Descubren una molécula en el intestino asociada con la aterosclerosis, causante de enfermedades cardiovasculares

C. P. S. MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

Operación de cirugía cardíaca en el Chuvi.
Operación de cirugía cardíaca en el Chuvi. GUSTAVO RIVAS

Aunque el control del colesterol, la hipertensión o el tabaquismo ayuda a su prevención, la detección temprana de la patología es imprescindible

16 jul 2025 . Actualizado a las 19:10 h.

Un equipo científico liderado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) ha identificado un metabolito —una sustancia producida durante el metabolismo— generado por bacterias intestinales. Se trata del propionato de imidazol (ImP), que se asocia a la aterosclerosis, un endurecimiento y estrechamiento de las arterias por inflamación y acumulación de grasa en la pared arterial.

Este descubrimiento podría facilitar el diagnóstico de la enfermedad y abrir nuevas vías de tratamiento para las dolencias cardiovasculares, que son la principal causa de muerte global y suelen originarse como consecuencia de la aterosclerosis. Y es que, aunque el control del colesterol, la hipertensión o el tabaquismo ayude a su prevención, la detección temprana de la patología es imprescindible.

El estudio, publicado en Nature, desvela que la presencia de este metabolito en sangre se relaciona con el desarrollo de aterosclerosis activa en personas aparentemente sanas. La investigadora del CNIC y primera autora del estudio, Annalaura Mastrangelo, ha detallado que este hallazgo supone una «gran ventaja» en el diagnóstico frente a las pruebas actuales, que requieren técnicas de imagen avanzada complejas y costosas que, de momento, no están cubiertas por el Sistema Nacional de Salud (SNS).

Nuevas vías terapéuticas

«Encontramos que no solo hay una asociación, sino que realmente hay una causalidad. Es decir, que este metabolito causa la enfermedad y, por tanto, si causa la enfermedad, se puede intervenir para poder hacer terapia», expone el jefe del Laboratorio de Inmunobiología del CNIC, David Sancho, también primer autor del estudio.

La investigación desvela asimismo que el propionato de imidazol activa el receptor imidazolínico de tipo 1 (I1R), lo cual genera un aumento de la inflamación sistémica que contribuye al desarrollo de la aterosclerosis. Todo ello supone la apertura a nuevas búsquedas de tratamientos personalizados para esta dolencia.

Y es que los investigadores han comprobado que el uso de bloqueantes del receptor I1R previene la inducción de aterosclerosis por ImP y reduce la progresión de aterosclerosis, tal y como se ha constatado en estudios con ratones donde se ha provocado la enfermedad mediante una dieta alta en colesterol. «Esto abre la posibilidad futura de un tratamiento combinado del bloqueo de I1R junto al bloqueo de la producción de colesterol para lograr un efecto que esperamos que sea sinérgico y que prevenga el desarrollo de aterosclerosis», declara Sancho.

Inicio de la investigación

El CNIC y el Banco Santander sellaron en el 2010 una alianza por 22 millones de euros para avanzar en la detección precoz de los infartos, ya que, según apuntaron en aquel momento, la batalla se gana desde la prevención. «Es un proyecto muy caro, pero paradójicamente barato, puesto que es un ejemplo económico de cómo atacando y previniendo la enfermedad se pueden reducir extraordinariamente los costes de la atención médica de las personas que han sufrido un ataque cardiovascular», destacó el día en que se presentó la alianza el director del CNIC, el cardiólogo Valentín Fuster.

En el estudio participaron de forma voluntaria unos 3.000 trabajadores del Banco Santander con edades comprendidas entre los 40 y 54 años, «cuando todavía no se había manifestado la enfermedad cardiovascular». Estos individuos se sometieron primero al reconocimiento médico general que realiza la entidad a sus empleados. Después, se les hizo un exhaustivo historial clínico sobre sus antecedentes familiares, estilo de vida o peso, además de análisis de sangre que incluyeron pruebas genéticas. Finalmente, se les sometió a una ecografía de las arterias carótidas, del corazón y del abdomen.

En el caso de aquellos participantes a los que se les descubrió alguna anomalía, se les practicaron pruebas de imagen más avanzadas (resonancia magnética y tomografía por emisión de positrones). Unos exámenes que se repitieron a los tres y seis años desde el inicio del estudio.