20 años de la boda de Felipe y Letizia: lluvia, fiebre, un beso recatado, una pelea entre príncipes y el feo de Juan Carlos I a la madre de la novia
SOCIEDAD
El enlace real más importante de las últimas décadas en España estuvo cargado de anécdotas. Muchas de ellas visibles para todos los españoles, pero también hay otras que pasaron desapercibidas en su momento
22 may 2024 . Actualizado a las 12:32 h.Hace ahora 20 años, la ciudad de Madrid amanecía con lluvia, pero con sus calles engalanadas para una ocasión especial: era la jornada en la que el entonces príncipe heredero, Felipe de Borbón, le juraba amor eterno a la periodista asturiana Letizia Ortiz Rocasolano.
La pareja pronunció sus votos de fidelidad y prosperidad mutua en la catedral de la Almudena ante más de un millar de invitados, en una ceremonia retransmitida en directo por RTVE que siguieron más de 25 millones de telespectadores. Esto es lo que todo el mundo pudo ver de la boda entre Felipe y Letizia. Pero, tras las cámaras y las apariencias, se produjeron todo tipo de anécdotas. Muchas de ellas a ojos de toda España, pero otras muchas que pasaron desapercibidas en su momento.
Día lluvioso y la novia, con 38º de fiebre
A pesar de la fecha, a finales de mayo, que suele ser en Madrid garantía de sol y calor, el día de la boda de Felipe y Letizia amaneció de lo más desapacible. Un día de cielo gris y lluvia que deslució en buena medida la celebración.
La propia Letizia Ortiz tampoco empezó el día con buen pie. Según ella misma le comentó a los periodistas, se había levantado con 38º de fiebre tras una infección de garganta que había sufrido durante los días previos.
Aún así, la futura reina se desenvolvió durante ese día con naturalidad y emoción, y lució a las mil maravillas su vestido de novia, con hilo de oro y plata, por el que Pertegaz solo le cobró 6.000 euros.
Sin «sí, quiero» y con un beso casto
Dos de los momentos más esperados de cualquier boda que se precie no se produjeron en el enlace matrimonial entre Felipe y Letizia. No hubo «sí, quiero». Los novios sí dijeron los tradicionales votos, claro: «Yo, Felipe, te recibo a ti, Letizia, como esposa, y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida», dijo él, en unas palabras que repitió ella a continuación intercambiando sus nombres.
Tampoco hubo beso al término de la ceremonia. Para inmortalizar ese momento, los fotógrafos tuvieron que esperar a que los novios saliesen al balcón de la plaza de Oriente, donde todos los asistentes insistieron en ese gesto de cariño para sellar la unión. Pero no consiguieron exactamente lo esperado: los novios solo se dieron un pequeño y tierno beso en la mejilla acompañado de un abrazo.
Aquellos tiempos «felices» en la Familia Real
La Familia Real al completo acudió a la boda y, viéndolo con ojos de hoy en día, eran tiempos de aparente felicidad. Al menos de puertas para afuera. A la celebración acudieron los padres de Felipe juntos y sus hermanas con sus respectivas parejas. De todos ellos, ya solo permanecen como matrimonio los que se desposaban aquel día: Felipe y Letizia. El resto de la familia directa del actual monarca no aguantó el paso del tiempo con la misma entereza.
Pasarían solo tres años para ver la primera ruptura importante en la Familia Real. Sería el 13 de noviembre del 2007, cuando Elena y Jaime de Marichalar anunciaron su decisión de «cesar temporalmente su convivencia» tras doce años de matrimonio, que culminaría con su divorcio en el 2010. Aunque esto no pilló a la gente por sorpresa. Los duques de Lugo ya sumaban muchos años de rumores de peleas y desavenencias, especialmente a partir del 2001, año en el que el marido de la entonces infanta sufrió una isquemia cerebral mientras hacía deporte en un gimnasio de Madrid.
La siguiente separación sonada sería bastantes años después. El 3 de agosto del 2020, Juan Carlos I, que abdicó en el 2014, voló desde el aeropuerto de Vigo a Abu Dabi, dejando a la que había sido su esposa desde 1962, Sofía, en España. El emérito le escribió a su hijo una carta en la que le informaba sobre su decisión, aunque sin ninguna mención a la que todavía hoy en día es su mujer a efectos legales.
Pocos años después de la partida de Juan Carlos a su nuevo lugar de residencia, fueron Cristina e Iñaki Urdangarin los que decidieron, «de común acuerdo, interrumpir su relación matrimonial». Los duques de Palma ya llevaban tiempo con vidas diferentes a pesar de seguir casados, pero la publicación de unas imágenes del exjugador de balonmano con otra mujer acabó precipitando la decisión de separar definitivamente sus caminos.
El «feo» de Juan Carlos I a Paloma Rocasolano
La tradición manda que la novia acuda al altar del brazo de su padre y el novio, del de su madre. Así lo hicieron Felipe y Letizia, acompañados de Jesús Ortiz y de la reina Sofía, respectivamente. Pero también es parte del protocolo que los consuegros entren juntos. No fue lo que pasó. El rey Juan Carlos I acudió a la ceremonia del brazo de su propia hermana, la infanta Margarita de Borbón, en vez de acompañarse de la madre de Letizia, Paloma Rocasolano, que tuvo que entrar con su hija Telma.
Al parecer, según algunas informaciones, esta ruptura del protocolo se debió a que Rocasolano estaba divorciada y a su condición social, plebeya e hija de un taxista y sindicalista. Se dice que este menosprecio provocó una gran discusión entre Felipe y su padre, y que también fue el germen de las posteriores desavenencias entre Letizia y su suegro.
La sombra de la gran tragedia
La boda de Felipe y Letizia se vio ensombrecida por una de las mayores tragedias vividas en España: los atentados yihadistas sucedidos en Atocha el 11 de marzo, solo dos meses antes de la celebración del enlace.
Esta circunstancia llevó a los novios a hacer cambios sustanciales en sus planes. Cancelaron su fiesta de despedida y también otras citas que estan previstas para los días anteriores a la ceremonia. Y además le pidieron al Ayuntamiento de Madrid que cancelase el gran espectáculo multimedia que iba a desplegar en la ciudad y que usasen ese dinero presupuestado para la construcción del monumento en recuerdo a las 192 víctimas mortales y a los miles de heridos.
La patada de Froilán
Sin duda, uno de los grandes protagonistas de la boda de Felipe y Letizia fue el aún hoy en día polémico sobrino del rey, Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón, hijo de la infanta Elena, que se dedicó durante buena parte de la ceremonia a alborotar a todos los pajes y damitas. Victoria Federica, Juan, Pablo, Victoria López-Quesada y Carla Vigo fueron alguna de las víctimas de sus travesuras.
Una de las imágenes de la jornada fue la de Froilán, que tenía solo seis años en aquel momento, dándole una patada a su prima Victoria López-Quesada, que, por cierto, volvió a tener protagonismo este año, también como dama de honor. En este caso, de Teresa Urquijo en su boda con el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.
Carolina de Mónaco acude sola
Una de las imágenes más comentadas de la ceremonia fue la llegada de Carolina de Mónaco, que acudió sola y muy seria al enlace en la Almudena. Todo esto porque su marido, el príncipe alemán Ernesto de Hannover, se quedó en el hotel para intentar recuperarse de las secuelas de una larga noche de juerga en la discoteca Gabana, que requirió incluso de los servicios de emergencias de la Comunidad de Madrid.
Eso sí, el alemán es de los que se salta las ceremonias, pero no se pierde una fiesta. Y sí estuvo en el banquete posterior al enlace. Se coló por una puerta lateral del Palacio Real sin que nadie lo viera y lo primero que hizo fue acercarse a su prima, la reina Sofía, para disculparse por su ausencia. La monarca le sugirió que les pidiese perdón a los novios, y así lo hizo.
Dos príncipes llegan a las manos
Dos de los invitados a la boda de Felipe y Letizia eran los pretendientes al desaparecido trono italiano, Víctor Manuel de Saboya y el ahora ya fallecido Amadeo de Aosta, que acabaron llegando a las manos, en parte por culpa del alcohol y de los derechos dinásticos de un título que ni siquiera existe ya.
La relación entre ambos ya era mala, y lo cierto es que el equipo de la casa real, conocedor de esto, hizo todo lo posible para evitar cualquier conflicto entre ambos. Tanto en la cena previa como en la ceremonia en la Almudena y en el banquete nupcial, se les asignaron asientos muy distantes entre sí.
El problema vino en la cena íntima que ofrecieron Juan Carlos I y Sofía en La Zarzuela tras el enlace. Lo cierto es que ya habían coincidido antes en el hall del hotel, y se habían comportado. Pero en el banquete posterior, con solo unas cincuenta personas invitadas y la inestimable ayuda del alcohol, el desencuentro entre ambos fue inevitable.
Mantuvieron la compostura durante toda la cena, pero, al finalizar, Amadeo quiso limar asperezas con una palmada en la espalda de su primo y una frase: «Ciao, Vittorio, nos vemos». El alcohol hizo que Víctor Manuel lo viese como una provocación, se giró enfurecido e insultándolo, y remató su brote con dos puñetazos a Amadeo, que permaneció con impasible estoicismo ante la agresión.
Juan Carlos I, al parecer, solo hizo un comentario: «Nunca más».
Discusión entre los familiares de Letizia
En la parte de la familia de la novia también había muchas tensiones latentes, en parte consecuencia del divorcio, cinco años antes, de sus padres, Jesús Ortiz y Paloma Rocasolano.
El abuelo materno de Letizia, Francisco Rocasolano, había sido el alma de la fiesta en la cena de gala de la víspera del enlace. Nada más acabar el banquete, sacó a bailar a buena parte de las mujeres de la realeza, hasta que la propia Letizia le pidió a su primo, que contó esta historia en el libro Adiós, princesa, que lo llevase a casa.
Al día siguiente, sería precisamente él quien protagonizaría un episodio mucho menos simpático. Horas antes de la boda, se produjo un encuentro entre los Ortiz y los Rocasolano, y el abuelo materno de Letizia se abalanzó sobre el padre de la futura reina al grito de «¡Hijo de puta!», que obligó a José Luis Ortiz, abuelo paterno, a intervenir.
Consiguieron separarlos mientras, según narró el primo de Letizia, se seguían escuchando por lo bajo insultos y provocaciones entre ambos, y las modistas peleaban a toda prisa por recomponer los trajes dañados de todos los implicados en la trifulca.