La hija de Gisèle Pelicot narra el infierno de su madre: «Mi padre era quien grababa y dirigía los actos sexuales»

G.V. REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Caroline Darian, durante el juicio
Caroline Darian, durante el juicio GUILLAUME HORCAJUELO | EFE

Tras la condena de Dominique Pelicot y otros 50 hombres por drogar y violar a su madre durante una década, Caroline Darian revive el caso en un documental que acaba de estrenar Movistar +, en el que se da voz a otras víctimas de la sumisión química

04 mar 2025 . Actualizado a las 14:35 h.

Es el relato más duro de su vida, el que comienza mucho antes de septiembre del 2024 cuando empezó el juicio del caso Pelicot. Caroline Darian, hija de Gisèle Pelicot, pone voz a la historia de su madre en un documental que acaba de estrenar Movistar +. «Soy la hija de la víctima, pero también, y esto es mucho peor, la hija del verdugo», dice presentándose. «La historia de nuestra familia supera todo lo imaginable, pero no tenía ni idea de que daría la vuelta al mundo», expone la joven, que ya había contado anteriormente su historia en el libro Y dejé de llamarte papá, que publicaba en España Seix Barral el pasado mes de enero. 

Este documental, narrado por la propia Caroline Darian, que desde hace años encabeza una lucha colectiva, sensibilizando a la opinión pública sobre la sumisión química, sigue todo el proceso del juicio y la enfrenta a sus propios miedos. 

«No imaginaba que mi madre se convertiría en un icono», dice sobre el fenómeno social bajo el grito: «Que la vergüenza cambie de bando».

Darian dice que años antes se sintió sola en su reivindicación, en la que ahora la acompañan varias víctimas de la sumisión química. «Es la última fase de la dominación masculina», explica mientras se van entremezclando diferentes relatos. 

El caso Pelicot llegó a su punto final el pasado mes de enero con una rotunda sentencia. Dominique Pelicot, exmarido de la víctima, y otros 50 acusados de drogarla y violarla durante casi una década fueron declarados culpables. El principal acusado fue considerado responsable de todos los cargos que se le imputaban, tanto de violación agravada —haber sedado, agredido sexualmente y ofrecido a su mujer a decenas de desconocidos— como de la captura de imágenes íntimas de su hija. Una pena máxima de 20 años de prisión y otras muy inferiores de las solicitadas para el resto de acusados.

El proceso 

Durante el proceso, en la que la propia víctima estuvo presente, mirando siempre a la cara a sus agresores, el arrojo de Giséle Pelicot se convirtió en un fenómeno social. 

«Cuando vi a mi padre en el banquillo de los acusados quería que supiera que no podía volver a manipularme. Sabía quién era y lo que había hecho», dice firme Caroline, mientras recuerda que la familia estaba a apenas un metro de los agresores de Giséle en aquella sala de vistas. La propia víctima estaba compartiendo espacio. «No estaban incómodos. La miraban, la desafiaban y la menospreciaban... pero mi madre no bajó la mirada», cuenta. 

Ahora, Caroline Darian echa mano de esta terrible historia para contar la experiencia de su familia, pero también el de otras víctimas de la sumisión química. Caroline explica como, tras cuatro años fuera de sus vidas, el comienzo del juicio supuso volver a verse cara a cara con su padre. «El primer intercambio de miradas fue intenso. Yo sentí vergüenza, pero sobre todo rabia por la situación. Nuestra vida había dado un vuelco», explica antes de retroceder al 2020, cuando se descubrieron las agresiones que había sufrido su madre durante casi diez años. Fue su propia madre quien la llamó y le pidió que fuese «fuerte y valiente». ¿El motivo? Gisèle le relataba cómo había pasado aquel día en la comisaría. «Me he enterado de que tu padre me droga desde hace años para que me violen otros hombres», reproduce el recuerdo entre lágrimas. 

Caroline Darian, junto a su madre Gisèle Pelicot, durante el juicio
Caroline Darian, junto a su madre Gisèle Pelicot, durante el juicio GUILLAUME HORCAJUELO | EFE

Su vida cambió aquel día. También la de sus dos hermanos y, por supuesto la de su madre. Estaban ante un terror real, que se había visto desvelado por una casualidad. Todo el entramado de su padre saltó por los aires cuando fue sorprendido grabando bajo las faldas de varias mujeres en un supermercado. Tras esos hechos, la policía se llevó todo el material informático y de vídeo de Dominique Pelicot, dando así con un auténtico verdugo. «Encontraron los vídeos de mi madre en los que estaba totalmente inerte mientras aquellos hombres abusaban de ella delante de su marido».

Ese material fue clave para poder identificar a 72 agresores. 50 de ellos fueron encontrados y juzgados. «Los agresores de mi madre tenían 23, 25, 30, 32 y hasta 70 años en el momento de los hechos», describe. Incluso detalla que uno de los agresores de su madre vivía a apenas dos calles de la casa familiar. Para ella, es un retrato de la sociedad francesa. Hombres «integrados en la sociedad, la mayoría con trabajo e incluso responsabilidades: familia y algunos hijos pequeños», explica en este viaje por el caso. «Era gente que parecía no haber roto un plato en su vida», narra pegada a un micrófono con su propia voz. 

Caroline Darian, de 46 años, se ha convertido así en una de las grandes voces de este caso, sumándose a la lucha contra la sumisión química que van ilustrando diferentes voces. «Mi madre no tenía ni un solo recuerdo. Estaba todo organizado para que ella no se enterara. Mi padre utilizaba una web de citas donde colgaba fotos y vídeos de mi madre para atraer a sus cómplices». 

La hija de Gisèle narra cómo los agresores aparcaban cerca de la casa familiar para llegar a pie, siempre bajo las órdenes que les daba su padre, que incluso hacía que sus cómplices se desnudasen antes de entrar en el dormitorio. «Tenían que lavarse las manos con agua caliente para asegurarse de que no estuviesen demasiado frías para no despertar a mi madre. Durante los actos era quien grababa, el que dirigía los actos sexuales», dice con enorme entereza en un relato que corta la respiración y que se desgranó durante el juicio. «A veces aquello duraba más de seis horas».

Inconsciente

Dominique Pelicot drogaba a su propia esposa con fármacos. Se los administraba en la bebida o la comida. «Perdía el conocimiento y no podía sentir nada». Así, Gisèle Pelicot tampoco tenía secuelas porque todos los músculos estaban relajados. «Es el mismo principio que el de la anestesia general».

Darian pone el modus operandi de estos agresores y cómo normalmente consiguen esos fármacos, como somníferos o ansiolíticos, en el botiquín de sus propias casas. La pérdida de conocimiento puede ser de varias horas. «Hacia el 2015 noté que mi madre estaba muy cansada. Por teléfono se comportaba de forma extraña y empezamos a preocuparnos». Y es que la familia llegó a considera que Gisèle podía tener principios de alzhéimer debido a sus frecuentes lagunas. En realidad eran los efectos de los fármacos que, administrados en grandes dosis, pusieron en serio riesgo su vida.

Bajo este cruel protocolo, y entre el 2011 y el 2020, su madre sufrió más de 200 violaciones. Una historia terrible en forma de documental que busca concienciar tras el camino empezado por el mediático caso que conmocionó a Francia y al mundo. «Muchas víctimas no denuncian. Algunas por vergüenza y otras porque la amnesia se lo impide», remarca Caroline Darian sobre un fenómeno que considera «masivo» en los últimos años. Para ello, echa mano de diferentes sucesos que tuvieron lugar en su país. Unas agresiones y una conciencia que tienen ya un antes y un después tras el coraje de una mujer valiente llamada Gisèle Pelicot.