Expertos en salud digital creen que los menores deben aprender a aburrirse

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Uno de cada cuatro adolescentes pasa más de ocho horas al día conectado al móvil
Uno de cada cuatro adolescentes pasa más de ocho horas al día conectado al móvil XOAN A. SOLER

Cuestionan que las familias estén actuando contra el riesgo de las pantallas

27 ene 2025 . Actualizado a las 17:15 h.

Cada vez hay más estudios e informes, como el que acaba de publicar la empresa de seguridad digital Qustodio, en los que aparentemente se aprecia una preocupación creciente de los padres por la exposición de sus hijos a los dispositivos digitales y por los riesgos que asumen en las redes sociales. Sin embargo, también hay expertos en salud y en tecnologías de la información que cuestionan estos datos o que, al menos, están convencidos de que esa supuesta concienciación no se está traduciendo en acciones efectivas para proteger y educar a los menores.

«Yo tengo la percepción —y es algo muy subjetivo— de que en estas encuestas no hay una completa sinceridad. No creo que haya un despertar y basta con bajar a la calle para verlo», dice Pavel Sidorenko Bautista, experto en comunicación digital de la Universidad Internacional de La Rioja, que lo explica con su propia experiencia. «Estaba comiendo con mi familia —tengo dos niños— y llegó otra familia también con dos niños, uno de tres-cuatro años y el otro sobre siete. Ambos padres sacaron los móviles, se los dieron y, evidentemente, esos niños no existieron. Tú veías mi mesa y era un dolor de cabeza, mientras aquellos niños estaban completamente hipnotizados. Por eso te digo que no se toma conciencia del daño que se está haciendo», relata el investigador, que incluso percibe los efectos en el aula. «Nos han empezado a llegar los primeros centenials, los más jóvenes, que no son capaces de leer un texto completo y que les genera muchísima ansiedad que uno les mande revisar determinadas cosas», asegura.

«El nivel de conciencia es bajo y se convierte a veces en una forma de alarmismo, pero no está acompañado de las acciones que desde el punto de vista de la sensatez y el trabajo hay que hacer en diferentes áreas», denuncia Antonio Rial Boubeta, profesor de Ciencias del Comportamiento de la USC, para quien el trabajo de Qustodio es «muy limitado», pero viene a corroborar tendencias de otros estudios bastante más completos. Constata que «los padres son más conscientes, se preocupan más, pero eso no significa necesariamente que hagan mejor las cosas. Culpan a la excesiva digitalización de las aulas, en lo que «quizás lleven razón» cuando para el doctor en Psicología el grueso del problema «se tiene que resolver en el ámbito de la familia» y la magnitud del desafío exige una implicación transversal.

«Hay mucho que concienciar»

Su colega de la Universidad Camilo José Cela, Ruth Pilar Castillo Gualda, experta en inteligencia emocional y desarrollo infanto-juvenil, también percibe esa preocupación creciente pero incide en que «hay mucho que concienciar, mucho que responsabilizar y mucho también que regular porque es una responsabilidad compartida de muchos estamentos».

Castillo, también doctora en Psicología, llevó a cabo recientemente un estudio en colaboración con la aseguradora Linea Directa en el que detectaron que «uno de cada cuatro adolescentes de la generación Z pasa más de ocho horas al día conectado en su teléfono móvil». Unas prácticas con las que «obviamente se les está robando tiempo a otras cosas: bien a las tareas, al sueño o al ocio», para acabar en «problemas de ansiedad y depresión».

Ni siquiera el tiempo perdido es lo fundamental. Para Rocío Fernández-Durán, coordinadora de la red de colegios RC España, «no hay que demonizar la tecnología», pero «los niños deben reencontrarse con el aburrimiento». Una forma de empezar podría ser aparcar los teléfonos en un lugar de la casa, aunque la clave está en que los padres «sean un ejemplo para sus hijos cuando utilicen el móvil».

La «alfabetización» tecnológica y el retraso en la edad de acceso al móvil resultan claves 

Para Pavel Sidorenko hay cuatro actores fundamentales en todo este fenómeno: «el Estado, la academia, las organizaciones y las familias». Y la receta es la misma para todos ellos: «alfabetización digital», porque «conforme se van dando los cambios asociados a la tecnología, que cada vez son más rápidos, hay que explicar a todos los niveles cuáles son las virtudes y al mismo tiempo los retos y los desafíos». Es más, el profesor interpela directamente a los padres: «Si tú dentro de tu casa ves que estás limitado para comprender lo que hace tu hijo tienes que buscarla. Y para buscarla tiene que haber quien te la ofrezca, a todos los niveles, desde los más especializados a los más divulgativos».

Rial Boubeta, que lleva un cuarto de siglo investigando y enseñando sobre esta materia, propone una batería de medidas que pasan por «el acompañamiento, la supervisión y poner normas y límites». Pero para él hay un verbo fundamental que es «retardar». «Aunque los expertos están proponiendo ya de una manera muy clara los 16, yo me conformaría con que fuese a las 14, porque el móvil cuando llega viene con todo, full equip, con tarifa plana de internet y tope de gama, que no lo tienen ni la mamá ni la abuela. Entonces, si conseguimos retardar mejor, porque el riesgo es infinitamente mayor con 10 años que con 14», destaca el profesor de la USC.

«Higiene del sueño»

Para Boubeta hay otra cuestión importante que tiene que ver con el tiempo, porque que un adolescente posea un móvil «no significa que tenga que tenerlo todos los días, ni estar con él a todas horas». Por eso propone lo que denomina «higiene digital» y «higiene del sueño, que se la está cargando la tecnología». Esto implica que «tiene que haber espacios valientemente y decididamente libres de tecnología». El dormitorio y la mesa a la hora de comer a su juicio deberían estar despojados de estos dispositivos.

«Yo creo que las regulaciones que se están haciendo en los contextos educativos, son muy importantes. Por un lado conciencian y por el otro denotan que hay que controlar en muchas ocasiones el impacto que esto puede llegar a tener», apunta Castillo Gualda que, «también como madre», se ha dado cuenta de que «no partimos de una historia de aprendizaje y experiencia» y, por tanto, hay que construir ese conocimiento para «ponerle freno» a este problema.