Los motivos por los que Elsa ha sido la primera concursante expulsada de «Gran Hermano» tras casi un mes de concurso

P. V. LA VOZ

SOCIEDAD

Elsa le comunica a Edi que ha sido expulsada de la casa
Elsa le comunica a Edi que ha sido expulsada de la casa MEDIASET

La salida de la vasca ha sorprendido a la mayoría de habitantes de la casa de Guadalix, especialmente a Edi y a Ruvens, pero la audiencia tenía motivos más que sobrados para prescindir de ella

30 sep 2024 . Actualizado a las 22:02 h.

Elsa se ha convertido en la primera concursante expulsada de la actual edición de Gran Hermano después de más de tres semanas de concurso. La única de esta edición de anónimos que ha salido verdaderamente de Guadalix de la Sierra y pisado el plató, tras seis expulsiones en falso que lo único que hacían era cambiar a los concursantes de vivienda. La decisión de la audiencia dejó boquiabiertos a prácticamente todos los habitantes de la casa, tanto por el día elegido, un domingo, como por la persona expulsada. Casi ningún concursante entendía por qué; tampoco ella misma, como le explicó en persona al gallego Edi, que no salía de su asombro. La audiencia, sin embargo, tenía motivos más que sobrados.

La concursante vasca y su grupo de amigos —«La habitación azul», como se les conoce tanto en redes como dentro de la casa— entraron en el concurso presumiendo de astucia, sinceridad, estrategia y conocimiento exhaustivo de las idiosincrasias de Gran Hermano como concurso. Y, acto seguido, fueron cometiendo, uno a uno, los errores más imperdonables que se pueden cometer en el reality. Pasaron en tiempo récord de encabezar los ránkings de favoritos a ponerse a la cabeza de los más odiados. Y todo por méritos propios.

Elsa destacó desde un primer momento por un temperamento firme y un criterio propio tan loable como inflexible. Un carácter que en un primer momento la colocó como una firme candidata para llegar lejos en el concurso. Su inicial discreción y su capacidad de escucha en los primeros días le granjearon el respeto de la audiencia y de muchos de sus compañeros. Pero lo que primero era determinación tornó, con el paso de los días, en simple bordería. La bilbaína, dentro del grupo que se iba haciendo fuerte merced a las —fingidas— expulsiones del bando contrario, pronto empezó a imponer sus normas como si estuvieran labradas sobre piedra. Habrían de sentarse todos juntos a la mesa a comer y también a la vez levantarse de ella, decretó. Hablarían para exponer un tema sensible en la mesa solo cuando a ella le viniese bien. Deberían abandonar la estancia si a ella no le venía bien que alguien estuviera allí. Sus tiránicas formas fueron uno de los clavos de su ataúd.

Metomentodo y revientatramas

La joven también destacó por su firme propósito de intervenir en todas las tramas en las que podía, generalmente con afán destructivo. Una metomentodo de manual, ayudada por su condición de psicóloga y guía moral de sus compañeros, que se empeñó en arruinar uno de los primeros —y prometedores— romances de la edición, el de Violeta, una de las grandes favoritas desde los inicios, y el gallego Edi. No estuvo sola en esa tarea. También su compañero de los azules, Ruvens, hizo mucho por llenar la cabeza del fisterrán con todo tipo de sospechas hacia su chica deseada. Y lo consiguieron. Se convirtieron ambos en ese animal de reality tan detestado, el de revientatramas. Tras una conversación con Elsa, Edi decidió romper su incipiente relación. Aunque para muchos la vasca no solo malmetía para ayudar a su amigo, sino también para eliminar una rival por el corazón el guapo gallego. En el debate del domingo, ante preguntas de los colaboradores, la expulsada se sonrojaba y sonreía nerviosamente al ser cuestionada sobre la posibilidad de estar enamorada de Edi.

La relación de Elsa con algunos chicos de la casa también ha sido de sus aspectos más controvertidos. Un acercamiento que no era el mismo con todos —ni con todas—, como ella defendió luego en plató. Solamente con aquellos, casualmente, por los que alguna de sus compañeras de la casa había manifestado algún interés romántico o sexual. Sí es cierto que la vasca tuvo muestras de cariño para todos sus amigos y amigas, pero en ningún caso fue el roce tan intenso como con Edi —especialmente con él—, Manu o Adrián, los tres chicos que ya tenían algún amago de trama carpetera dentro de la casa.

No se sabe si por estrategia, por interés romántico o por marcar territorio como centro de atención de su grupo de amigos masculino —lo que se conoce en el argot actual con el anglicismo pick me girl—, Elsa se vio en medio de las suspicacias de sus compañeras, especialmente de Violeta y de Laura, que veían en su comportamiento con ciertos chicos un intento de provocación. Una táctica para propiciar eventuales conflictos en los que luego podía aducir malentendidos y celos irracionales por parte de las chicas.

Matonismo y marginación

Uno de sus mayores errores lo tuvo con Óscar, el otro vasco de la edición y que pasó de ser de los más odiados a los defendidos a muerte en redes sociales. Y, en buena parte, gracias a la inestimable labor de Elsa. Ambos eran aliados y se defendían mutuamente. El donostiarra llegó a evitar que fuese nominada por Maica, y así se lo hizo saber a ella. No tanto por malmeter contra la murciana, sino para demostrarle su aprecio de cara a fortalecer su alianza. Pero, en un acto de deslealtad inusitado, a Elsa le faltó tiempo para vender a su paisano. Precisamente ella, que presumía de lealtad y acusaba de falsedad a Óscar.

La actuación de la vasca, que hizo que Maica, el último apoyo de Óscar en la casa, le diese la espalda al profesor de equitación, fue el aguijón definitivo para convertirlo en el gran apestado de la casa. Prácticamente todo Guadalix le dio de lado, lo marginó y consiguió, con ello, volverlo la primera gran víctima de la edición. Con comportamientos por parte de sus compañeros que han rozado, en muchos puntos, el bullying.

Estos supuestos expertos en Gran Hermano acabaron haciendo, a la postre, un gran error de primero de reality. Porque la marginación exacerbada pone a un concursante mucho más cerca del maletín. Y el matonismo de patio de colegio se castiga con ristras de expulsiones del grupo que ostenta el liderazgo.

Los del grupo azul lo hicieron con Óscar y lo repitieron con Violeta, a la que por alguna razón, sin haber tenido ella una palabra más alta que la otra, detestan irracionalmente. La que fuera Miss Toledo ha entrado con hándicaps varios que ya le pesaban como una insoportable carga. Y a ello se sumó después la actitud de desprecio de algunos de sus compañeros. Solo la han hecho más fuerte.

Una sinceridad que no es tal

Dime de lo que presumes y te diré de qué careces, se suele decir. Y todo lo cumple Elsa. La que alardeaba de hacerlo todo por el bien de sus compañeros se ha dedicado a cargarse el concurso de sus más queridos; la que se vanagloriaba de su lealtad fue la primera en entregar a la primera de cambio la cabeza de uno de los que siempre le había demostrado adhesión a su causa; y, por supuesto, la que más se pavoneaba de su sinceridad y valentía ha mostrado evidentes muestras de cobarde falsedad.

Hubo un aspecto clave donde su cacareada sinceridad se vio ocultada por su inescrutable y adusta expresión facial y una repentina mudez. La más notoria lo hizo a la vista de todos. Elsa fue quien descubrió en el confesionario la verdad de las mellizas Lucía y Silvia, que desencadenó la —falsa— expulsión fulminante de esta última. Tras descubrir el programa las falsas coartadas de los concursantes, Jorge Javier Vázquez le dio en directo la posibilidad de confesárselo a una de las hermanas. En pleno directo, la vasca permanecía impasible y fría, para sorpresa de la audiencia.

Tuvo una segunda oportunidad. En un encuentro cara a cara con Silvia, que ya conocía que Elsa había sido la delatora, también permaneció callada. E incluso se atrevió a tratar a la melliza con imperturbable soberbia.

Pero su falsedad no se limitó a las gemelas. Con Violeta fue especialmente flagrante. La vasca tuvo muy mala baba contra ella por detrás, pero no mostró ni la décima parte de esa inquina a la cara. Y otro tanto con una de sus compañeras de grupo, Laura Galera, a la que llegó a ridiculizar en varias ocasiones —por sus celos con Manu— para luego escudarse en que nunca había tenido ninguna intención dañina.

Elsa se ha convertido por estos motivos y más en la primera expulsada del retornado Gran Hermano de anónimos. Ha sido la que menos apoyo ha tenido para formar parte del cásting final de 17 concursantes, que en esta ocasión histórica decide la audiencia. Esta semana habrá otra persona expulsada. Y todo apunta a que el punto de mira sigue estando en ese bando de los azules que hasta ahora se creía intocable.