La Iglesia opta por una continuidad con matices

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Eloisa Lopez | REUTERS

La elección del cardenal Prevost es una sorpresa que se ajusta al guion

09 may 2025 . Actualizado a las 17:19 h.

Digámoslo con una paradoja: la elección del cardenal Prevost como papa es una sorpresa que se ajusta al guion. El pronóstico decía que el favorito era el cardenal Parolin, pero solo si el cónclave era muy breve. No sabemos cómo han ido las votaciones, pero se puede conjeturar lo que ha ocurrido. Parolin debió de encontrarse pronto con su techo. Era algo que se consideraba posible. El cardenal italiano tenía el apoyo no demasiado entusiasta de los seguidores de Francisco, que le veían como su continuador más factible, pero existía la duda de si los conservadores le perdonarían su excesiva cercanía a Francisco y el concordato con China, del que fue el principal impulsor. Parece ser que no. Al no avanzar esta candidatura, se abrían otras posibilidades, pero estas tenían que ser necesariamente de consenso. Esto dejaba fuera a los candidatos de perfil más ideológico, como los cardenales Tagle, Zuppi (demasiado progresistas), Erdö o Ambongo (demasiado tradicionalistas). Se contaba en este caso con que los electores se decantarían por alguien menos conocido, pero moderado, con experiencia de gestión y cierto grado de conocimiento de la mecánica vaticana (las virtudes que se atribuían a Parolin).

El cardenal Prevost, considerado un progresista moderado, cumple todas esas condiciones, a las que añade otros atractivos en su currículum: experiencia misionera, conocimiento de lenguas o el no ser europeo. Su papel como prefecto del Dicasterio para los Obispos, donde participó en sus nombramientos, le habrá hecho familiar para muchos cardenales, además de que encaja con la «sinodalidad» que impulsa la Iglesia desde hace tiempo, y que significa un mayor protagonismo de los sínodos de obispos.

La prueba del nueve es la elección de nombre papal. León XIII fue el autor de la encíclica Rerum novarum, que sentó las bases de la llamada doctrina social de la Iglesia, y que supuso la incorporación de ideas modernas como los derechos de los trabajadores, pero de un modo ordenado y controlado. El nombre de León XIV estaría apuntando, por tanto, a la continuación del reformismo, pero de un modo menos estridente que el papa Francisco, cuyo discurso entusiasmaba a los grupos de cristianos de base, pero que a muchos otros fieles les resultaba excesivamente confuso y contradictorio.

Las elecciones papales tienden a reflejar el espíritu de cada momento histórico, y del mismo modo que Francisco fue elegido en la resaca de la crisis económica del 2008, León XIV parece reflejar el fin del ciclo ultraprogresista de la última década. Un viejo dicho romano asegura que «a un papa gordo le sigue un papa flaco». Como tantos chascarrillos, no es exacto: casi todos los papas de los últimos cien años han sido flacos. Pero sí es cierto el sentido de la frase: que la Iglesia católica tiende a buscar el equilibrio, y parece que esto es lo que han hecho los cardenales electores al decantarse por el cardenal Prevost: una continuidad con matices, un ligero golpe de timón.