León XIV pide una Iglesia unida en un mundo reconciliado: «Esta es la hora del amor»

Valentina Saini ROMA / E. LA VOZ

SOCIEDAD

El papa León XIV durante su llegada para presidir en la plaza de San Pedro la misa que da inicio al pontificado.
El papa León XIV durante su llegada para presidir en la plaza de San Pedro la misa que da inicio al pontificado. Darek Delmanowicz | Efe

El nuevo pontífice criticó el paradigma económico que «explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres»

19 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En la mañana de este domingo, por segunda vez en menos de un mes tras las exequias del papa Francisco el 26 de abril, Roma volvió a convertirse en caput mundi, la capital del mundo. La misa de inicio del pontificado de León XIV tuvo lugar en la explanada de la basílica de San Pedro, ante muchos de los hombres y mujeres más poderosos del mundo, 200 cardenales, más de 3.000 sacerdotes y diáconos, 38 delegaciones ecuménicas y, sobre todo, 200.000 fieles. La jornada comenzó a las nueve, cuando el pontífice realizó su primer recorrido en el papamóvil entre los asistentes y bendijo a algunos recién nacidos. Algunos gritaban «viva el papa», otros aplaudían o lo saludaban. «Ver al papa tan de cerca fue una emoción muy fuerte», dijeron varias personas a los medios italianos. Sin embargo, no todo el mundo estaba entusiasmado. Diez ciudadanos peruanos con pancartas contra su Gobierno fueron interceptados por la policía italiana en los controles, donde las fuerzas de seguridad confiscaron frascos metálicos, botellas de vidrio y otros objetos por motivos de seguridad.

La misa comenzó a las diez en el interior de la basílica vaticana. El primer papa estadounidense de la historia, sosteniendo la férula utilizada por Pablo VI, descendió con los patriarcas de las Iglesias orientales hasta la tumba de san Pedro, donde se detuvo en oración para ofrecer incienso, un gesto que subraya el profundo vínculo que existe, a pesar de haber transcurrido casi dos milenios, entre el apóstol y el nuevo pontífice, que, como obispo de Roma, es su sucesor.

En el atrio, frente a la plaza abarrotada, tuvo lugar la lectura del Evangelio, seguida de la entrega de las dos insignias episcopales tradicionales: el palio y el anillo del pescador. El primero es una vestidura litúrgica consistente en una banda de lana blanca decorada con seis cruces negras, que evocan las seis llagas de Cristo, y tres alfileres que simbolizan los tres clavos de la cruz. La lana proviene de dos corderos donados por los monjes de la abadía de Tre Fontane, a pocos kilómetros de Roma, y las monjas de la basílica de Santa Cecilia, en Trastévere, se encargan de tejerla y coserla para el pontífice. El palio representa el papel pastoral que el papa ejerce para los católicos de todo el mundo, y el anillo del pescador autentifica la fe y representa el hecho de que la autoridad del pontífice deriva del primatum Petri, el primado de Pedro.

León XIV recibió el palio de manos del cardenal Zenari, nuncio apostólico en Siria, y tras la oración del cardenal Besungu, arzobispo de Kinshasa, el cardenal Tagle le colocó el anillo del pescador en el dedo anular derecho.

El momento central de la misa fue la homilía de León XIV, que conmovió incluso a varios primeros ministros, reyes y reinas, algunas de ellas vestidas de blanco, un privilegio concedido a las soberanas católicas casadas con monarcas católicos. «Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios», afirmó humildemente el papa.

Tras recordar a Francisco, cuya muerte «ha llenado de tristeza nuestros corazones», León XIV destacó que, «si la piedra es Cristo, Pedro debe apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás». Siguiendo las huellas de su predecesor, lamentó: «En nuestro tiempo vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres». A continuación, lanzó un llamamiento a «construir un mundo nuevo donde reine la paz», un concepto que se erige como pilar de su pontificado. Al finalizar, antes de rezar el regina coeli, León XIV quiso recordar a «la atormentada Ucrania», la muerte de inocentes en Birmania y el sufrimiento en Gaza, donde «niños, familias y ancianos supervivientes se ven reducidos al hambre». Entonces pidió una Iglesia unida en un mundo reconciliado: «Esta es la hora del amor», proclamó.