La música influye en la microbiota oral: así será el cuarto concierto Sensogenoma

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

El público de un concierto de Sensogenoma tomándose una muestra de saliva
El público de un concierto de Sensogenoma tomándose una muestra de saliva XOAN A. SOLER

El próximo 3 de octubre se celebrará una nueva edición de la cita científica y cultural, en la que ya pueden inscribirse los voluntarios para tomarse muestras

16 sep 2025 . Actualizado a las 17:04 h.

La música no solo es arte. También es biología. La frase de Federico Martinón resume perfectamente el proyecto Sensogenoma, una investigación pionera que desde el año 2022 busca responder a una pregunta: ¿tiene la música efectos a nivel molecular en las personas? Y efectivamente, los tiene.

Desde hace tres años, el equipo de investigación que se hizo esa pregunta sobre el poder de la música ha estado recopilando y analizando muestras de personas con diversas condiciones, como alzhéimer, deterioro cognitivo, daño cerebral y trastorno del espectro autista que han ido dado información valiosísima. La primera, que los estímulos musicales sí modifican la expresión génica. Y que en el caso de las personas enfermas, que esos cambios se dan en el doble de genes que en las que carecen de patologías conocidas y que parece que la música provoca cierto efecto corrector. Y ahora, también han descubierto que no solo modifica la expresión de genes, sino también el proteoma y la microbiota oral.

Los últimos estudios publicados por el equipo del IDIS, ubicado en el CHUS, han demostrado que los estímulos musicales influyen en la microbiota de la boca. «Igual que existen cambios en la manera en la que se expresan los genes y se producen proteínas tras el estímulo musical, vemos que la microbiota también se desplaza. Cambia porque sucede algo en ese ecosistema», explica Antonio Salas, uno de los responsables del proyecto.

«No sabemos bien el alcance y cómo la música realmente lo regula», admite Salas, pero este descubrimiento tiene el potencial de, quizá, abrir rutas nuevas para enfermedades muy prevalentes para los que no existe aún solución o tienen soluciones limitadas. 

Porque sí se ha detectado que hay bacterias patogénicas que se han desplazado tras el estímulo musical. Uno de esos patógenos presentes en la microbiota oral (la que he ha analizado a través de las muestras de saliva) tiene que ver con el deterioro cognitivo. Las porphyromonas gingivalis son capaces de colonizar la microbiota, producir enfermedades de las encías y finalmente atravesar la barrera hematoencefálica y llegar al cerebro, creando una proteína tóxica para las células nerviosas, con lo que «es un factor que participa de manera proactiva en el proceso neurodegenerativo».

También se ha detectado que una familia de bacterias relacionadas con la producción de ácido propiónico, que se ha relacionado con el trastorno del espectro autista. En este caso, tras el estímulo musical ese conjunto de microorganismos se expresa  la baja. 

«Imagina que podamos iluminar una vía terapéutica. Igual que se utilizan probióticos, prebióticos y simbióticos, imagina que pudiéramos saber exactamente qué hace el estímulo musical desplazando un ecosistema de microorganismos y utilizarlo de manera idealmente terapéutica». Tanto Salas como Martinón, sin embargo, matizan las expectativas: aún están empezando a comprender qué ocurre a nivel molecular ante estos estímulos musicales. Es un ámbito de investigación completamente novedoso. 

SANDRA ALONSO

«La música ya era buena antes de Sensogenoma», subraya Federico Martinón, también responsable de la investigación. Se puede usar sin dosis límite y sin efectos adversos, ya que su poder emocional y sus beneficios terapéuticos en determinadas patologías son conocidos desde hace tiempo. «Nosotros intentamos entenderlo mejor para usarlo de forma dirigida en según qué patologías, qué contextos e incluso, a partir de esas rutas moleculares reposicionar fármacos o generar posibilidades terapéuticas donde no las hay».

Pero no. La música no cura el alzhéimer. «Sabemos que hay un beneficio inmediato después de ir a un concierto, pero a partir de ahí no sabemos nada más», subraya Martinón. Por eso también se están haciendo estudios longitudinales mediante el proyecto Euterpe-adn, en los que no solo se investigan qué cambios inducen, sino cuánto perduran en el tiempo esos estímulos

Para seguir avanzando en el conocimiento de los cambios moleculares que induce la música, el próximo 3 de octubre se celebrará el cuarto concierto Sensogenoma con la Real Filharmonía de Galicia y la Banda Municipal de Música de Santiago y en el que volverán a tomarse muestras a los asistentes que se inscriban a través de la web del proyecto (sensogenomics.com) antes, durante el descanso y tras concierto. Se trata de muestras de sangre, saliva y lágrimas, así como datos fisiológicos obtenidos mediante sensores inalámbricos que registran actividad electrodérmica, ritmo cardíaco y presión arterial.

La cita será de nuevo en el Auditorio de Galicia y estará dividida en dos partes, una más tranquila y otra con un ritmo más alegre. El repertorio será secreto hasta el momento del concierto, y en él participarán personas con afecciones neurodegenerativas, trastorno del espectro autista y daño cerebral en colaboración con asociaciones como Dano cerebral Santiago de Compostela, AMES Miastenia, Aspanaes, Agadea y la Asociación Española de Paraparesia Espástica Familiar.

Además, este año se usarán mochilas vibratorias con usuarios de la Federación de Asociacións de Persoas Xordas de Galicia con el objetivo de hacer la experiencia lo más inclusiva posible, con lo que este año también habrá una única actuación para todo el público. Además se podrán adquirir entradas para el público general (sin toma de muestras) por 5 euros.