Cuando Lola Flores tenía problemas con el fisco: «No soy una palurda, sabía lo de Hacienda»

SOCIEDAD

Lola Flores y su marido, Antonio González, en el banquillo durante el juicio celebrado en 1989
Lola Flores y su marido, Antonio González, en el banquillo durante el juicio celebrado en 1989 Rafael Pascual. Efe

Más de un millón de contribuyentes presentaron su declaración de la renta solo en el primer día de la actual campaña. Ciudadanos de a pie en su mayoría, quizás más ansiosos por sacarse cuanto antes el asunto del medio (y de cobrar pronto) que convencidos de que Hacienda somos todos. Justo lo contrario que hace 40 años pensaba Lola Flores, que tras cuatro ejercicios sin pagar impuestos se excusaba así: «Soy un mito».

19 abr 2023 . Actualizado a las 15:11 h.

«Vivo ar día, y además tengo que pagar a tres personas que tengo en mi casa, pues no me voy a poner a guisá y a planchá, solo me faltaba eso». No eran los primeros ochenta un buen momento para que Lola Flores se mostrase como una currante de medio pelo mientras se olvidaba otra vez de presentar su declaración de Hacienda. Y ya no solo porque las portadas del papel cuché (la boda con exclusiva de su hija Lolita y el famoso «si me queréis, irse», o su desnudo robado en Interviú) fuesen la comidilla de medio país... y un goloso señuelo para los inspectores de Hacienda. Con un recién estrenado Gobierno del PSOE, en modo on fire y sacando pecho con el caso Rumasa, el mismo fisco que otras veces solo le había dado un tirón de orejas a la Faraona se puso serio de verdad esta vez. La inspección, según publicó La Voz, acabaría con una querella del ministerio público en marzo de 1987 por un fraude de 53 millones de pesetas correspondiente a cuatro ejercicios.

Lola Flores, en 1987, durante su comparecencia ante los medios para dar su versión sobre la acusación de no haber pagado a Hacienda durante cuatro años
Lola Flores, en 1987, durante su comparecencia ante los medios para dar su versión sobre la acusación de no haber pagado a Hacienda durante cuatro años

En octubre de ese año, Lola Flores (Jerez de la Frontera 1923-Madrid, 1995) daba la cara ante el que ya se había convertido (con permiso de Ruiz Mateos, que ya andaba de gabardina por Londres) en uno de los escándalos del momento. La multitudinaria conferencia de prensa de Lola de Hacienda, como fue bautizada por la picardía popular, dejaría para el recuerdo varias perlas que La Voz recogió con todo detalle. A los más veteranos, la famosa frase de «con una peseta que me diera cada español llenaríamos un estadio» todavía les provoca una sonrisa. Pero aquella denuncia generó todo un recital de lamentos propios de una gran cantaora. «Ahora que hay tanto crimen, hay que tener un poco de miramiento con el mito que soy», fue el título elegido por el periódico entre las numerosas frases que la folklórica pronunció aquel día.

«Prefiero la muerte»

La Voz también destacaba este deseo de la acusada: «Antes de salir con el borso a pedir, prefiero la muerte». La crónica de nuestro diario dibujaba la estampa de una Lola «pitillo en mano, vestida de negro, con la melena hacia atrás y la cara más afilada que nunca» que trataba de poner los puntos sobre las íes: «No soy ninguna palurda, sabía que tenía que pagar a Hacienda pero lo he ido retrasando porque nunca he tenido más de tres millones de pesetas en el banco». Con los ojos llenos de lágrimas, según podemos leer en La Voz de esos días, la Lola de España se mostraba así de sufrida: «Soy una trabajadora, y mi único fallo ha sido retrasarme en pagar, porque no sabía que iba a ser tratada como un conejillo de Indias. Mi raza de artista ha quedado por los suelos».

Un cartel con el rostro de Lola Flores pidiendo ayuda para pagar a Hacienda, promovido por un supuesto Comité Nacional Pro Ayuda a La Faraona, en 1987
Un cartel con el rostro de Lola Flores pidiendo ayuda para pagar a Hacienda, promovido por un supuesto Comité Nacional Pro Ayuda a La Faraona, en 1987

Pero, mujer de carácter, rápidamente se reponía para anunciar: «Voy a escribir un libro sobre los momentos que estoy pasando y sobre mi otro yo». Quizás era una velada amenaza a quienes le pedían 145 millones de pesetas a modo de depósito. A esos «señores de bigotes», como ella los llamaba, que «tienen unas máquinas maravillosas que no les cuentan que tengo mucho gasto, que no sé especular en Bolsa, que no tengo tarjeta oro ni casa en La Moraleja».

Y, en una versión ochentera del «las mujeres facturan» de Shakira lanzaba Lola este sollozo que, detallaba la crónica, iba acompañado del movimiento de sus cuidadas manos y de su brío característico: «Durante toda mi vida he trabajado doble, he sido hombre y mujer a la vez, porque mi marido hace ocho años que no trabaja». Argumento suficiente, pensarán algunos, para que hoy en día el dúo Irene Montero-Pam pidiese su inmediata absolución.

El caso es que entre plañidos y quejíos solo comparables a los de la reciente comparecencia pública del presidente del Barcelona para explicar el asunto Negreira, la gran artista se salió con la suya... a medias. En el juicio celebrado en marzo de 1989, en el que llegó a igualar su caso al del robo de unos jamones, fue absuelta de los delitos más graves que le imputaban, aunque por el medio hubiera tenido que vender, entre otras propiedades, su piso de Madrid para pagar al fisco. El recurso de Hacienda no prosperó y se libró de la cárcel, pero no de una multa de 28 millones de pesetas.

Comparado con lo que le pedían, fueron unos jamones.

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