La ciencia descarta la relación entre móviles y cáncer tras 30 años de investigación

álvaro soto COLPISA

SOCIEDAD

Un estudio encargado por la OMS ofrece resultados «tranquilizadores» y subraya que las ondas de los teléfonos no superan «los límites de seguridad»

05 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Tres décadas después, la ciencia acelera para acabar con una de las creencias colectivas más extendidas, esa que sostiene que los móviles se sujetan sobre la cabeza y emiten ondas, y por lo tanto, pueden causar cáncer cerebral. Ahora, y tras recibir el encargo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un grupo internacional de investigadores acaba de publicar un metaanálisis que concluye que los teléfonos móviles no provocan cáncer. Los autores de este estudio, liderados por el científico australiano Ken Karipidis, uno de los mayores expertos mundiales en las consecuencias de las radiaciones en la salud, llegan a esta conclusión tras analizar 63 informes epidemiológicos publicados entre 1994 y 2022, seleccionados a su vez de entre más de 5.000 artículos, y en los que han participado millones de personas en 22 países.

Los resultados muestran que no existe una asociación entre un aumento significativo en el riesgo de los tipos de cáncer más investigados, como el glioma, el meningioma o el neuroma acústico, y los teléfonos móviles. Los autores han analizado diferentes variantes, como el tiempo transcurrido desde que una persona comenzó a usar su dispositivo, la cantidad de llamadas realizadas o su duración, y han extendido su búsqueda a otros tipos de cáncer o a las antenas de telefonía, también sospechosas habituales a la hora de buscar culpables y causa, durante años, de movilizaciones entre los vecinos que residían cerca de alguna de ellas. Pero la conclusión es siempre la misma: no hay evidencia entre la utilización de teléfonos y el cáncer.

En un artículo publicado en The Conversation, Karipidis subraya que los resultados «son muy tranquilizadores porque significan que nuestros límites de seguridad son protectores». «Los móviles emiten ondas de radio de bajo nivel inferiores a estos límites de seguridad, y no hay pruebas de que la exposición a ellas tenga un impacto en la salud humana», agrega.

La preocupación por la posibilidad de que los móviles provocaran algún tipo de tumor se disparó en 2011, cuando la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), también dependiente de la OMS, calificó las radiaciones emitidas por los teléfonos en la categoría de «posiblemente carcinogénicas para los humanos». Aunque esta entidad subrayaba que las conclusiones no eran sólidas y que hacían falta más estudios, aquella declaración, que se basaba en informes que encontraron asociaciones entre el uso de móviles y ciertos tipos de cáncer cerebral, como el glioma y el neuroma acústico, extendió la idea de que los móviles y las antenas provocaban cáncer.

Conclusiones «sólidas» Alberto Nájera López, profesor de Radiología y Medicina Física en la Facultad de Medicina de Albacete, subraya que «las conclusiones son sólidas y están respaldadas por estudios de calidad». Nájera, que también es director científico del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), añade que el metaanálisis de Karipidis ha observado los efectos del uso masivo de móviles y ha analizado series epidemiológicas y datos de exposición, y «no ha encontrado una razón para pensar que está en riesgo claro de cáncer por usar su móvil o por vivir cerca de una antena de telefonía».

La secretaria científica de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y oncóloga médico del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, Isabel Echavarría, incide en la idea de que esta nueva investigación «está muy bien hecha » y aporta «tranquilidad porque descarta la asociación entre los móviles y los tumores».

Sin embargo, la ciencia es cambiante, igual que lo es la tecnología, y nuevas evidencias pueden hacer cambiar la perspectiva respecto a las radiaciones. En este sentido, Alberto Nájera recuerda que los autores recomiendan continuar con la vigilancia epidemiológica, sobre todo en nuevas tecnologías como el 5G, donde «la evidencia es aún limitada y algunas incertidumbres persisten, especialmente en relación con exposiciones a largo plazo y en subgrupos de la población más susceptibles».