Los embalses no preocupan de momento, pero sí el estado de los ríos y la Xunta pide realizar un consumo responsable del agua
13 feb 2022 . Actualizado a las 15:21 h.Hoy la noticia es que los gallegos han tenido que recuperar el paraguas. Aunque el agua que cae este domingo no compensará en absoluto el déficit pluviométrico que arrastra Galicia. Después de un otoño que ha sido seco, en invierno la precipitación sigue siendo escasa. Entre el 10 de enero y el 9 de febrero no cayó ni una gota. En la región atlántica, una de las más lluviosas de Europa, esto supone una anomalía muy significativa. «Solo diciembre consiguió alcanzar la normalidad. Octubre, noviembre y enero han sido secos, destacando noviembre y enero con menos de la mitad de lluvia acumulada con respecto a la media», reconoce Juan Taboada, de MeteoGalicia. «El promedio de precipitación entre octubre y enero es de 696,6 litros por metro cuadrado, pero la que se ha recogido entre octubre del 2021 y enero del 2022 ha sido de 433,5, lo que supone un déficit del 38 %», confirma Francisco Infante, delegado de la Aemet en Galicia.
La Xunta ha reaccionado y ya ha declarado el estado de prealerta en 12 de los 19 sistemas de abastecimiento de la demarcación hidrográfica Galicia-Costa. «Cuando una serie de valores relacionados con la precipitación presentan unos determinados registros durante dos meses consecutivos se activa la prealerta. Los indicadores que se han tenido en cuenta son meteorológicos e hidrológicos», explica Teresa Gutiérrez, directora de Augas de Galicia. El pasado jueves también se reunió por primera vez la Oficina Técnica da Seca. «Hay personal de Augas, MeteoGalicia, Emergencias y Medio Rural. Se intercambia información con los concellos, los explotadores de los embalses y los sistemas de abastecimiento para que estén al tanto de la situación actual y tengan previsto un plan de actuación. Además, se está preparando una campaña de concienciación ciudadana para pedir a la población que sea responsable con el consumo. Y otro de las actuaciones fundamentales será la detección de fugas. Es vital que no se pierda agua por la red», añade Gutiérrez.
La situación en la Confederación Hidrográfica Miño-Sil también refleja la falta de lluvia. «El inicio del año hidrológico está siendo seco. Hasta ahora se han recogido 352 litros por metro cuadrado, lo que supone un 43 % menos de lo normal. No nos consta que haya ningún problema con el suministro en ninguna zona de la demarcación, pero estamos preocupados y realizando un seguimiento», comenta Carlos Ruiz del Portal, jefe de la Oficina Planificación Hidrográfica Miño-Sil.
De momento, la ocupación de los embalses no resulta tan alarmante, aunque el riesgo reside en que no se está produciendo recarga y, por tanto, es cuestión de tiempo que el nivel empiece a descender. El verdadero problema es otro. «A mí lo que me preocupa son los ríos. Tenemos ciudades que dependen de caudales fluyentes, como Santiago, y en este aspecto no tenemos margen para actuar como sí podemos con los embalses. Si llegásemos a un estiaje muy severo tendremos serias dificultades», advierte. «En nuestra demarcación destacan por su bajo caudal el Limia, Avia, Arnoia, Anllo y el Tea», añade Ruiz del Portal.
Episodios tan largos sin lluvias han ocurrido en el pasado. Solo durante la última década se registraron dos sequías intensas (2011/2012 y 2016/2017). Sin embargo, esta es diferente. «En el 2017, por ejemplo, el estiaje fue muy prolongado, pero la lluvias llegaron en diciembre. Este año, sin embargo, la escasez se está produciendo durante los meses que tenemos más lluvia», apunta Gutiérrez.
La Niña
Si la precipitación brilla por su ausencia se debe a que ha desaparecido la fuente principal de agua: los frentes. «Se están produciendo situaciones de bloqueo atmosférico, con las altas presiones estacionarias desviando la circulación de las borrascas hacia latitudes más altas», sostiene Infante. «No sabremos muy bien cuál puede ser el origen hasta que dispongamos de un estudio de atribución que nos ayude a entender si esto es una consecuencia del cambio climático o algo que responde a la propia variabilidad natural del clima», añade.
En este período del año, el anticiclón debería estar retirado hacia el sur. El sistema de altas presiones es termodinámico y se alimenta de aire cálido. Esto explica que su influencia se intensifique en primavera y verano, cuando aumenta la radiación solar en el hemisferio boreal. En invierno, sin embargo, tendría que estar cerca del archipiélago que le da nombre. En condiciones normales, el Atlántico sería ahora mismo una fábrica de producción de borrascas. Algunas afectarían más que otras, pero la mayoría dejarían algo de agua. Sin embargo, desde hace meses el anticiclón ha levantado una barrera infranqueable. Y el responsable se encuentra en otro océano. «Hay una correlación entre estas situaciones de bloqueo y la presencia de La Niña en el Pacífico ecuatorial, que precisamente tenemos este año, destaca Taboada.
La Niña es una de las tres fases de la llamada Oscilación del Sur. Hay otra neutral y también está El Niño. En una situación habitual, los vientos alisios del este empujan al agua desde la costa sudamericana hasta el Pacífico occidental. Tras haber cruzado la cuenca oceánica más grande del mundo llega muy caliente y genera mucha evaporación. Por ello, en países como Chile y Perú hay tiempo seco y frío mientras en Indonesia y Australia cálido y húmedo. Cada tres o cinco años los alisios se debilitan, las aguas se calientan y las condiciones se invierten dando lugar a El Niño. Pero también puede ocurrir que los vientos soplen con más intensidad, el océano se enfríe y se refuercen las condiciones normales. Cuando esto ocurre se desarrolla La Niña, justo como está sucediendo ahora. «No se prevé que este fenómeno remita hasta el trimestre abril-junio», concluye Taboada.<
La esperanza para poner fin a la situación actual está puesta ahora mismo en la primavera. Aunque de momento los modelos meteorológicos no observan ningún cambio importante a largo plazo. Y no existe una ley de compensación. La ausencia de lluvia durante este invierno no implica que el resto de las estaciones vayan a ser más húmedas. Los embalses tienen capacidad para aguantar hasta el verano sin recibir ni una gota. Si el déficit se intensifica, se activará pronto la sequía. Y si empeora todavía más se declararía la situación de escasez.