Algoritmos verdes frente al consumo invisible de la inteligencia artificial
SOCIEDAD

«Son ordenadores que están enchufados y tienen consumo de energía, como cualquier electrodoméstico», afirma Verónica Bolón, directora de la Cátedra Inditex - UDC que trabaja sobre su desarrollo
15 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Hay que pensar que los modelos de inteligencia artificial son ordenadores que están enchufados y tienen consumo de energía, como cualquier electrodoméstico de nuestras casas». Así define Verónica Bolón, directora de la Cátedra Inditex - UDC sobre la IA en algoritmos verdes, el consumo invisible que provoca el uso de la inteligencia artificial. La ingeniera informática participó en un seminario del Programa Nacional de Algoritmos Verdes (PNAV) sobre sus implicaciones sociales y jurídicas.
«La diferencia con nuestros electrodomésticos es que estos tienen unas etiquetas que nos dan una idea de su consumo energético y su impacto medioambiental», añadió Bolón. Precisamente que los datos reales sobre el consumo de estos superordenadores no se conozcan exactamente es uno de los grandes problemas a los que se refiere el catedrático de Derecho Administrativo de la Universidade da Coruña (UDC) Francisco Javier Sanz Larruga.
La inteligencia artificial provoca un gran consumo de energía, derivado de dos actividades en torno a estos modelos, su entrenamiento previo a su lanzamiento y su uso posterior. La Universidad de Stanford estimó que el entrenamiento de Chat GPT produjo 502 toneladas de dióxido de carbono equivalentes —unidad de medida de la huella de carbono que provocan los procesos industriales—. Además, su uso produciría entre 23 kilogramos y las 3,8 toneladas de dióxido de carbono equivalentes cada día, según las estimaciones de varios estudios que recoge la Fundación ‘’la Caixa’’.
El trabajo del PNAV, programa del Ministerio para la Transformación Digital, recoge la preocupación de muchos expertos por reducir la huella de carbono de los procesos informáticos —como en este caso, los modelos de IA— a través del desarrollo de algoritmos verdes, un método de programación que busca crear soluciones más sostenibles. «Los primeros modelos de GPT (los que generan texto y otros contenidos) comenzaron en el 2017, pero no fue hasta 2022 cuando se pusieron unos guardarraíles que permitieron que fuesen útiles a las personas. Ahora lo que buscamos es que se alineen con los objetivos sociales y jurídicos que buscan nuestras sociedades», afirmó Alberto Rodríguez, técnico del proyecto.
Convergencia entre el desarrollo de la IA y la sostenibilidad
Sanz Larruga clamó por la «necesidad de una convergencia real entre la transformación digital y la sostenibilidad ambiental, para que se enriquezcan mutuamente». Sin embargo, también explicó que el desarrollo de una regulación al respecto tiene que ser prudente, ya que «debe haber un equilibrio entre la sostenibilidad y la competitividad industrial y económica».
El catedrático en Derecho Administrativo señala que la Unión Europea está realizando una gran aportación a nivel jurídico para regular la aplicación de la IA con concienciación medioambiental, pero que esta «debe aplicarse con responsabilidad» y «promoverse una razonable auto-regulación y una co-regulación que subraye la importancia de la colaboración pública y privada en el desarrollo de algoritmos verdes».
El PNAV trabaja en cuatro líneas de investigación. La principal es conseguir que los algoritmos de inteligencia artificial sean más eficientes, tal y como incide Verónica Bolón. Además, estudia la aplicación de estos algoritmos a la resolución de problemas relacionados con el medio ambiente y el desarrollo de robótica sostenible. Y, de forma transversal, analiza sus implicaciones éticas, sociales, económicas y jurídicas.
Concienciación de la sociedad
Verónica Bolón destaca la necesidad de que la población sea realmente consciente de la huella de carbono que provocan los modelos de inteligencia artificial. La experta pone de ejemplo la reciente moda de modificar imágenes para que simulen paneles de manga al estilo del Estudio Ghibli, a través de lo cual «Chat GPT sumó un millón de usuarios en horas». Sobre lo que citó a Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, cuando dijo que los ordenadores de su compañía se estaban derritiendo debido a la cantidad de computación que estaban realizando. Una cuestión debida a la cual también hay que tener en cuenta el consumo de agua necesaria para la refrigeración de los equipos.
Según la profesora de Psicología de la UDC Adina Dumitru, miembro del Comité Científico de la Agencia Europa del Medioambiente, en cuestiones medioambientales, «las medidas más proclives a ser aceptadas por la población tienden a ser las de medio o bajo impacto, como evitar el desperdicio de alimentos en el hogar o instalar iluminación eficiente».
«Una de las preguntas que recibimos siempre es si realmente estamos echando la culpa al individuo. Y nada más lejos de la realidad, porque sabemos que el comportamiento está sometido a muchas influencias estructurales, que son sistémicas. No obstante, parte de la responsabilidad también recae sobre la motivación individual para el cambio de comportamiento», afirmó la psicóloga.
Dumitru afirma que otras opciones como adoptar una dieta vegana, reducir el uso de productos de origen animal en la dieta o compartir aparatos domésticos con otros hogares son opciones que los españoles, a través de datos obtenidos en diversos talleres de pensamiento ciudadano que su equipo realizó con una muestra significativa, son «menos aceptadas y factibles».
Sin embargo, la psicóloga señala que las estructuras económicas, políticas, sociales y tecnológicas de un país o comunidad son claves para producir un cambio real en cada individuo. Estos factores puede facilitar la adopción de estilos de vida con bajo consumo energético, pero también actuar como barreras para que las personas los desarrollen. A través de un estudio concreto que se basó en la aceptación de supermanzanas en Barcelona —proyecto a través de cual se juntan varias manzanas con el objetivo de priorizar el uso de las calles por viandantes frente a los vehículos—, demostró que «las campañas de comunicación que abordan necesidades específicas tienen un gran resultado en lo relativo a la aceptación de medidas». En este caso concreto, las simulaciones mostraron como realizar campañas dirigidas a madres con hijos, y no solo de forma general a toda la población, la cantidad de personas a favor de este proyecto habría aumentado del 60 % real a casi el 80 %.
Con ello, Dumitru asegura que realizar campañas dirigidas a grupos de población específicos podría ayudar a «informar sobre la política pública y las medidas que se estén tomando, para quizá fomentar aceptabilidad de medidas que nos llevarían a cumplir ese objetivo de no superar el aumento de 1,5 grados de temperatura con respecto a la era preindustrial en el año 2100». Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la estimación es que en dicho año el incremento sea de 3,5 grados.