Lourdes Maldonado: «Cuando digo 'buenas tardes' siempre pienso en alguien a quien quiero»
SOCIEDAD

La periodista presentará desde septiembre los telediarios del fin de semana
30 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Periodista irunesa, hija y madre de Granada, Lourdes Maldonado cuenta con 30 años de carrera, la mayor parte desarrollada en televisión. Durante 17 años estuvo en los informativos de Antena 3 Noticias y en Telemadrid dirigió y presentó la primera edición del Telenoticias durante cuatro años. Probó el formato magacín en TVE con Hablando claro. Las dos últimas temporadas ha dirigido y presentado Las tardes de RNE y a partir de septiembre presentará, con Marc Sala, los telediarios de fin de semana en la 1 de TVE. Cercana y natural, se decanta por el periodismo de proximidad y quiere encontrar un espacio en el que relajar la tensión informativa diaria. Dice que está viviendo el verano de sus sueños.
—¿Se acuerda del día en que decidió ser periodista?
—No, la verdad es que no. Me enganché al periodismo a través de la radio, porque la escuchaba a todas horas, me acompañaba mucho y hacía volar mi imaginación de niña. Cuando tuve que pensar qué ser de mayor estuve entre periodista o profesora. Era una niña muy curiosa, siempre preguntándome todo. La tele se cruzó en mi camino, pero veintitantos años después la radio ha sido un descubrimiento. En el periodismo audiovisual encontré mi sello.
—¿Habladora ha sido siempre?
—Sí, soy muy expresiva y al final yo me he mirado un poco en periodistas cercanos, familiares... Me acuerdo que me gustaba Olga Viza, contar historias sencillas y cercanas. Intenté buscar mi estilo para estar cómoda aunque una nunca termina de estarlo... pero nos va la marcha y la adrenalina.
—Entonces, para usted, no hay una historia menor.
—Para nada. De hecho, después de Antena 3, inicié un proyecto muy bonito en Telemadrid porque consistía en despolitizar y acercar la televisión al ciudadano. Fue precioso, porque coincidió con la pandemia y con Filomena. Pudimos contar historias muy bonitas, de vecinos, más locales y maravillosas. Fue muy de servicio público, ya que al final he entendido que no es una frase hecha. Lo he experimentado también en RNE, al abrir los micros con la Dana.
—¿Qué tal el trato con la gente?
—La experiencia es un grado y la vergüenza la perdí hace mucho tiempo. Te das cuenta de que no hay mayor piropo que un saludo de alguien por la calle con familiaridad. Me han pasado cosas muy graciosas, porque en cuanto te quitas el maquillaje me han dicho: «Me suena tu cara, ¿eres la de la farmacia? ¿Eres la del súper?». Y digo no, pero me encanta, porque entras en su casa, le cuentas las noticias. En la radio esa relación con el oyente, sin verlo, también es muy especial. En el apagón nos tocó estar como ocho horas ininterrumpidas.
—¿Qué tiene la tele de mentira y de verdad?
—La radio es todo verdad porque al final no hay trampa ni cartón. La tele tiene más artificio. Pero al final intento ser yo misma. La tele tiene corsés como la imagen, la presencia, los gestos. Soy una persona que gesticula mucho, que utilizo todo el cuerpo para expresarme, entonces ahora tengo que moderarme un poco [risas]. Me decía el otro día mi jefe: «Oye, sabes que en la tele no te vas a poder reír como te ríes en la radio que es ja ja ja ja [hace sonido de carcajada]».
—¿Cómo se compagina trabajar los fines de semana con la vida familiar?
—Ahora mismo volver al fin de semana no me hace el roto que me hizo con dos bebés y viviendo entre Madrid y Granada. Ahora te pilla con niños adolescentes que tienen muchos planes, amigos, estudios y además mi marido —también periodista— tiene libertad para librar.
—Ese orgullo de la familia por la profesión siempre está.
—Mi familia es mi apoyo más incondicional y más fiel. Siempre los he tenido a la escucha o detrás de la tele. Cuando me pongo delante de un micro, sé quién está detrás, sé que están ellos. Uno de los trucos cuando te enseñan a decir el «buenas tardes» para que suene natural, siempre es imaginarse una persona y yo me imagino siempre a alguien a quien quiero cuando miro al piloto rojo para que no quede tan frío.
—Siempre ha hecho directo.
—Sí, siempre. Hace veintitantos años cuando se cometía un error no pasaba nada, pero ahora te viralizas. En la radio puse un cartel que decía: «No somos cirujanos, no operamos a corazón abierto». ¿Qué es lo peor que puede pasar? Soy exigente, no me apetece hacer el ridículo, pero al final es inevitable y la naturalidad siempre triunfa. Odio equivocarme nada más empezar, pero hay que reconducirlo. Son cosas que llenan el anecdotario.