La exmodelo eslovena promete ser de nuevo el gran aval del diseño del Viejo Continente en la Casa Blanca
08 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Vuelve Melania Trump y con ella regresa la moda europea a la Casa Blanca. Para la exmodelo eslovena, América no es lo primero, como reza el lema de su marido. En su primera experiencia como primera dama de Estados Unidos, cuando Donald Trump ganó las elecciones de 2016, no recibió una cálida acogida por parte de la industria de la moda del país. Varios diseñadores manifestaron su negativa de vestirla como protesta por el ideario político del magnate. Ella dio un bofetón sin manos y depositó su confianza en las marcas de lujo más prestigiosas del otro lado del Atlántico, convirtiéndose en icono de estilo.
Melania Trump abandonó la Casa Blanca tal y como llegó: con un estilismo impecable emulando a Jackie Kennedy. Para convertirse en primera dama, eligió un conjunto de dos piezas con bolero de cuello alto cruzado en el pecho confeccionado en cachemira azul celeste de Ralph Lauren, uno de los pocos estadounidenses de su vestidor. Fue el veterano diseñador neoyorquino el que se atrevió a vestir a una mujer que se vio, sin comerlo ni beberlo, perjudicada por la imagen de su marido. Para aderezar el exquisito look de Ralph Lauren, la entonces primera dama se decantó por unos guantes largos y unos salones de vértigo a juego. Y, cuatro años después, en su despedida de la Casa Blanca, de riguroso negro, jugó con la misma fórmula: unos tacones de infarto de Louboutin, unos guantes largos negros como su intachable Chanel —la firma favorita de Jackie Kennedy— de dos piezas y gafas de sol de la firma Bottega Veneta. Y, como guinda, un maravilloso y codiciado bolso Birkin de Hermès.
Son solo dos de los conjuntos con los que devolvió a Washington el glamur de otros tiempos. De los tiempos de Jackie Kennedy, la primera dama mejor vestida de la historia, con permiso de la estilosa Melania, que conjuga una fabulosa percha con un estilo que ha ido refinando con el paso del tiempo y su nuevo rol, en el que parece sentirse cada vez más cómoda.
No eclipsar a su marido
Y es que Melania Trump, con sus sonrisas forzadas, su cara de pocos amigos y sus miradas intimidantes, superó en popularidad a su marido en poco tiempo, despertando cierta simpatía en algunos sectores. Cuando ambos aparecen en escena, la eslovena arrebata el protagonismo a su polémico esposo. Por eso mismo, en sus dos últimas apariciones ha tratado de ser lo más discreta posible. Tanto cuando acudió a votar, con un vestido camisero negro con lunares blancos de Christian Dior que ya se había puesto en otra ocasión, como cuando acompañó a su marido en el escenario tras saberse ganador de las últimas elecciones, con un sobrio y elegante traje gris de la misma marca francesa.
Precisamente de Dior vistió para su enlace con el magnate, en el 2005. Fue entonces la única ocasión en la que Melania fue portada de la versión estadounidense de Vogue, en la que fue denominada como «la nueva novia de Trump». Más allá del titular con mala idea, la cuestión es que todas las primeras damas de EE.UU. han aparecido en la portada de la revista que dirige la todopoderosa Anna Wintour, a excepción de Melania. Dicen que se le ofreció una entrevista y una sesión de fotos, pero no se le aseguró ser portada, por lo que la eslovena declinó la oferta. Frente a este segundo mandato Melania ha vuelto a decir que tiene cosas más importantes que hacer que posar para la revista. Una guerra abierta entre Melania y el sector de la moda que entra en un nuevo capítulo.