La borrasca del Día D: el pronóstico del tiempo más decisivo de la historia

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Momento en el que las tropas aliadas llegan a las playas de Normandía el 6 de junio de 1944
Momento en el que las tropas aliadas llegan a las playas de Normandía el 6 de junio de 1944 Wikipedia Commons

El acierto de los meteorólogos aliados permitió sorprender a los nazis en las playas de Normandía

02 jun 2024 . Actualizado a las 10:25 h.

En noviembre de 1943 Iósif Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt se dieron cita por primera en el contexto de la Segunda Guerra Mundial en la Conferencia de Teherán. Los dirigentes, conocidos como los «Tres Grandes», acordaron la apertura de un frente occidental integrado por Estados Unidos, Canadá, Francia y el Reino Unido, entre otros, además de garantizar el apoyo necesario a la Unión Soviética en su avance desde el frente oriental contra la Alemania nazi. En la reunión también se negociaron los términos de una gran operación militar a través del Canal de la Mancha dirigido por el general estadounidense Dwight Eisenhower.

Eisenhower pensaba que el tiempo no actúa como un elemento precisamente neutral en una batalla. Al contrario, creía que podría ser el mejor aliado o el peor enemigo. Así que en el diseño de la bautizada como Operación Overlord proporcionó un protagonismo importante al equipo de predictores británicos y estadounidenses que trabajaron de forma conjunta bajo la coordinación de un meteorólogo escocés, James Stagg.

Se decidió que el desembarco de las tropas aliadas se llevaría a cabo en las playas francesas de Normandía entre mayo y junio. Un momento del año en el que la meteorología podría ser favorable y permitiría que las tropas avanzaran en verano. Además, tendría que producirse coincidiendo con luna llena para que hubiera buena visibilidad y, sobre todo, para que la intensa bajamar provocada por las mareas vivas permitiera destruir los explosivos. Los alemanes conocían las intenciones de los aliados, así que no solo blindaron la costa francesa, sino que poblaron sus playas de minas.

Eisenhower se decantó finalmente por aprovechar una ventana de oportunidad que reunía todas esas características y que se abriría entre el 5 y el 7 de junio. El 2 de junio solicitó un informe sobre la previsión meteorológica para dar a conocer la fecha exacta. La presión sobre Stagg y su equipo no podía ser mayor ya que tenía que ofrecer un pronóstico extremadamente fiable a cinco días vista. La vida de unos 130.000 soldados dependía de ello.

Las noticias no eran buenas porque había una borrasca bastante profunda para la época del año situada en el norte de Escocia. El temporal de viento y oleaje iba a ser tan intenso que los nazis descartaron que el desembarco pudiera materializarse en esas fechas. Tanto es así que muchos oficiales se tomaron unos días de permiso. Entre ellos Eugen Rommel, el mariscal a cargo de la defensa de las playas que unos meses antes había afirmado que «las primeras veinticuatro horas de la invasión serán decisivas. De su resultado depende el destino de Alemania. Tanto para los aliados como para nosotros será el día más largo».

En este contexto comenzó a forjarse la historia de la previsión meteorológica más crítica y decisiva de todos los tiempos. Stagg se encerró con su equipo y comenzó a estudiar en profundidad la situación atmosférica. Entre ingleses y americanos había discrepancias porque aunque los datos eran los mismos, usaban diferentes sistemas para anticipar la evolución atmosférica. Los meteorólogos estadounidenses trabajaban con el método de análogos, que consiste en analizar situaciones parecidas del pasado y comprobar qué sucedió al final.

El día 3 la discusión se centraba en la evolución del anticiclón de las Azores. Los americanos creían que las altas presiones suavizarían las condiciones al día siguiente, pero los ingleses sostenían que la presión continuaría bajando. Stagg informó a Eisenhower y el general decidió retrasar la operación hasta el 5 o el 6.

El día 4 empezó estable y soleado, pero fue algo pasajero. A medida que avanzaba la mañana, la situación se iba complicando. Los británicos, que entraron en pánico al ver el cielo despejado al amanecer, respiraron aliviados al comprobar que su pronóstico había acertado. Parte del éxito de esa predicción recayó en Sverre Petterssen, un físico noruego que se había formado en la Escuela de Bergen, donde nació la meteorología moderna a comienzos del siglo XX.

La madrugada del 5 de junio volvió a ser muy tensa porque la presión desde los mandos militares para iniciar el desembarco era cada vez mayor, aunque los meteorólogos volvieron a desaconsejar que se llevará a cabo ese día. Fue Petterssen el que ofreció una solución al señalar que al día siguiente, el 6 de junio, el anticiclón irrumpiría lo suficiente para mejorar las condiciones. Tras alcanzar un acuerdo sobre la fiabilidad del pronóstico, Stagg informó a Eisenhower y el general dio la orden de iniciar la operación la madrugada del 6. El desembarco en las playas francesas se completó con éxito y, lo más importante, permitió coger desprevenidos a los nazis.

19 de junio, la alternativa

Eisenhower confesó años después en sus memorias que también estuvo muy cerca de retrasar la operación el 6 de junio por las malas condiciones meteorológicas. Afortunadamente no lo hizo. La siguiente ventana de oportunidad se abría entre el 18 y el 20 de junio. El propio Stagg describió en su biografía qué habría pasado «En la tarde del 17 de junio una cresta de tiempo tranquilo abarcó la totalidad de las Islas Británicas. A primera vista, parecía el tiempo ideal para el inicio de una gran invasión y las perspectivas parecían favorables varios días. Sin embargo, de forma inesperada, el 19 se desarrolló un fuerte viento del nordeste que sopló con fuerza 6 sobre el Mar el Canal de la Mancha». El temporal fue devastador e impredecible. Ante la urgencia de ejecutar la operación y con aquel pronóstico habría sido una tragedia. Sobre esto Eisenhower le dijo a Stagg. «Agradezco a los dioses de la guerra que fuimos cuando la hicimos».