El esquivo artista callejero reparte grafitis de animales por la capital británica y crea un zoológico urbano en una semana
12 ago 2024 . Actualizado a las 15:18 h.Banksy parece empeñado en convertir Londres en el Arca de Noé. En una carrera sin precedentes, el enigmático artista callejero ha desperdigado por la capital británica un puñado de animales de muy distintas especies. En siete días de este tórrido agosto ha conformado un zoológico gráfico que ha dado lugar a todo tipo de especulaciones. Los últimos en llegar al Arca de Banksy han sido las pirañas que parecen nadar en una garita acristalada de la Policía convertida en un acuario y hoy mismo han integrado un rinoceronte en el entorno.
Esta proliferación zoológica ha desatado toda suerte de teorías sobre los objetivos de un Banksy empeñado en mantener con dificultad el misterio sobre su identidad y alimentar así su estratosférica cotización. Y es que el cinco de agosto, lunes, una cámara de seguridad le habría captado al iniciar esta sorprendente serie pintando una cabra montés en equilibrio sobre un pilar. Sin concederse descanso, siguió con dos amistosos elefantes, un lobo aullador, unos pelícanos en plena pesca y un gato desperezándose.
La «penúltima» intervención del enigmático y cotizado artista callejero apareció a media mañana del domingo en la calle Ludgate Hill, en el corazón del viejo Londres. Los agentes de policía documentaron la intervención y abrieron expediente entre transeúntes foto-acribillando la pecera urbana con sus móviles. Antes de que el propio Banksy confirmara su autoría, Scotland Yard comunicó estar «al tanto» de los «daños criminales» causados a la garita.
Banksy habría utilizado un vinilo translúcido para transformar la garita en una acuario en el que nadan lo que parecen pirañas, una figuras diferentes y perfiladas con más detalle que las siluetas negras estarcidas con las que el esquivo artista ha salpicado la capital y británica, confirmándose como un mago del márketing y la autopromoción.
Cabra crítica
La primera pieza de la serie zoológica fue una cabra de montaña encaramada a un pilar del que se desprendían algunas rocas bajo la vigilancia de una cámara de seguridad. Apareció en la desnuda pared de un edificio Kew Green, en Richmond, al suroeste de Londres. Se aventuró que el grafitero criticaba la falta de privacidad en los espacios públicos o que simbolizaba a «la raza humana al borde de la extinción».
La segunda pieza apareció al día siguiente. Son dos elefantes amistados, mirándose cara a cara y aproximando sus trompas a través de dos ventanas tapiadas de un edificio del barrio de Chelsea. Se ha sugerido que es la representación gráfica de la expresión «un elefante en la habitación», eufemismo para referirse a esa evidencia que no queremos ver.
Si había dudas de que se tratara de una serie, se disiparon al día siguiente. El miércoles 7 aparecieron tres monos colgando de sus colas o sus brazos en un saliente del puente de la estación de metro de Shoreditch High Street. Se especuló esta vez con que podrían ser los simios sabios japoneses y su famoso proverbio «no ver, no oír y no hablar el mal», aunque ninguno de los primates se tapa los ojos los oídos o la boca.
La quinta pieza mostraba un lobo aullando que Banksy estarció en una antena parabólica anclada sobre un tejado del barrio de Peckham, al sureste de Londres. Solo un puñado de privilegiados pudo verla fugazmente. Antes, quizás, de que se secara la pintura unos encapuchados se encaramaron al tejado y se hicieron con la parabólica. Nadie detuvo a los cacos de un robo más que previsible. En su anterior intervención en Peckham, en diciembre de 2023, Banksy reivindicó el «no a la guerra» pintando aviones militares sobre una señal de Stop que fue robada a las pocas horas.
El robo no hizo cesar a Banksy en este tour de force animal. Retocó al día siguiente en el letrero del Bonners Fish Bar, un bar de pescado del barrio de Walthamstow. Pintó dos pelícanos atrapando a otros tantos peces, uno de ellos el del propio cartel del destartalado local, un viejo fish and chips revalorizando con la intervención.
La serie continuó el sábado en el barrio de Cricklewood, al noroeste de Londres. donde el grafitero pintó la silueta de un gato negro estirándose sobre una ajada valla publicitaria. La valla fue retirada con la obra de Banksy, que a buen seguro reaparecerá en el mercado. Alegando motivos de seguridad, el dueño la desmanteló y dijo que «donaría» la pieza a una galería de arte.
Antes de este estallido animal, la última intervención del popular grafitero de Bristol tuvo lugar en marzo. Entonces roció con pintura verde una desnuda pared tras un árbol podado, creando la ilusión óptica de una frondosa copa y dotándolo de nueva vida.
Todo un tesoro
Poseer un Banksy es tener un tesoro. Tras ser adjudicada en el 2018 en una subasta en Sotheby's por 1,2 millones de euros, el triple de su precio de salida, Niña con globo se autodestruía con el último golpe de martillo del subastador mediante una trituradora de papel oculta en la parte inferior del marco. Tres años después, en octubre de 2021, se pagaron 21 millones de euros por la pieza hecha trizas y renombrada por el artista como El amor está en la papelera. Con 13 millones de seguidores de Instagram, sus obras se han visto ya en el MoMa de Nueva York o el Museo Británico de Londres y se las disputan las casas de subastas internacionales.
Banksy ha logrado mantener su anonimato desde que saltó a la fama en los años 90. Su piezas aparecen en diversos rincones del mundo, causando un gran revuelo de Estados Unidos a Ucrania, pasando por Gaza o Cisjordania, y con alta frecuencia en el Reino Unido.
En marzo de 2021 uno de sus dibujos titulado Game changer (Cambio de las reglas del juego) se adjudicó en Christie' s por 19,4 millones de euros, duplicando su marca anterior. Era su homenaje a los sanitarios por su labor en la pandemia y se anunció que el dinero de la subasta iría en su totalidad al sistema público de salud británico. Hasta entonces las piezas más caras de Banksy eran el lienzo Devolved Parliament (Involución en el parlamento), su sulfúrica visión de la cámara de representantes británica con monos en los escaños subastado en 2019 en Sotheby's por 10,2 millones de euros, y el paródico Show me the Monet (Muéstrame el Monet) por el que se pagaron 8,2 millones.