Fernando Simón revela cuál fue para él el momento más duro de la pandemia de covid: «Empecé a planteármelo todo, a dudar»

SOCIEDAD

La cara visible de la gestión del coronavirus ha hablado sobre las presiones políticas, se ha reencontrado con Illa y ha recordado la propuesta de confinamiento a Sánchez: «Pensaba: "Si toma la decisión, ole sus cojones"»
17 feb 2025 . Actualizado a las 17:08 h.Han pasado ya tres años y medio desde que Fernando Simón fuera la cara que más veían los españoles, casi a diario, informando incansablemente durante los peores momentos de la pandemia de coronavirus. Su última rueda de prensa como portavoz la dio el 12 de julio del 2021. Y ahora ha vuelto a dar la cara de nuevo en Lo de Évole, en La Sexta, tras estar «unos meses de baja por un problema de salud», para recordar los pormenores de ese delicado momento. Se ha explayado sobre la «cara fea de la política», sobre las «flagrantes mentiras» de las que fue testigo, de acuerdos a los que se llegaban en una sala y que se rompían nada más cruzar la puerta, sobre los intentos de dirigir su discurso, de medios de propaganda que solo buscaban generar malestar, de las decisiones imprudentes que causaron más mal que bien y del momento más duro que le tocó vivir. «El peor fue cuando llegamos a los mil muertos al día», ha confesado. El instante en el que, tras todas las medidas implementadas, llegó a dudar de todo. A plantearse si estaban tomando las decisiones adecuadas.
Pero también de las puertas que se le han abierto y que, a pesar de todo, ha decidido no tomar. Descartó y descarta de cara al futuro —«aunque nunca digas de este agua no beberé», apunta con la cautela que le caracteriza— entrar en política. Y no porque no haya habido insinuaciones al respecto. Las hubo, aunque niega, como algunas informaciones deslizaron, que hubiese una propuesta firme. Ni para ser candidato socialista a la Comunidad de Madrid ni como ministro.
Quien sí se fijó en él fue la televisión. No desvela el nombre del concurso, pero da pistas. «Un programa de televisión de prime time al que me pidieron que fuera a cantar», dice entre risas, aludiendo a su afonía crónica. Y también ha habido quien la ha pedido que ejerza como maestro de ceremonias para una boda. Pero nada de eso es lo suyo.
Fernando Simón, director del CCAES, decidió ser portavoz del Gobierno en la pandemia no porque lo suyo fuera la comunicación. Bien claro se lo deja a Jordi Évole. Fue, más que nada, porque era lo que tocaba. «Soy epidemiólogo, y en mi área en concreto, nunca quieres que haya una pandemia, pero te formas por si ese momento llega», recalca. Por eso no era lógico dar un paso atrás en ese momento. Incluso sabiendo que iba a salir trasquilado en el proceso. «Si llega una pandemia y te apartas, ¿qué sentido tiene tu profesión?», se pregunta.
La voluntad de servicio público está en su forma de ver las cosas desde siempre. Ya al empezar su carrera laboral, hizo oídos sordos a los deseos de su padre, el psiquiatra Antonio Simón, que le pedía formarse en esa misma rama para heredar su consulta privada. Simón se fue, en cambio, hacia el sistema de salud pública. No sabe qué habría pasado en otro país. Pero el sistema sanitario español justifica su vocación aquí. «Quiero que sea cada vez mejor, no cada vez más débil para potenciar intereses industriales, económicos o empresariales por encima del sanitario», defiende sobre las virtudes probadas de una estructura que prioriza «al 100 % la atención sanitaria» independientemente «de quién eres, qué ganas, a qué te dedicas e incluso si no tienes la nacionalidad pero vives aquí». «Esas características me quitan las ganas de trabajar en lo privado», explica. Y defiende la inversión, asegurando que es un sistema sostenible. «Si votamos a alguien que quiere invertir, tendremos un buen sistema sanitario; si votamos a alguien que no quiere invertir, tendremos un mal sistema sanitario. Es así de fácil», argumenta.
Reconoce, eso sí, que su padre recogió cable con el tiempo. Su hijo le derribó algunos de los mitos de entonces. Porque vio que con la pública también se podía vivir cómodamente, y también por la labor incansable y determinada de su vástago. «Estoy orgulloso del trabajo que haces», le acabó reconociendo tras su gestión.
Y no fue fácil. Primero ya le había tocado ser la cara visible de la crisis del ébola, cuando gobernaba el PP. Luego, con el gobierno socialista, le tocó la del coronavirus, que hizo que el otro se quedase casi en anécdota. En ambos casos hubo intentos de injerencia política. A ambos les vino a decir lo mismo. «Si me habéis elegido a mí para que hable, dejadme que hable yo. Si quieres hablar tú, habla tú».
Se lo dijo a los responsables del equipo de Mariano Rajoy y se lo dijo también a Iván Redondo, director del gabinete de Presidencia, antes de llegar a la primera rueda de prensa en la que se convertía en la cara visible de la gestión de la pandemia. Cuando llegó, el asesor se le acercó y le dijo: «Vamos a ver cómo comunicamos esto». Simón, según le cuenta a Évole, lo frenó en seco. «Iván, tengo mucho trabajo, diré lo que tenga que decir y no diré lo que no tenga que decir. No voy a decir lo que tú me digas». Y hasta ahí. Con el tiempo, Redondo, al parecer, le dijo: «Como no lo haces mal, no me preocupa».
Pero eso no lo hizo librarse de barro sucio de la política. De peleas que a él y a su equipo, como técnicos, no les concernían, pero les afectaban. «Me parece injusto, inapropiado y mezquino el utilizar esas estrategias en gente que no sabe ni puede ni tiene medios para defenderse», denuncia, «porque los técnicos no tenemos abogados». Le han llegado a demandar por el cierre de un restaurante, aunque la cosa no fue a más porque el demandante no acudió a la vista previa. Y critica que muchos medios de propaganda lo usaban a él y a sus compañeros «para generar malestar contra los técnicos». Eso era lo que más le molestaba.
Hubo un político que, en su opinión, se libra de estas críticas que vierte contra otros: Salvador Illa, que le hizo una visita sorpresa en la entrevista con Évole. «Esto ha sido una trampa», se quejó en broma Simón antes de darle un emocionado abrazo. Y junto al exministro de Sanidad, recuerda el endiablado volumen del trabajo y el impacto del estrés, tan grandes y tan largos —«No fue un año, fueron dos o tres», apunta— que todo sucedía a velocidad de vértigo. No daba tiempo ni a gestionar las emociones ni a reaccionar. «Pero sí que recuerdo cuatro o cinco situaciones muy emotivas, incluso llorando», rememora, «aunque sentía la responsabilidad de estar yo ahí para otros».
Es crítico también con las decisiones de su departamento. No sobre el confinamiento. Recuerdan él e Illa el momento en el que le comunicaron su necesidad a Pedro Sánchez. Era una determinación insólita, que no se había tomado nunca, de un impacto brutal. «Yo pensaba: "Si la toma, ole sus cojones"», confiesa Simón. Lo hizo. «Es un hombre prociencia y previsible», argumenta Illa sobre el presidente del Gobierno. Lo que sí lamenta Simón es que esa medida no durase diez días más. «Todo habría ido mejor, habría tenido un mejor impacto sanitario», considera.
Y se muestra especialmente disconforme con las medidas tomadas por algunas comunidades. Por ejemplo, la decisión anticipada de la Comunidad de Madrid de cerrar el sistema educativo, lo que provocó que muchos estudiantes se repartiesen de golpe por toda España. «Si hubiera dado un poco de margen, otras comunidades se podían haber preparado para responder», cree. También lamenta la decisión de Cataluña de duplicar el sistema de vigilancia epidemiológica, que generó a su equipo «problemas importantes».
Y, por supuesto, el drama de las residencias, a lo que Évole aprovechó para dar voz en boca de familiares de los fallecidos. Eso que acabó provocando un lamentable exabrupto por parte del jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, del que tuvo que retractarse horas después.
Los protocolos sanitarios de la Comunidad de Madrid, basados en la situación cognitiva de los pacientes, fueron en su opinión un grave error «difícil de entender». Y que provocó la «mortalidad desproporcionada» en la región especialmente en el primer año de pandemia. «Esas decisiones de no trasladarlos tendrían que haber sido tomadas paciente a paciente», dice.