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Uno de los (muchos) peligros del scroll infinito es tropezarse en cualquier vídeo que parece banal y acabar cayendo por una madriguera a un universo hasta ese momento desconocido. Revisitar viejas series (y películas) tiene el conocido peligro de descubrir que han envejecido mal o muy mal, hasta el punto de provocar prácticamente la misma vergüenza que aquel outfit de hace veinte años que parecía edgy y sofisticado y con la luz del presente se queda en horterada con pretensiones.
Cuatro amigas corretean por Manhattan haciendo sonar sus tacones de aguja en una serie que sublima los años ¿felices? del cambio de milenio, una oda a la amistad sin juicios, a la sororidad, al apoyo mutuo. A la familia, que a veces sí se elige. Y de pronto, el barniz de perfección empieza a resquebrajarse un poco y en una labor de restauración involuntaria, aparecen las grietas. Carrie Bradshaw, el modelo aspiracional de tantas, incluso bien entrado el milenio, seguramente hoy en día, se descubre como una persona disfuncional, con graves carencias emocionales y que ni siquiera es una buena amiga. Tiene apoyo infinito cada vez que aparece un problema en el horizonte. Es incapaz de abstraerse de sí misma cuando otra está en apuros. Y tal que así, se ha perdido la chispa. Ella es la amiga que nunca quisiste.