«Chicken Run», la animación artesanal que se creó a cinco segundos por semana

B. pallas REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Netflix

La segunda entrega de la película puede verse en Netflix doblada al gallego

22 dic 2023 . Actualizado a las 17:43 h.

Hace 23 años, una bandada de gallinas valientes lucharon por alcanzar la libertad en Chicken Run: Evasión en la granja, uno de los grandes éxitos en taquilla del cine de animación y una de las joyas de los estudios Aardman, de Bristol (Inglaterra). Ahora Ginger, Rocky y su banda han vuelto con una nueva generación que tiene sus propias metas y desafíos en Chicken Run: Amanecer de los nuggets. La película ha llegado a Netflix después de pasar por los cines y en la plataforma puede verse doblada en castellano y gallego.

Los especialistas en animación españoles Arnau Gòdia y María Ribas son dos de los responsables de que estos personajes, creados con plastilina y silicona sobre una estructura de alambre, se muevan y expresen vivamente todas sus emociones. Todo es fruto de un minucioso trabajo con un gran componente artesanal. «Fueron veinte meses de rodaje. Avanzas muy poco a poco, con mucha gente en paralelo trabajando al mismo tiempo porque vamos foto a foto y no grabamos en vídeo», explica el especialista Arnau Gòdia.

 

«Éramos unas cuarenta personas para hacer cinco segundos de película a la semana. El proceso es muy lento», añade María Ribas, que pasó más de tres meses con una misma secuencia animando a 45 gallinas a las que llamaba por sus nombres. «Puedes tener que hacer varios test hasta llegar a hacer el plano final dependiendo de la complejidad, si hay movimiento de cámara...»

El trabajo de estos dos animadores españoles en la película consistió en manipular a los personajes para hacerlos interpretar como actores en función de lo que obligue el personaje. «Hacemos que tengan la posición que necesitamos para un plano específico y luego nosotros nos encargamos de la manipulación de los muñecos y de todo lo que forma parte de cada escena. Vamos tomando las fotos hasta hacer todos los fotogramas individuales que conforman un segundo de metraje», indica Gòdia.

Chicken Run tiene como base de su inspiración las bromas del slapstick y el humor de clásicos desde Chaplin y Buster Keaton a los Monty Python. «Las expresiones físicas y las bromas visuales forman parte del catálogo de Aardman», afirma María Ribas, que explica que los personaje pueden hablar sincronizando los labios con los sonidos gracias a «unos sets de bocas» que se van incorporando al personaje. «La parte de los ojos es importantísima también, ver hacia dónde miran y cómo mueven las cejas para expresar la emoción que queremos transmitir».

En tiempos de 3D y realidad virtual, los personajes de Aardman siguen conservando la impronta de la manufactura, con las huellas dactilares del creador marcadas en el rostro de los muñecos. Arnau Gòdia señala que manualidad y tecnología «no son contradictorios». «Este mundo digital al que vamos nos ayuda a tener más herramientas para poder hacer una mejor animación o tener mejores materiales. La animación es un proceso muy artesanal, pero también tiene esta constante de renovarse y buscar soluciones que funcionen cada vez mejor».

Asegura Arnau que «la plastilina, que se conserva para las caras, aporta mucho porque puedes esculpir muy libremente, pero lleva mucho tiempo. Es un mix de muchos materiales en realidad».

En cuanto a la historia de la película, esta segunda parte adapta y retoma la idea de la búsqueda libertad. «Ginger está en su pequeño redil perfecto, su pequeña comunidad donde todos viven en paz y ahora tiene una hija que es igual que ella y quiere ser libre y ver el mundo exterior», explica María Ribas. La película mantiene temáticas comunes con el original, como los mensajes de «liderazgo en positivo y femenino y la vida en comunidad».