Sillas Voladoras logra que personas con discapacidad puedan pilotar aeronaves

c. reino BARCELONA / COLPISA

SOCIEDAD

R. C.

Antes no podían obtener licencia para llevar a cabo esta actividad

17 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A la asociación Sillas Voladoras le mueve una máxima de Frida Kahlo: «Pies para qué os quiero si tengo alas para volar». Esta entidad sin ánimo de lucro nació en el 2005 a raíz de la negativa de la administración española de entonces a que los discapacitados pudieran pilotar aviones. Sillas Voladoras ganó un largo litigio en los tribunales. El 8 de agosto del 2008, el BOE publicó la orden ministerial que permitía a las personas con discapacidad motora sacarse la licencia de piloto de planeador, las aeronaves que vuelan con las corrientes atmosféricas. Pero los avances prosiguieron y de no poder obtener la licencia para llevar siquiera un planeador, ya hay dos discapacitados con título de piloto de aviación comercial, ambos socios de Sillas Voladoras, y a punto de iniciar sus carreras profesionales en una aerolínea española. Uno de ellos presenta una lesión en la cadera y el otro tiene el síndrome de Poland, que se caracteriza por la ausencia total o parcial del músculo pectoral. Desde su creación, Sillas Voladoras «defiende y potencia a la personas con discapacidad en las actividades aeronáuticas». Pero ha multiplicado sus funciones y hoy en día es un lobby, una escuela de vuelo, un club deportivo, una entidad que organiza eventos y hasta se ha lanzado al sector turístico, con vuelos sobre la Costa Brava y Montserrat, a unos 250 euros la hora.

Actualmente tiene once alumnos, no todos ellos discapacitados, que se están sacando la licencia de piloto. Su siguiente reto es muy ambicioso. Han comprado una avioneta de cuatro plazas y, mediante un proyecto europeo con varias universidades españolas, quieren convertirla en su punta de lanza para impartir clases de piloto privado con motor, que es el paso previo al de avión comercial. La financiación ha corrido a cargo de MicroBank, el banco social de CaixaBank. Cada aeronave cuesta entre 60.000 y 120.000 euros. Sensación de libertad Sillas Voladoras, explica su vicepresidente, Carlos de Albert, dispone de una flotilla de cinco aviones, con las que «derribar barreras». «Para quien sufre algún tipo de lesión que afecta a su movilidad, pilotar le relaja, le facilita una sensación de libertad total, y es que en el aire no hay barreras arquitectónicas», ilustra De Albert. Un curso de piloto ronda los 3.000 euros, puede durar de seis a doce meses y requiere de un mínimo de 25 vuelos. «Estar más cerca del cielo, donde no importa si puedes andar o no, proporciona una sensación inolvidable», añade. Los cursos de Sillas Voladoras están pensados para cualquier tipo de discapacidad, incluso para personas ciegas que pueden pilotar y aterrizar en el aeródromo, siguiendo las indicaciones de un instructor. «Quien puede pilotar, puede hacer cualquier actividad de la vida diaria», asegura De Albert. «Volar tiene una función terapéutica y también de empoderamiento», apostilla.