Cuando Europa no estaba unida y cuando había muchos prejuicios entre los países que hoy la forman, a Sofia Corradi, jurista y pedagoga italiana, se le ocurrió una brillante idea: que los estudiantes se intercambiasen, viajasen y aprendiesen en una búsqueda de un conocimiento común. Corradi, que murió la semana pasada, fue una revolucionaria en un tiempo, 1987, en que en España había pesetas, no sabíamos lo que era internet y en algunas casas de Galicia aún no había llegado el teléfono. Pero de pronto sonó la palabra Erasmus y los universitarios de entonces empezaron a inquietarse con la posibilidad de vivir experiencias en otros países. Fue un bum que muchos recordamos con el cosquilleo incipiente de la novedad que se avecinaba. Desconocíamos todavía lo heroica que era la propuesta de Sofia Corradi y todo lo que suponía. Hoy, casi 40 años después, los chavales se van de Erasmus en otras condiciones y, por supuesto, dan por hecho un programa de intercambio que se ha abierto a otras modalidades, incluso dentro de nuestro propio país, con nuevas becas. Viajar y empaparse de otra realidad, como bien sabía la pedagoga italiana, es la base de la sabiduría que modifica para siempre la vida. La madre del Erasmus luchó por los sueños que otros cumplieron. En Europa estudiaron, crecieron, se enamoraron, se perdieron o se encontraron. Su legado es inmenso. A Sofia Corradi se lo debemos.