Tilly Norwood, la actriz generada por IA que ha desatado la ira de los profesionales de Hollywood

LA VOZ AGENCIAS

SOCIEDAD

Tilly Norwood, actriz generada por inteligencia artificial
Tilly Norwood, actriz generada por inteligencia artificial Reuters

Su creadora quiere que se convierta «en la próxima Scarlett Johansson o Natalie Portman» y fuerza el debate sobre la ética y la vanguardia

26 oct 2025 . Actualizado a las 20:12 h.

Tilly Norwood es una chica joven, de pelo castaño, cara pecosa, mirada brillante, rostro apacible y familiar, y viene dispuesta a comerse el mundo desde Londres. A punto de ser fichada por una agencia de talentos, la intérprete quiere ser «la próxima Natalie Portman o Scarlett Johansson». Lo que pasa es que Norwood no es real. A pesar de la naturalidad de su rostro o de sus movimientos en vídeo, esta actriz está generada completamente por inteligencia artificial.

Los actores y sindicatos de Hollywood ya han puesto el grito en el cielo por las ambiciones de esta intérprete artificial, o más bien de sus creadores, Xicoia, la división de IA de la productora Particle6, fundada por la holandesa Eline Van der Velden. Fue ella la que mostró su intención de que su creación sea la próxima gran estrella de Hollywood como heredera de las actrices más taquilleras del momento. Y además les ha dado a las empresas audiovisuales un reclamo a base de lo único que importa para muchos, el dinero. Asegura la empresa que el uso de su personaje reduciría los costes de producción en un 90 %. Además, no envejece ni enferma y tiene, aparentemente, el don de la inmortalidad.

Aunque hasta ahora solo ha actuado en pequeños clips de unos 30 segundos, la cosa se puso especialmente tensa en el Festival de Cine de Zúrich, donde se anunció que esta actriz estaba a punto de fichar por una conocida agencia de talentos. 

La reacción fue contundente por parte de los profesionales del sector. «Tilly Norwood no es una actriz, es un personaje generado por un programa informático que se entrenó con el trabajo de innumerables intérpretes profesionales, sin permiso ni compensación», ha denunciado en un duro comunicado el sindicato de actores SAG-AFTRA, que demanda que «la creatividad debe permanecer centrada en el ser humano» y se opone frontalmente a que se sustituyan a los intérpretes humanos con los sintéticos.

Además, ya lanzó una advertencia a las grandes productoras, sabiendo lo jugoso que es el uso de la pseudoactriz para sus películas: los estudios no pueden usar a estos «artistas sintéticos» sin cumplir con las obligaciones contractuales de «notificación y negociación».

Los actores se mantienen unidos en su oposición al uso de este tipo de desarrollos a través de IA como sustitutos de seres humanos reales en sus capacidades artísticas. Pero su creadora, Van der Velden, defiende que su proyecto «una obra creativa» y «no un sustituto de un ser humano». Lo compara, de hecho, con una herramienta, «un nuevo pincel», similar «a la animación».

El debate está servido. Especialmente por su dimensión ética, y en especial por el desconocimiento que existe acerca de cómo se entrena el modelo para producir las interpretaciones actorales de Norwood. Todd Bryant, profesor del programa de diseño y medios integrados de la Tandon School of Engineering de la Universidad de Nueva York, es consciente de ello, pero también cree que ignorar la inteligencia artificial será como «meter la cabeza en la tierra».

Para él, se abre con esto un mundo de posibilidades en los que podrían entrar los propios actores. En su opinión, se podría utilizar este tipo de tecnología como sustitución de la captura de movimiento, que se utiliza ya en muchas películas, en los que el intérprete real se cambia por un avatar virtual basándose en sus movimientos y expresiones.

Lo que ve difícil, por cómo está la tecnología en estos momentos, es que se pueda trasladar la química entre actores, y señala al fenómeno del «valle inquietante», un fenómeno que se produce cuanto más realistas son las réplicas virtuales a los seres humanos y que, paradójicamente, provoca rechazo en los observadores humanos.