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Cuando la marea está baja, largas lenguas de arena asoman sobre el agua de la desembocadura del Ulla, como el brillante lomo de un monstruo mitológico; son los «lombos», famosos por su riqueza marisquera
02 sep 2023 . Actualizado a las 13:15 h.«Para ir al arenal, cruzar entre las rocas». El mensaje, colocado en un cartel junto a la entrada a la playa de O Campanario (Bamio, Vilagarcía), tiene el don dejar perplejos a quienes hasta aquí se acercan por primera vez. El misterioso mensaje cobra sentido enseguida si la marea está baja: lejos de la playa, en medio del mar, se puede ver una lengua de arena que emerge de entre las aguas. Es uno de los «lombos» que se forman en la desembocadura del río Ulla. Solían ser estas arenas fértiles, ricas en berberechos y en almejas; un vivero de esperanza para quienes viven del trabajo del mar arousano. Ahora la fecundidad de esos lombos está en horas bajas, pero eso no les resta ni un ápice de esa belleza que envuelve a los lugares que solo se pueden visitar cuando la naturaleza así lo decide.
Para poder llegar hasta esa playa emergente la marea debe estar baja. Muy baja, de hecho. El camino hacia ella, ya lo advierte el cartel del que les hablábamos, debe realizarse siempre entre las rocas, tanteando con cuidado un terreno en el que el lodo abunda. Y el lodo, ya se sabe, es traicionero, así que el viaje hay que hacerlo con todos los sentidos activados para esquivar los peligros. Esos pasos bien medidos nos permitirán alcanzar la misteriosa playa emergente y sentir, por unos instantes, que caminamos sobre ese milagro que es el mar arousano.
Pero para disfrutar de la belleza de los Lombos do Ulla no es imprescindible llegar hasta ellos: hay numerosos rincones desde los que disfrutar del espectáculo que ofrecen. El abrazo del Ulla y la ría se puede ver en todo su esplendor, por ejemplo, desde el aparcamiento del campo de fútbol de Bamio. Y si hemos bajado hasta la playa de O Preguntoiro, solo hace falta seguir los senderos que acompañan la recortada costa para gozar de las vistas: el azul del cielo, el perfil de la sierra de Barbanza y una ría explosiva en la que los lombos brillan como la espalda de un animal mitológico; como un tesoro escondido camino a la isla de Cortegada, que nos espera, oliendo a laurel, allá al fondo, frente a Carril.
En ese recorrido por la costa vilagarciana nos saldrán al paso varios cruceiros. Una nos sale al paso al sur de la playa de O Campanario, otra espera en O Salgueira, una tercera nos saluda desde la punta Corveiro, en Cortegada, y aún más allá, aunque no pueda verse porque la maleza la oculta, hay una tercera escultura colocada en las islas Malveiras. En todas ellas aparece la figura de Santiago Apóstol, y eso no es una casualidad: forman parte del primer viacrucis marítimo instalado a finales del siglo pasado en la ría de Arousa para marcar la ruta que en su día siguió, según cuenta la tradición, la lancha de piedra en la que viajaban los restos del apóstol hacia Compostela. Las piedras forman parte del legado de Sánchez Agostino, un visionario que creó la ruta del Mar de Arousa que cimenta, hoy en día, productos turísticos que buscan poner en valor el camino que hizo posible todas las demás rutas jacobeas. En un día soleado y creativo, es fácil imaginar la balsa de piedra remontando el Ulla, custodiada por las arenas que emergen del fondo del río.
Cómo llegar
En O Campanario, en Bamio, hay un gran aparcamiento. Desde la playa se puede acceder a los lombos si la marea está baja; desde allí, además, se puede seguir la costa hasta Carril, gozando a distancia del espectáculo.