La historia de Diego Bello: cómo el asesinato de un coruñés en Filipinas alertó al mundo de los excesos del régimen de Duterte
SOCIEDAD
RTVE Play acaba de estrenar el documental «Justicia para Diego», que relata cómo una supuesta operación antidroga sirvió para ocultar un crimen cometido por tres policías de la isla de Siargao. Los 135 minutos de duración siguen dejando preguntas sin resolver: ¿quién encargó matar a Diego y por qué?
08 ene 2025 . Actualizado a las 09:13 h.«Diego Bello representa a las miles de personas que fueron asesinadas en la guerra contra las drogas. Es una esperanza porque muchos no pudieron tener un caso, un expediente contra los demandados; y esto se debe a que la familia nunca desistió». Tuvieron que pasar años hasta que Jacqueline de Guia, directora ejecutiva de la Comisión de Derechos Humanos de Filipinas, pudo dar esta declaración. La recoge el documental Justicia para Diego, que ya está disponible en la plataforma RTVE Play y que este miércoles 8 de enero emitirá La 2 a las 21.00 horas. El lanzamiento del programa coincide con el quinto aniversario de la muerte de este coruñés en la isla de Siargao, un crimen que puso en el foco mundial los excesos del régimen del entonces presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte.
El 8 de enero del 2020 los informativos de ese país dieron cuenta del poder que tiene un buen relato. La familia y los amigos de Diego acababan de descubrir que este chico de 32 años, que se comía la vida a bocados, acababa de fallecer por el impacto de varios disparos —tenía heridas de bala en la cabeza, el pecho, el abdomen, el glúteo y el pie—. Sin apenas tiempo para llorar debieron ponerse a trabajar para limpiar su nombre. «La policía mata a un español en defensa propia», «El sospechoso estaba considerado el narcotraficante número uno de la zona», fueron algunos de los rótulos que acompañaban a la información confusa que comenzaron a ofrecer los principales medios de comunicación filipinos, en un contexto en el que la cruzada contra las drogas era la principal obsesión de Duterte. En España nadie entendía nada, en Siargao tampoco.
Diego llegó a Siargao en noviembre del 2017. La considerada como la isla más bonita de Asia por publicaciones como Traveler, comenzaba entonces a estar en el foco de turistas y emprendedores extranjeros que querían pasar una temporada en el paraíso. Sin embargo, acabó aquí por casualidad. «Era una persona muy cariñosa, muy sana y muy inquieta. No podía pasar más de cuatro meses en el mismo sitio», comenta su padre en el documental. A su corta vida, y aunque adoraba A Coruña —a donde regresaba cada verano—, ya había vivido en Londres, Honduras y Australia, a donde tenía pensado volver, pero un problema con la visa le cambió sus planes. Mirando cada mañana al Pacífico pronto se hizo con la isla de Siargao. No solo hizo amigos, sino que comenzó a emprender diferentes negocios que generaban las envidias sanas de sus allegados y mucho recelo entre figuras poderosas de la isla, que empezaron a fijarse más de la cuenta en las actividades que realizaba Diego y en el tipo de negocios que montaba en un territorio donde era forastero.
Arrancó su andanza con un hostal que era el punto de reunión del grupo, numeroso, de amigos del coruñés. Luego llegó el turno de Mamon, la marca de ropa de surf cuyas prendas luce en Justicia para Diego todo su círculo, y reventó la máquina cuando puso La Santa a funcionar. Como explican sus amigos Pedro y Arturo, se trataba de una fiesta de electrónica pensada para turistas de la que «se acabó hablando hasta en Manila». Al tratarse de un negocio nocturno, muchos vecinos comenzaron a ver con malos ojos el evento.
La noche del asesinato
La noche del 7 de enero del 2020, Diego cerró Mamon antes de ir a La Santa. Primero iba a pasar por casa para dejar el dinero recaudado, pero nunca llegó a entrar. En su hogar lo esperaba Jinnah, su pareja, que empezó a escuchar disparos, por lo que alertó a Arturo y Pedro, quienes cogieron su moto y se desplazaron al lugar del ataque. Antes de poder constatar el fatal desenlace se encontraron con unos agentes de policía. «Nos pusieron de rodillas y nos apuntaron con un arma. Al preguntarles, muy asustados, qué pasaba, nos dijeron que Diego estaba vendiendo cocaína».
A partir de aquí empiezan a suceder una serie de acontecimientos que, cinco años después de la muerte de Diego, todavía no se han esclarecido. El cuerpo de Diego, sin vida, apareció en un descampado pegado a su casa. «Está con una riñonera y una pistola en la mano», continúan relatando sus amigos, que en ese momento ya sospechan que el cadáver de su amigo ha sido «manipulado y colocado».
Con la maquinaria en marcha, la muerte de Diego se traslada a la ciudadanía como una operación antidrogas en la que la policía atacó al joven en defensa propia. Antes de que a la versión oficial le salieran aristas, el temor inundó la isla de Siargao. El paraíso pronto se convirtió en un infierno del que salieron huyendo buena parte de los españoles que residían en la isla. «Nos daba miedo ser vistos en público porque no sabíamos si también éramos objetivo de la policía. A las 48 horas, y habiendo perdido a un amigo y toda nuestra vida, nos volvimos a España», cuenta el socio de Diego en La Santa.
En esta parte del mundo se encontraban Alberto y Pilar, padres de Diego; y Bruno, su hermano. A lo largo de la hora y media que dura el documental se comprueba cómo el tiempo no solo no ha borrado la figura de Diego, sino que el crimen cometido contra su hijo y hermano los ha vuelto invencibles ante una injusticia para la que, aún devastados, siempre tendrán fuerzas. Llevan un lustro movilizando cielo y tierra para limpiar su nombre, y están a punto de conseguirlo.
Alberto Benavente era agregado del Ministerio del Interior de la embajada de España en Filipinas cuando mataron a Diego Bello. Este policía nacional comprobó que el muchacho «estaba limpio tanto en España como en Filipinas», lo que levantó las primeras sospechas de que algo no encajaba. Con una investigación nacional en marcha y otra de la Comisión de Derechos Humanos de Filipinas, empezaron a saltar preguntas que no hacían más que enturbiar los hechos oficiales. Diego no llevaba ninguna riñonera, como se comprobó en las imágenes de esa noche de La Santa, minutos antes de ser abatido. Tampoco parecía tener mucho sentido que si se trataba del «número uno del narcotráfico en Siargao» fuese vendiendo diez gramos de cocaína en la puerta de su casa; ni se sostenía que aparecieran restos de sangre en un callejón próximo al domicilio de Diego, pero no donde apareció el cuerpo.
La llegada del confinamiento
El covid pilló a la plataforma Justicia para Diego funcionando a pleno rendimiento. Amigos y familiares querían que el caso avanzase, se conociese, para esclarecer unos hechos que indicaban que la muerte del joven había sido un asesinato que parecía tener una causa multifactorial. Lo explican los amigos de Diego cuando cuentan que ellos mismos habían sufrido amenazas de muerte en el 2019 «por nuestros negocios de ocio nocturno». «Querían sacar todos los negocios de extranjeros (...), y a Diego además lo que hacía le funcionaba, y a otros que eran vecinos de Siargao no. En la isla o lo querías o lo odiabas».
Vicente Panuelos, Ronel Azarcón y Nido Boy Esmeralda fueron los tres agentes implicados en la muerte de Diego. En septiembre del 2021 se les imputaron los delitos de asesinato, falsificación de pruebas y perjurio, y se decreta su entrada en prisión. El pequeño alivio que, como relata Pilar, le supuso esta confianza en la justicia, pronto se empañó tras descubrirse que estos policías se habían dado a la fuga.
A partir de ahí el nombre de Diego Bello llegó a la embajada de Filipinas en Madrid, pero también a Estrasburgo, donde eurodiputados de todo signo político comenzaron a ejercer una presión que puso las relaciones de España y Filipinas en jaque. Finalmente, los policías se entregaron en febrero del 2023, quedando aún a día de hoy una pregunta sin responder: ¿quién encargó el asesinato de Diego Bello?
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El juicio por el crimen de Diego Bello va lento, pero la familia confía en que se repare el honor del joven. Su propia madre, según se puede ver en el tráiler del documental, reflexiona sobre que su hijo se volvería «loco» si llega a enterarse de cómo «le han manchado el nombre». Las vistas arrancaron en septiembre del 2023 y, en este punto del proceso, la jueza «está llamando a testigos y expertos en balística con el objetivo de determinar si alguno de los disparos fue hecho a bocajarro, lo que desmontaría del todo la teoría de defensa propia», indicó hace unos días Francisco Lafuente, tío de Diego.