¿Es posible que alguien consiga 10.000 pastillas de fentanilo en un fraude a las farmacias?

SOCIEDAD

Los expertos gallegos ven inviable que la mujer detenida en La Rioja tuviese esa cantidad de píldoras, ya que es «imposible» sortear un sistema de filtros más que garantista

12 oct 2023 . Actualizado a las 09:33 h.

La crisis de los opiáceos que afecta sobre todo a Norteamérica, y particularmente a Estados Unidos, empieza a salpicar también otras partes del planeta, España incluida. Ayer, sin ir más lejos, la Policía Nacional de La Rioja detuvo a una mujer de 38 años habría logrado, supuestamente, hacerse con más de 10.000 pastillas de Actiq 200 y otros medicamentos reservados para pacientes con cáncer, que contienen fentanilo y que ella habría logrado alterando o falsificando por completo recetas de diferentes médicos privados.

Estos hechos, y sobre todo las cantidades referidas, no les acaban de cuadrar a los farmacéuticos gallegos consultados. La información policial que llega de La Rioja habla de 178 recetas, aunque otros medios locales elevan la cifra hasta casi 250, con las que habría obtenido 10.231 pastillas. Algo que los profesionales gallegos consideran extremadamente difícil, «por no decir imposible», como señala Antonio Busto, el directivo del Colegio Oficial de Farmacéuticos de A Coruña, que ejerce como enlace con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

La mujer, de 38 años y origen paraguayo, que reside en una localidad próxima a Navarra, habría logrado engañar a un total de 21 médicos, la mayor parte en Logroño, pero también en Pamplona, Soria y Salamanca. La ahora detenida acudía a estos facultativos, siempre en consulta privada, con los informes que acreditaban sus dolencias y alegando que su médico habitual se encontraba de vacaciones y de baja. Así lograba las recetas, aunque en ocasiones también habría llegado a sustraérselas a los sanitarios y falsificarlas, con las que luego se abastecía en un total de siete farmacias. Todo hasta que un médico cuyo nombre aparecía en una de las recetas dio la voz de alarma porque él no la había extendido.

En principio, y siempre según la información que llega de La Rioja, la mujer habría obtenido 341 cajas de 30 comprimidos cada una. Siempre para uso personal y nunca para traficar con ellas porque aseguran que llegaba a consumir hasta diez pastillas, que son de chupar, al día. Y aquí es dónde no le dan los números a los profesionales como Antonio Busto, porque para obtener estos medicamentos se necesita «una receta del facultativo, una receta oficial de estupefacientes y, desde julio del 2021, un visado de homologación de la inspección sanitaria». Entiende, por tanto, que la mujer pudo obtener alguna caja por sus dolencias y luego falsificar también algunas recetas con la finalidad de lograr más pastillas —o incluso de vender las propias recetas—, pero no le entra en la cabeza que lograse sortear un sistema de filtros más que garantista, y menos por su cuenta, sin formar parte de alguna estructura organizada o contar con la connivencia de distintos profesionales.

Explica que en 23 años de profesión ni ha visto ni le ha llegado información de nada parecido, y que en los últimos cinco ha vendido una caja de Actiq. Sus proveedores habituales ni siquiera las tienen disponibles y si las necesita debe llamar expresamente para pedirlas, y nunca en esas cantidades.

En la misma línea, Eduardo Echarri, miembro del grupo de farmacia neuropsiquiátrica de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, explica que en centros del Sergas como el CHUS de Santiago, en el que él trabaja, algo así sería imposible porque cada paciente está ligado a un código de identificación personal (CIP) y absolutamente todo queda registrado. Incluso si un paciente pierde el medicamento, el médico tiene que hacer lo que se conoce como «forzar la receta» para poder facilitarle otro. A todo eso, además, hay que sumarle un visado que tiene que hacer otro agente sanitario (inspector médico, farmacéutico...) distinto del que receta el fármaco.