Galicia afronta una Nochevieja de hoteles llenos y restaurantes cerrados

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Vecino del Martinete, en A Coruña, adelantaron ya su celebración de Fin de Año
Vecino del Martinete, en A Coruña, adelantaron ya su celebración de Fin de Año ANGEL MANSO

El nivel de reservas es muy bueno sin llegar al «efecto champán» del 2022

31 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Si ha reservado alojamiento para este Fin de Año —incluso para los días previos o posteriores— con la idea de encontrar luego sobre la marcha un sitio en el que comer, quizás tenga que repensar el plan. El éxito de las luces de Vigo, el ocio nocturno coruñés, el atractivo de Santiago o la llegada masiva de visitantes, sobre todo de Portugal, van a conseguir que los alojamientos, particularmente en las ciudades, se llenen. La afluencia se presume que no va a llegar a los niveles del año pasado, donde había mucha ansia acumulada después de dos años de covid, aunque todo apunta a que se mantendrá bastante por encima de antes de la pandemia. Pero estas buenas perspectivas de los hoteles, las casas rurales, las viviendas turísticas y las emergentes cabañas chocan con una estacionalidad creciente en la restauración. Eso de abrir todo el año al precio que sea se lleva cada vez menos y, dadas las dificultades para encontrar personal cualificado y el alza de precios de los productos, son muchos los hosteleros que prefieren utilizar estas fechas como descanso para sus plantillas y para sí mismos.

«En las zonas litorales muchos muchos hoteles abiertos, pero también muchos restaurantes que ya cerraron en noviembre, con lo que no hay restauración suficiente para atender la demanda del hospedaje», señala Cesáreo González Pardal, presidente del Clúster de Turismo de Galicia, que no tiene dudas de que «todo lo que esté abierto se va a llenar». A él mismo le han pedido de última hora una casa rural para un grupo y no ha conseguido encontrarla.

César Sánchez Ballesteros, presidente de Hostelería de Pontevedra, también ha constatado que «muchos clientes tienen dificultades para encontrar dónde comer» y no solo en Vigo, sino prácticamente en toda la provincia. De hecho, cuenta con que habrá lleno absoluto en muchas localidades, incluyendo la ciudad de Pontevedra, aunque puede que en otras más orientadas a la época estival, como Baiona, quede alguna plaza libre. Cree que lo que más influye es la tipología del establecimiento. Todo lo que es hotel, casa rural, apartamento o cabaña con SPA está más que demandado. Y luego, para comer o cenar van a ser muchos los que se tengan que concentrar en las cafeterías de los hoteles, porque «muchos restaurantes que cierran a las seis o siete de la tarde luego ya no abren. Ellos ya tienen su clientela, y, además, si quieres dar un producto fresco, de calidad, estos días los precios se disparan», dice Ballesteros, que señala para muchos compañeros se hace inasumible cobrar a sus clientes de siempre los precios que necesitan poner estos días para que les salga rentable abrir.

Pardal señala que esta es una tendencia que ya vienen observando en los últimos años, pero que se está acentuando, sobre todo por el incremento de los costes laborales. Pone el ejemplo de un hostelero que, facturando unos 100.000 euros más en este año que está a punto de terminar, ha ganado 15.000 euros menos, lo que deja claro que «los márgenes son muy pequeños, sobre todo por la mano de obra».

Necesidad de organizarse

Jesús Picallo, presidente de Solpor, asociación de empresarios del Camino a Fisterra y Muxía, cree que lo ideal sería llegar a un gran acuerdo entre los distintos establecimientos de restauración de cada zona para repartirse los días que abren unos y otros, porque en zonas como la Costa da Morte la falta de oferta gastronómica se hace patente en esta época invernal. En su caso, con el Semáforo de Fisterra y el Hotel Faro Lariño, en Carnota, incide en que «é un esforzo para o persoal e para a familia». Pero quieren hacerlo, porque llevan tiempo apostando por el «turismo de temporales» en el que el atractivo es la bravura del mar en el invierno, y porque tienen clientes que vienen de lugares tan dispares como Madrid o Alemania, «que queren comer as uvas con nós, fóra incluso se o tempo o permite» y eso se está convirtiendo en una tradición casi familiar.

El éxito de los alojamientos se traslada también al ocio nocturno. Como explica Luis Diz, presidente de Galicia de Noite y gerente de locales de referencia en A Coruña, después del «efecto champán» del 2022, donde todo el mundo estaba deseando sacudirse las restricciones del covid, esta vez cuenta con estar en números «por encima del 2019», antes de la pandemia.

«Siempre hay algún energúmeno que acampa en el Obradoiro, pero por lo general la gente es respetuosa»

Como dice Jesús Picallo, de Solpor, hay mucha gente que se ha lanzado a recuperar la casa que le dejaron en la aldea para dedicarla a alquiler turístico, sin que eso haya ido acompasado de una oferta de restaurantes en esas zonas. Estos alojamientos, distintos a las casas rurales tradicionales atendidas por una familia o por un pequeño equipo de profesionales, son objeto de deseo en esta época por parte de familias y grupos que quieren montarse su propia celebración al margen de colas, aglomeraciones y precios desorbitados. Lo que ocurre es que esa demanda choca muchas veces con suspicacias por parte de quien oferta el alojamiento, que teme sufrir daños en la propiedad o molestias a otros vecinos que no le compensen lo obtenido por el alquiler. Sin embargo, Cesáreo González Pardal, del Clúster de Turismo, asegura que se trata de un temor infundado la inmensa mayoría de las veces. «A todos se nos fue la mano alguna vez en una noche de farra y siempre hay algún energúmeno que acampa en el Obradoiro o que enciende una bengala en un campo de fútbol, pero son casos muy aislados. Por lo general la gente es muy respetuosa», asegura, y pone el acento en que la mayor parte de las veces este tipo de clientes son familias o grupos de amigos —pero ya de una cierta edad— que van a divertirse y a descansar en un ambiente tranquilo. Por eso insiste en que los casos de daños a las propiedades, que también los hay, son extremadamente raros en esta clase de alojamientos.

Las ciudades absorben todo el ocio nocturno y vacían los pueblos próximos

Los tiempos en los que Melide, Ordes, Santa Comba y otros tantos pueblos principales de comarcas rurales concentraban el ocio nocturno y atraían incluso a la juventud urbana han pasado. Salir de fiesta en Galicia —también en Nochevieja— hoy está ligado a desplazarse hasta una de las ciudades, A Coruña y Vigo particularmente. Con dos modelos distintos, han terminado por absorber todo el ambiente de los pueblos vecinos. En Vigo la zona de la plaza de Compostela concentra al público de 40 años o más, en la plaza de Portugal se da cita una clientela más heterogénea —de entre 30 y 50— y tanto en la zona del Corte Inglés como en la calle Arenal se juntan los más jóvenes. Y en A Coruña, aunque subsisten algunas zonas con público local, para los que vienen de fuera la referencia absoluta es el fallido centro comercial Los Cantones Village, que hoy concentra la Sala Pelícano, Inn Club, Dux, Brit, My o Amura. Para casi todos estos locales quedan todavía entradas, como explica su gerente, Luis Diz, que también organiza una sesión juvenil en el Playa Club y abre el Hyp3 como after hours. Reconoce que cuando abrió el Dux, hace 15 años, nadie creía en este modelo y, en general, el nivel de la hostelería en A Coruña «era bajísimo». Los locales se abrían con una mano de pintura y hoy todo el mundo asume que exigen una inversión potente, un equipo de música digno, una gestión profesional y un control de acceso.

«Las cosas se están haciendo bien, y hay un equipo de gobierno que —al margen de colores políticos, que yo no estoy en eso— cree en la hostelería», señala Diz, a quien las marcas de bebidas le dicen que en estos momentos A Coruña es el quinto sitio de toda España en el que más venden. Y eso que encontrar personal «es una odisea» incluso «pagando auténticas barbaridades». La otra cara es que «los pueblos pierden tirón», como constata Samuel Pousada, presidente de los empresarios de discotecas, que evidencia como se ha perdido casi por completo la contratación de líneas de autobús para ir a los locales nocturnos. «Es algo que habría que potenciar, por seguridad, y que solo se mantiene en casos puntuales específicos», incide.