Berdeogas, aldea de los mil encantos

SOCIEDAD

Castro, iglesia, cruceiro, cementerio, hórreo, palomar, carballeira, un río y silencio, mucho silencio. Y todo en el mismo lugar. Santiago de Berdeogas, en Dumbría, es la aldea de los mil encantos.

22 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo primero que te encuentras al llegar al corazón de Berdeogas es su cruceiro, en el que consta la fecha de su talla, 1797. Y de frente, lo que queda de las sólidas murallas del viejo castro. Su majestuosidad rural aparece camuflada por el verde y los carballos. Una pequeña avenida cuidadosamente pavimentada para uso peatonal esta custodiada por una veintena de plátanos.

Ya a la primera mirada, todo el conjunto ejerce un enorme poder de fascinación que invita a sumergirse en los misterios de un espacio apacible que tiene ciertos efectos sedantes.

Sobre el recinto castreño la historia fue colocando una iglesia, un hórreo, un cementerio y un palomar circular. El cabazo es de dimensiones considerables. Su aspecto más bien tosco le da un atractivo especial. Está entre los de mayor tamaño de la Costa da Morte y tiene la particularidad de que por un lado está sostenido por 16 pies, y por el otro, por 15. Tiene una sola puerta y su tamaño y porte es prueba evidente de la fertilidad de las tierras del entorno.

Al otro lado de la avenida está la casa rectoral. De aspecto noble, pero de arquitectura recia. Su construcción se sitúa por el siglo XVII. La adorna un alpendre con una sólida columna de cantería. Y a su lado, la iglesia, una construcción que fue creciendo a partir del siglo XVI, con posteriores modificaciones y ampliaciones. Modesto García Quintáns, escudriñador de la historia y otros muchos saberes locales, sitúa en 1858 la última gran reforma del templo, con la que quedó tal y como se conoce en la actualidad. Merece la pena subir a su campanario por la escalera helicoidal. Sobre este edificio pesa la historia de una desgracia. El 13 de diciembre de 1853 un temporal derrumbó con estrépito la espadaña del campanario, que se vino abajo de golpe. En ese momento estaban oficiando misa, con los fieles atrapados en su interior. Murieron cinco personas. Un acontecimiento que aún se transmite de forma oral entre las gentes del lugar.

A la derecha del pórtico destacan dos mausoleos que le dan aspecto noble al área. Uno de ellos tiene una inscripción. El atrio está muy cuidado, con el césped cortado y rodeado por un cedro, un castaño, un acebo y, ya más atrás, carballos.

Al pie del yacimiento castreño y de todo el conjunto discurre el río de Berdeogas, cuya orilla se puede recorrer por un paseo, a tramos natural, a tramos con plataforma de madera muy bien cuidada y a tramos pavimentado con piedra. Y todo ello abovedado con robles asentados de viejo. Un lugar escondido a los rayos del sol, que apenas son capaces de traspasar la cubierta de hojas.

El agua canta por veces si discurre por encima de piedras viejas, cuando se remansa está clara y la vista del fondo tiene efectos hipnóticos. Siguiendo la senda, la carballeira se va agrandando. En su día, el Concello de Dumbría instaló unas mesas de piedra para el goce del espacio. En este lugar se celebra cada año la Festa da Familia, a donde van a comer de campo centenares de personas del entorno.

El río va discurriendo a medida que se protege con una murallón natural a su margen izquierda. De su lecho sale un canal que antiguamente alimentaba un molino que forma parte del conjunto y que, al menos, tiene aspecto de estar bien cuidado. Todo el conjunto forma un verdadero refugio para la paz, solo alterada por el susurro sordo del agua y el cantar de los pájaros.

En fin, un conjunto muy al pie de mano. Incluso junto al cruceiro de la entrada hay un restaurante a la medida de todo el conjunto y tan aconsejable como la visita a este pequeño paraíso de la naturaleza y la arquitectura rural. Además, a la entrada de la aldea hay un área de autocaravanas. Pocas cosas en este enclave de Berdeogas son ajenas al buen gusto.