Darío y Tiago prueban en A Coruña el primer exoesqueleto infantil para poder caminar

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

MARCOS MÍGUEZ

La clínica Sinapse será la primera de Galicia en incorporar la tecnología diseñada específicamente para niños

05 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

 Darío tiene siete años y medio y sufre una patología neurológica. Tiago cumplió nueve y padece atrofia medular espinal. Este miércoles, ambos se enfundaron en A Coruña el primer ingenio electromecánico e inteligente creado para que los niños afectados por trastornos tan discapacitantes puedan probar a ponerse en pie -a veces por primera vez- e intentar caminar. 

«Solo hay que mirarles la cara cuando se suben, les cambia por completo», dice el doctor en fisioterapia Carlos Rodríguez, director clínico de Sinapse, el primer centro de Galicia que incorporará este exoesqueleto infantil «único en el mundo», insisten, y que ayer fue probado en un seminario con demostración práctica incluida.  El armazón robotizado, de factura española, se llama Atlas y ha sido desarrollado por Marsi Bionics, empresa de base tecnológica en cuyo accionariado está el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas). 

Móvil en mano, la mamá grababa el momento para el papá de Darío, de viaje por trabajo. Era la primera vez, también para ella, que veía cómo su chinchetita se sostenía sobre sus piernas sin el filtro de la distancia. En vivo y en directo. «Me enseñaron un vídeo de ayer, cuando se lo probaron», apenas explicó poco antes. Imposible ni siquiera imaginar cuánta emoción la recorrió al asistir a esos primeros pasos tan deseados. «Es tan fuerte...», dijo. Accedió a la exposición pública de su niño con el ánimo compartido por tantos padres de sumar apoyos a la lucha por una vida menos difícil para sus hijos. No hay ningún Atlas en la sanidad pública gallega. «Ojalá lo pudiese tener en casa», se le escuchó decir. 

La prueba del exoesqueleto Atlas, el primero desarrollado para niños, se realizó en la clínica Sinapse de A Coruña.
La prueba del exoesqueleto Atlas, el primero desarrollado para niños, se realizó en la clínica Sinapse de A Coruña. Marcos Miguez

Idéntico mensaje e intención empujó a Carmen Vázquez, la otra mamá. Para Tiago, el robot rojo no era un completo desconocido. Lo había probado ya en una presentación en el Parlamento en el 2021. «Espectacular», recordaba de aquel primer momento el chico, que este miércoles amenizó la colocación del ingenio con una buena serie de chistes. Le gusta el fútbol y lo demostró con el tesón fraguado en la adversidad, sí, pero incapaz de vencer a la ilusión infantil. «Exo, levántate», ordenó para iniciar la sesión práctica. Y caminó.  

 Salvando las muchas distancias, el avanzado mecanismo es como una especie de andamiaje de aluminio y titanio que se adapta a los cuerpecillos. Cuenta con ocho articulaciones que imitan el funcionamiento del músculo tanto pasivamente, moviendo automáticamente las pequeñas piernas según la configuración programada en una tablet, como aprovechando la intención de movimiento o la fuerza que el propio niño imprime para hacerlo avanzar. 

 Fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales de Aspace, GalicaAme y Amencer, y expertos como Xoán Miguéns, jefe de rehabilitación del área sanitaria de Ourense, asistieron a los aplausos de Darío, que sin ver regaló un emotivo abrazo a quien le colocó el exo, y también sonrieron ante el alegre desparpajo de Tiago. Los dos no hicieron más que sumar nuevas razones a las miles que hay detrás de cuanto avance se pueda lograr para ellos. Alrededor, difícil disimular la perplejidad de los espectadores ante la a veces imposible proeza de ponerse en pie.   

Por ahora,  Atlas solo está disponible en los hospitales La Paz de Madrid y el Sant Joan de Deu de Barcelona, donde ya conocen las posibilidades que se abren para la neurorehabilitación de los pequeños. «Estoy convencido de que una parte de ellos tendrán la posibilidad de caminar», apuntó Carlos Rodríguez, que habló de otros beneficios para aquellos a quienes, por el momento, la ciencia no ha podido devolverles la capacidad de andar. Un pequeño con una lesión medular completa no podrá dar pasos, «pero lo interesante del exoesqueleto es que ofrece una cantidad de movimientos que repercuten en el resto de sus estructuras corporales, las periféricas pero también a nivel interno: el tránsito intestinal va mejor, los huesos se fortalecen, la musculatura, las articulaciones…; en estos niños el objetivo no es la marcha, pero sí pueden mejorar mucho en múltiples aspectos, como en espaciar los espasmos que sufren», ejemplificó el especialista. 

Darío, probando en Sinapse (A Coruña) el primer exoesqueleto diseñado para niños
Darío, probando en Sinapse (A Coruña) el primer exoesqueleto diseñado para niños MARCOS MÍGUEZ

 Niños con daños cerebrales congénitos o que los sufren en el parto, nacidos con atrofia medular espinal, una enfermedad degenerativa que en España afecta a uno de cada 10.000 bebés, con parálisis cerebral o patologías similares, que padecen algunos tipos de distrofias, miopatías o son víctimas de determinadas lesiones medulares son candidatos a esta terapia robotizada, que ha de ajustarse a la talla y altura de cada uno de ellos,  y que en Sinapse conciben como una herramienta complementaria integrada en un programa amplio de neurorehabilitación con el que, además, facilitan adaptar las tarifas de una tecnología por ahora cara: el Atlas cuesta más de 100.000 euros. «A día de hoy, los costes limitan la intervención, aunque en adultos nosotros tenemos pacientes que vienen de otros puntos de España para una terapia intensiva con el exoesqueleto y después buscamos alternativas en sus lugares de origen para que puedan mantenerse», explicó Rodríguez, consciente de que el uso más o menos continuado o regular del equipo es la marca ideal. «Esto es un poco similar a cuando se practica el ejercicio, si dejas de ir al gimnasio, siempre pierdes algo de tono», ejemplifica.  No menor es el efecto de la repetición aprovechando la plasticidad cerebral y, más allá de la vertiente física, el impacto psicológico y emocional. «Estamos diseñados para estar de pie y caminar, y aunque tendemos más a valorar los aspectos técnicos, solo verlos en bipedestación repercute en el ánimo ya no solo del niño, sino de todo su entorno», incidió sobre los beneficios de una tecnología que ya han probado y comprobado con la población adulta. En la clínica coruñesa cuentan con un circuito robótico completo y han visto que pacientes ya mayores que sufren un ictus «pasan de poder dar 30 pasos a hacer más de 1.800 con el exoesqueleto».