El telescopio espacial James Webb, con participación gallega, elegido el mayor avance científico del año

SOCIEDAD

La astrofísica de Vigo Begoña Vila Costas fue una de las artífices de un instrumento que está cambiando la visión del universo
15 dic 2022 . Actualizado a las 20:44 h.«El telescopio James Webb va a revolucionar nuestra visión del universo». Fue el vaticinio que lanzó hace seis años la astrofísica María Begoña Vila Costas (Vigo, 1963) en una entrevista concedida a La Voz de Galicia antes de recoger la medalla de la NASA por sus «logros excepcionales» en el desarrollo del mayor telescopio lanzado por el hombre al espacio. Fue una de las grandes artífices de un megaproyecto para el que fueron necesarios dos décadas de trabajo, 10.000 millones de euros y un viaje de 1,5 millones de kilómetros al espacio para ofrecernos imágenes del universo con un detalle sin precedentes.
Empezó a operar hace seis meses y desde entonces ya ha ofrecido instantáneas que han cambiado nuestra visión del cosmos y que están ayudando a los científicos a desentrañar muchos de los misterios que aún no tienen respuesta.
Es solo un aperitivo de los descubrimientos que se esperan en los próximos años, pero suficientes para que la revista Science haya elegido al telescopio James Webb como el avance científico más importante del año. La prueba de que la decisión no está equivocada llegó hace tan solo unos días, con el hallazgo de una rara población de galaxias espirales rojas del universo primitivo. Fue tan solo uno de los múltiples descubrimientos del telescopio en sus apenas medio año de vida en el espacio, tiempo en el que ha ofrecido una visión como nunca antes de los primeros momentos del universo. Encontró incluso una galaxia que estaba presente tan solo 400 millones de años después del Big-bang.
«El James Webb, tres veces más grande que su predecesor, el Hubble, y optimizado para la observación en el infrarrojo, ha iniciado una revolución astronómica que se extenderá durante las próximas décadas», explica Ricardo Hueso Alonso, investigador del departamento de Física Aplicada y del Grupo de Ciencias Planetarias de la Escuela de Ingeniería de Bilbao en una reacción recogida por Science Media Center España (SMC). «Podemos decir —añade— que la calidad de las observaciones del Webb excede claramente las expectativas que teníamos puestas en él desde la comunidad astronómica internacional».
«En apenas seis meses ya ha encontrado las galaxias más lejanas, observado la pluma de impacto generada por un artefacto humano para desviar un asteroide o desvelado el perfil molecular y químico de la atmósfera de un planeta extrasolar.», valora Eva Villaver, investigadora del departamento de Astrofísica del Centro Nacional de Astrobiología (INTA-CSIC). «Me fascina, por ejemplo, pensar que va a revolucionar nuestro conocimiento de un campo de estudio: los planetas extrasolares y sus atmósferas, lo que ni siquiera existía cuando fue concebido en papel», añade la experta.
Aparte de su decisiva contribución a la astronomía y la astrofísica, Javier Gómez Elvira, ingeniero aeronáutico de INTA, incide en otro aspecto no menos importante para comprender la contribución que ha supuesto el James Webb: sus aplicaciones más allá del espacio. «Fueron necesarios —dice— muchos años de esfuerzo para desarrollar, construir y ensayar, y con ello asegurar que el telescopio funcionará según lo previsto. Esfuerzo que, por otro lado, ya se está utilizando en otros campos como el de la medicina o en sistemas de medida de alta precisión».
Ana Inés Gómez de Castro, catedrática de Astrofísica en la Universidad Complutense de Madrid, incide en los dos aspectos. «Ha abierto un nuevo horizonte a la astronomía espacial y a la investigación del universo. Los seis metros de diámetro de su espejo principal le proporcionan una extraordinaria sensibilidad y representa un hito tecnológico de primera magnitud», asegura.
El James Webb, que tras su lanzamiento pasó semanas en un complejo proceso de despliegue, puede mirar, gracias a su capacidad de ver en el espectro infrarrojo, hasta 13.000 millones de años atrás, cuando nacieron las primeras estrellas. Su primera imagen fue presentada en julio por el presidente estadounidense, Joe Biden, y en ella se pudo ver con una claridad sin precedentes la belleza del cúmulo de galaxias SMCS 0723.
Sin moverse del espacio, Science incluye en la séptima posición de los hallazgos más importantes del año a la misión DART, con la que la NASA logró algo más propio del cine de ciencia ficción: desviar un asteroide, convirtiendo en éxito la primera prueba de defensa planetaria.
Era solo una prueba para demostrar que funcionaba la tecnología del impactador cinético, es decir, que DART, del tamaño de una máquina expendedora, se lanzó a unos 20.000 kilómetros por hora contra el asteroide Dydimos, que orbita a otro llamado Dimorfos.
Este sistema doble permitió comprobar que, tras el impacto, la órbita de Dydimos alrededor de su asteroide mayor se redujo en 32 minutos.
Y desde las estrellas, la segunda investigación más importante del año lleva directamente a los manglares de la isla de Guadalupe, donde los científicos descubrieron a «Thiomargarita Magnífica», una bacteria única. Magnífica es tan especial porque pude verse a simple vista, al ser 5.000 veces más grande que la mayoría de bacterias -como si una persona se topara con otra tan alta como el Everest- y su existencia cuestiona algunos de los principios fundamentales de la biología y la evolución de los seres vivos.
La genética también merece la mención de Science para remontarse a hace 700 años, cuando una gran epidemia de peste bubónica asoló Europa. Los ecos de aquella enfermedad llegan hasta nuestros días, pues estudios de ADN con cientos de muestras revelaron que modificó nuestro genoma y sistema inmunitario.
Los individuos con dos copias de una variante específica favorecía que tuvieran un 40 % más de posibilidades de sobrevivir. Con los siglos el sistema inmunitario ha evolucionado y ahora esa misma variante se asocia con una mayor susceptibilidad a enfermedades autoinmunes.
En este top también se ha colado el ADN ambiental más antiguo jamás recuperado, gracias al cual un equipo científico consiguió reconstruir un ecosistema del norte de Groenlandia, incluida las especies animales y vegetales que estuvieron presentes hace unos dos millones de años.
La posibilidad de que la infección con el virus de Epstein-Barr, que provoca la mononucleosis, tenga un papel esencial en el desarrollo de la esclerosis múltiple es otro de los grandes avances citados por Science.
La conclusión es de un equipo de la Universidad de Harvard que siguió durante 20 años a más de diez millones de reclutas militares e identificó a 801 que habían desarrollado esclerosis -todos menos uno habían sido positivo para el Epstein-Barr-.
Los resultados de los ensayos clínicos a gran escala de dos de las vacunas contra el virus respiratorio sincitial han sido asimismo destacados; al igual que los cultivos de arroz perenne; la ley estadounidense sobre el clima y la creatividad e «invasión» de la inteligencia artificial.