Yolanda Rodríguez, psicopedagoga: «Los adolescentes piensan que tienen que tirarle del pelo a la mujer para que goce»
SOCIEDAD
La investigadora ourensana alerta sobre las carencias en educación sexual, la ciberviolencia y la falta de conciencia del riesgo entre los menores
03 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Yolanda Rodríguez Castro (Ourense 1973) es doctora en Psicopedagogía y ejerce la docencia tanto en la Facultad de Educación y Trabajo Social del campus ourensano como en la UNED, donde es tutora. Pero además forma parte del grupo de investigación PT1 Salud, Sexualidad y Género de la UVigo y lleva más de una década investigando las ciberviolencias sexuales relacionadas con adolescentes. Desde esa faceta habló en la apertura oficial del curso de UNED Ourense sobre los desafíos para afrontar las agresiones a menores a través de las redes sociales.
—Oímos hablar mucho sobre «grooming», «sexting» y acoso sexual con imágenes pero tratándose de menores, ¿hay diferencias entre ellos?
—Todas son manifestaciones de las ciberviolencias sexuales, pero son distintas. El grooming es abuso sexual a menores, lo que en español definiríamos como engatusamiento porque está implicado un adulto que se vale de artimañas. Crea un perfil falso para ganarse la confianza del menor con la finalidad de obtener alguna satisfacción sexual. Normalmente una vez que consigue las imágenes de tipo erótico que pide, empiezan las amenazas y coacciones para quedar en persona. El último estudio que hicimos sobre esta ciberviolencia refleja que el 7,3 % de los adolescentes ourensanos, 87 menores en concreto, estuvieron en esa situación de peligro.
—Pero en alguno de esos tipos, el envío de material es entre los propios adolescentes.
—En el sexting, concretamente y, de hecho, el envío, recepción e intercambio de mensajes de texto, fotos o vídeos con contenido sexual, está normalizada en chicos y chicas. Se ha convertido en una forma de ligar y ellos lo consideran hasta divertido. En nuestra investigación, el 52,8 % de los adolescentes ourensanos contaron que practican sexting de forma habitual. Más de la mitad de la muestra de algo más de mil cien menores con la que trabajamos. El problema está en que un 7,7 % de ellos, es decir 99 menores, también reconocían estar siendo extorsionados. Enviaron ese contenido voluntariamente, sí, pero después se encuentran con que los chantajean para que envíen más con la amenaza de que si no lo suben a redes o lo difunden. En ese punto el intercambio consentido pasa a ser sextorsión, violencia, como también lo es el reenvío, sin consentimiento de la otra parte.
—Teniendo en cuenta que esa violencia parte de una práctica que ellos ven tan natural, ¿hay forma de concienciarles sobre los riesgos?
—Hay que trabajar para que sean capaces de verlo, igual que hay que explicarles que tanto cuando les piden imágenes desnudas como cuando se las envían sin haberlas pedido, están sufriendo un acoso sexual. El 21,1 % de las chicas ourensanas de 14 a 18 años han recibido fotos de penes en sus móviles sin haberlo solicitado. Y eso tiene una intención implícita de reciprocidad para que ellas les devuelvan imágenes similares. Y luego está lo último: utilizar esas imágenes para crear contenido nuevo con inteligencia artificial.
—¿Está muy extendido?
—En los estudios que estamos haciendo cada vez más adolescentes varones reconocen abiertamente que ellos crean sus propios contenidos pornográficos usando como base fotos que van teniendo. Para las víctimas tiene un coste emocional y psicológico tremendo porque a veces la imagen que enviaron ni siquiera tenía contenido erótico. Lo que hacen es mezclar. Tienen incluso grupos de wasap en las que depositan todas las fotos y elaboran sus propios vídeos.
—¿Es lo que se llama pornovenganza?
—No siempre. A veces lo es porque quienes lo hacen son exparejas, pero muchas veces ese abuso sexual a través de imágenes lo ejerce la persona con la que están en la actualidad.
—¿Cómo explica que en esta época, en que la sexualidad ya no es un tabú, los adolescentes caigan tan fácilmente en estas trampas?
—Porque no se habla de sexo como debería hacerse. ¿Por qué? Porque incluso nuestro colectivo docente no está formado. Nuestros adolescentes se educan, fundamentalmente, a través de la pornografía. Ellos piensan que eso es lo normal, que es como se debe materializar una relación sexual. El 70 % de los adolescentes consume pornografía de forma frecuente y esa forma de ver la sexualidad impacta muchísimo. El porno no es más que una forma de violencia y lo que hacen ellos es introducir esa violencia en sus conductas sexuales. Tanto quienes la ejercen como quienes son víctimas creen que es lo normal. Los adolescentes piensan que tienen que tirar le del pelo a la mujer para que goce. Tienen una distorsión total de lo que es la sexualidad.
—¿Qué papel debe jugar la escuela y cuál la familia en esa tarea?
—Tenemos un problema. Existe un miedo social a formación sexual de los adolescentes. Una gran mayoría de la población cree que si tienen esa educación van a iniciar su actividad sexual antes. Sin embargo los estudios científicos avalan lo contrario. No solo retrasan el inicio de las relaciones sino que son más responsables y asumen menos riesgos porque son conscientes de lo que puede venir. No puedes negarles esa formación si luego están hasta las dos o las tres de la mañana en sus habitaciones usando internet y nadie los controla. El 87 % de los adolescentes ourensanos utilizan internet sin supervisión parental. Nosotros les ponemos un móvil en las manos y no nos preocupamos ni de lo que ven ni de lo que se dicen en los grupos. Y ahí responsabilidad tenemos todos.