Las consecuencias de una sociedad «pornificada»: «Cada vez más jóvenes ven la prostitución como una forma de ocio»

Laura García del Valle
Laura G. del Valle A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

Profesionales que conviven con víctimas de trata en Galicia son tajantes: «Se ha normalizado el consumo de sexo de pago entre chicos de veinte años. Piensan en las mujeres como trozos de carne»

29 sep 2025 . Actualizado a las 12:43 h.

«Son trozos de carne. La mayoría de clientes las ven así. De hecho, algunos ni siquiera necesitan follar, les basta con sentir que son dueños de una mujer durante un rato». Es la síntesis de una hora y media de conversación con un policía que investiga delitos de trata. La Voz se cita con este profesional para intentar montar el complicadísimo puzle que es la prostitución en Galicia. En algunas piezas aparecen las chicas que ofrecen servicios sexuales porque quieren, y que claman contra una ley abolicionista que se presentará al Consejo de Ministros en las próximas semanas. En otras muchas están las mujeres y niñas que sufren explotación sexual gracias a unas redes perfectamente tejidas en connivencia con unos hombres cada vez más jóvenes.

Aunque el número de prostíbulos y clubes de alterne haya disminuido considerablemente en la comunidad gallega, la práctica de sexo a cambio de dinero no solo sigue siendo habitual, sino que preocupa y mucho a profesionales que llevan años atendiendo a prostitutas en situación de vulnerabilidad. Lo alerta este investigador, que será anónimo en el artículo para proteger su trabajo; y también una de profesional que convive a diario con víctimas de trata desde la asociación Ecos do Sur. Ambos expertos coinciden a la hora de alertar de una tendencia al alza que relacionan directamente con «la normalización del sexo de pago»: el consumo abusivo de porno por internet.

«La raíz del problema, en la actualidad, es que se ve la prostitución como una forma de ocio porque hemos pornificado nuestra realidad. Existen plataformas donde los jóvenes les piden consejo a los veteranos para que les digan a dónde acudir o cómo pagar menos por los servicios, o qué chicas permiten prácticas de riesgo». Lo cuenta esta técnica, que también colabora con las autoridades para detectar casos de trata, y añade: «Ahora muchos chavales pagan por sexo para dar rienda suelta a una imaginación que acaba en prácticas cada vez más violentas y agresivas. Este es el escenario de las nuevas masculinidades que estamos construyendo, y es muy peligroso».

El investigador, que trabaja sobre todo en A Coruña y su área de influencia, muestra la manera de proceder habitual de los clientes más jóvenes: «Se enteran por anuncios en páginas web o a través de foros. Ahí dejan reseñas explicando su experiencia con cada chica, como si fueran ganado, incluso hablan de que hay chicas que están paralizadas, que no se mueven, y eso a nosotros nos alerta porque claramente están haciendo algo contra su voluntad». El hecho de que, en la actualidad, a las prostitutas las vayan cambiando de domicilio casi a diario complica el rastreo por parte de la policía o las oenegés. También, como indican desde Ecos do Sur, «esta invisibilización se potencia porque casi ninguna de estas chicas está empadronada, parece que no existen y que carecen, entre otras cosas, de acceso a derechos básicos como una tarjeta sanitaria».

Por otro lado, la crisis inmobiliaria actual sacude especialmente a esas migrantes que se han visto obligadas a prostituirse. «Entre que hay una demanda altísima y que la gente tiene miedo a las okupaciones, nadie quiere alquilarles una vivienda. Así, acaban pagando más de 200 euros a la semana por un cuartucho insalubre en el que viven y a donde van los clientes. Imagínate la cantidad de trabajos que tienen que realizar para poder, simplemente, pagar el mes». Como detalla el policía, el boca a boca hace que cada vez más dueños de pisos conviertan sus inmuebles en una suerte de burdeles. «Miran hacia otro lado y ya está, como si no supieran lo que pasa en su vivienda, porque les compensa económicamente. Solo en la ciudad de A Coruña puede haber unos 50 pisos donde tenemos constancia de que se realizan estas prácticas».

Suelen ser mujeres de origen latinoamericano quienes sufren, principalmente, explotación sexual. «Vienen de países como Brasil, Paraguay o Colombia, pero Venezuela es la base del iceberg en Galicia. Vienen muchísimas chicas por la situación socioeconómica del país. Lo normal es que las capten mujeres que ya están ejerciendo la prostitución aquí, les venden un futuro mejor y se llevan un porcentaje si las convencen», relata el investigador.

Las dos fuentes consultadas confiesan que los procesos judiciales a los que se exponen las víctimas son tan complejos que, fundamentalmente, se enfocan en mostrarles sus derechos: «El objetivo es que conozcan el sistema del país al que acaban de llegar y que sean autónomas para tomar una decisión. Les explicamos lo que implica un proceso de denuncia, que existe un marco legal y jurídico, pero también que hay claroscuros alrededor de esta decisión. Lamentablemente estas mujeres corren riesgos», cuenta una de las voces consultadas.