La edad de consumo de los primeros contenidos porno se precipita a los seis años

Julia Fernández MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

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Aunque la verificación de edad ha hecho caer las visitas a portales especializados, estas imágenes llegan a los menores por otras vías, como WhatsApp o X. Seis de cada diez chicos que admiten haber visto este tipo de vídeos confiesan que no los buscaban, que se los encontraron de forma fortuita

20 ago 2025 . Actualizado a las 11:06 h.

La exposición a contenidos pornográficos es una «epidemia» entre los menores de edad. Así la calificó hace unos meses el Gobierno de Pedro Sánchez, reflejando a la perfección lo que está ocurriendo. Autoridades de todo el mundo han tomado cartas en el asunto para intentar que los niños y adolescentes no tengan acceso a estas imágenes, pero no parece que nada funcione. Una investigación del Comisionado para la Infancia de Reino Unido acaba de revelar que el consumo de este tipo de material, fundamentalmente online, ha aumentado entre los menores británicos en solo dos años pese a la entrada en vigor de normas para protegerles.

El trabajo se basa en una encuesta que se hizo en el 2023, justo antes de que entrara en vigor la Ley de Seguridad en Línea, y en su repetición este pasado mayo. Participaron más de mil chicos de entre 16 y 21 años que respondieron exactamente a las mismas preguntas en ambas ocasiones. Y hay dos datos reveladores. El primero es la edad de acceso a estos contenidos, que ha bajado ostensiblemente. Según algunos de los encuestados, la primera vez que vieron porno tenían 6 años. En España, la edad más temprana está, de momento, en los 8.

Aunque es cierto que la media de edad a la que los niños ven por primera vez estas imágenes conscientemente está entre los 10 y los 13, este dato de la encuesta británica demuestra que los padres no pueden relajarse en ningún momento ni pensar que no hay peligro porque sus hijos no hayan llegado todavía a la adolescencia, al despertar hormonal. Esa barrera que pensamos que es la natural ha sido derribada, porque muchos se encuentran con estos contenidos de forma accidental.

El otro dato llamativo de la encuesta tiene que ver con los supuestos mecanismos de protección. En mayo, cuando se hizo la segunda ronda, siete de cada diez participantes afirmaron haber visto audiovisuales pornográficos antes de los 18. Dos años antes este porcentaje era seis puntos menor (un 64 %). De entonces a ahora, en el Reino Unido entró en vigor la ley de seguridad online, que obliga a los portales «con contenido pornográfico, violento, extremista o que incite a autolesiones» a que los usuarios demuestren su edad antes de acceder. A juzgar por los datos expuestos, sus efectos han sido limitados.

¿La razón? Que los jóvenes en general, no solo los británicos, no buscan porno en la red a través de portales concretos, sino que muchas veces les llegan en forma de vídeos, gifs o fotografías a sus móviles a través de servicios de mensajería como WhatsApp o les saltan en las redes sociales. X es, de hecho, la principal fuente de acceso a estos contenidos: ocho de cada diez encuestados admite que es ahí donde la consume, bien de forma deliberada o bien por accidente. El porcentaje de jóvenes que admite que han visto porno de forma fortuita ha pasado del 38 a un alarmante 59 %.

Actos violentos e ilegales

No obstante, sí es cierto que portales especializados como Pornhub han experimentado un descenso en el número de usuarios tras la activación de la ley y de protecciones adicionales. Según un estudio de la empresa de análisis de datos Similarweb, esta plataforma perdió más de un millón de visitantes en tan solo dos semanas.

Otro asunto importante es qué clase de contenidos porno consumen los menores. Y no son precisamente blandos, sino «violentos», reconoce Rachel de Souza, la comisionada para la Infancia en Reino Unido al diario The Guardian. Es decir, «representaciones de actos ilegales»: más de la mitad de los chavales habla de estrangulamientos; un 44 %, de sexo con personas dormidas; y un 36 %, de actos sin consentimiento por alguna de las partes. Y se repite la imagen: pocos de esos menores buscaba deliberadamente este tipo de contenidos, más bien les asaltaban mientras consumían redes sociales, lo que evidencia la necesidad de una vigilancia y una regulación más estricta de las nuevas herramientas de ocio para proteger a la infancia.