la presión de las ucis lusas, si hay disponibilidad para ello en los hospitales gallegos.
Portugal se blinda con controles fronterizos y PCR en aeropuertos
Este domingo, informa Efe, arranca una nueva prórroga de 15 días del estado de emergencia que prolonga las restricciones que ya estaban en vigor, como el confinamiento generalizado, pero también impone nuevas limitaciones, como controles en las entradas y salidas del país.
Los ciudadanos sólo deben salir de casa para actividades como trabajar -siempre que no sea posible el teletrabajo-, comprar bienes esenciales, ir al médico, ayudar a ancianos o dependientes, hacer deporte al aire libre en solitario y dar pequeños «paseos higiénicos». Ha aumentado la vigilancia policial y los agentes pueden incluso exigir un comprobante de residencia para justificar que se está dando un paseo en las inmediaciones del domicilio.
Portugal repondrá los controles en la frontera terrestre con España, aunque los dos países aseguran que no se trata de un cierre fronterizo, sino de establecer limitaciones. Los portugueses no podrán salir del país durante los próximos 14 días por ninguna vía (aérea, terrestre, ferroviaria, marítima o fluvial), excepto para volver a su lugar de residencia si es en el extranjero o por reunificación familiar.
También se aprietan los controles en los aeropuertos, donde hasta ahora se permitía la entrada de ciudadanos de la Unión Europea sin ningún tipo de restricción. A la suspensión de vuelos con Reino Unido y Brasil ya decretada se suman nuevas medidas sanitarias para la UE y el espacio Schengen en función de la incidencia del país de procedencia. Los viajeros procedentes de países con más de 500 casos por 100.000 habitantes, como España, República Checa o Irlanda, deben presentar una PCR con resultado negativo realizado hasta 72 horas antes del despegue y guardar 14 días de cuarentena a la llegada.
Para países con entre 150 y 500 casos por 100.000 habitantes, como Alemania, Italia, Francia, Bélgica o Luxemburgo, sólo se exige la PCR negativa, y los que tengan una incidencia menor, como Finlandia o Noruega, no tendrán ninguna restricción de viaje.