
Muchos no se conocen entre sí ni a sus colegas del Vaticano y algunos no hablan con soltura el italiano, el idioma que tendrán que usar entre todos
28 abr 2025 . Actualizado a las 09:12 h.Por lo que se ve estos días en las pocas calles que conforman el Vaticano, da la impresión de que a muchos de los cardenales que van a participar en el cónclave para la elección del nuevo papa, la Ciudad Eterna se les va a hacer realmente eterna, aunque sea en un sentido más prosaico. Inesperadamente, se han visto convertidos en celebrities a quienes persiguen con sus micrófonos y sus cámaras los periodistas que intentan, con poco éxito, que se les escape alguna pista sobre el sentido de su voto. Los cardenales no tienen más remedio que sufrirlo con paciencia, porque no parece posible que alguien vestido de rojo escarlata pueda pasar desapercibido en el país más pequeño del mundo. Pero observarlos tiene su interés, porque no todos parecen tomarse de la misma manera esta repentina notoriedad.
A algunos se les nota la práctica con los medios. Son los que residen habitualmente en el Vaticano y están acostumbrados a estas cosas. Se ve la desenvoltura de los cardenales italianos en particular, que se benefician del dominio de la lengua. Esto contrasta con los cardenales venidos de lejos, a los que se les nota incómodos, casi desconcertados ante las preguntas de los informadores. Se trata, en su mayor parte, de los cardenales nombrados durante el papado de Francisco, uno de cuyos puntos programáticos era este de abrir la cúpula vaticana a la periferia de la Iglesia. El problema es que, precisamente porque proceden de esa periferia, muchos de estos cardenales no se conocen entre sí ni a sus colegas del Vaticano, y algunos no hablan con soltura la lengua italiana, que es la que los cardenales utilizan preferentemente para comunicarse entre ellos.
Estos detalles, el de la lengua y, sobre todo, el de la falta de contacto directo con el resto del colegio cardenalicio, pueden acabar teniendo consecuencias en la elección del nuevo papa. Se ha insistido mucho en que este será el primer cónclave en el que los cardenales europeos no gozarán de mayoría absoluta, dando a entender que esto hace prácticamente inevitable que el nuevo papa acabe siendo un africano, un asiático u otro latinoamericano. Es probable que esa fuera la intención del difunto papa Francisco. Pero la falta de conocimiento directo de la mecánica vaticana por parte de los nuevos cardenales puede tener, paradójicamente, el efecto contrario. O no. También Bergoglio venía de la periferia. Fue un discurso de cinco minutos, pronunciado antes de entrar al cónclave, lo que atrajo la atención de los demás cardenales y le llevó al papado. Casi nadie lo había previsto. La vaticanología, junto con, en su día, la kremlinología, son las dos ciencias menos exactas del periodismo.
El cónclave no es un parlamento en el que distintas facciones intentan que se elija a su líder. Se parece más al modo en que un jurado delibera para llegar a un veredicto: mediante un intercambio de impresiones, e incluso inspiraciones repentinas. No hay bloques claramente definidos. Nada hace suponer que los cardenales periféricos vayan a votar en bloque, entre otras cosas porque entre ellos existen grandes diferencias. Tampoco que, aunque hayan sido elegidos por el papa Francisco, vayan a seguir su misma línea ideológica. Por ejemplo, dos de los cardenales africanos, el congolés Fridolin Ambongo y el guineano Robert Sarah, están entre los más conservadores de entre todos los potenciales candidatos a papa.
Como ocurrió con Francisco, mucho podría decidirse en las conversaciones informales que tienen entre sí los cardenales antes del cónclave, tan importantes como el cónclave en sí. Y esas conversaciones ya han comenzado. Empezaron al día siguiente de la muerte del papa. Por eso el orden de llegada de los cardenales cuenta, y también esto coloca en cierta inferioridad de condiciones a los que llegan de más lejos. Tendrán que ponerse al día rápido en los usos de los cardenales electores. Hay que decir que, ahora mismo, ocho cines en Roma proyectan la oscarizada película Cónclave, uno de ellos muy cerca del Vaticano. Pero quizás no sea la guía más adecuada.