HOLLYWOOD NO QUIERE ARTISTAS

La Voz

TELEVISIÓN

21 jun 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

El director norteamericano Sam Raimi debutó en 1982 con Pasión infernal . En su filmografía destacan dos tendencias claras: al lado de películas aparatosas, plagadas de efectos especiales y claras referencias extraídas del cómic, como Darkman (1990), aparecen otras como Un plan sencillo , todo concisión y sobriedad. Sus filmes siempre entretienen. De unos años a esta parte vive Hollywood de reciclar historias, mitos, personajes que han poblado el imaginario colectivo en épocas recientes. La falta de ideas para alumbrar nuevos proyectos, para definir senderos distintos a los ya trillados, por los que pueda discurrir un cine que no se quede simplemente en la mera ilustración en imágenes, manidas y requetevistas, de las mismas historias de siempre, ha encontrado ahora un poderoso y abundante filón en el cómic y sus derivados. Mientras llegan la Masa, Iron-Man, Daredevil y demás superhéroes que en los próximos años desembarcarán en las pantallas, nos vuelve a visitar el viejo conocido Spiderman , sin suerte en el cine: ninguno de los dos filmes anteriores, de infumable serie B, que había protagonizado merecían un recuerdo. Ha tenido que venir Sam Raimi para rodar una película buena, pero lejos de la verdadera dimensión de un superhéroe que aún podría dar mucho más de sí, seguramente, si al director le hubiesen dado mayor libertad. No hay en esta película ningún detalle que parezca corroborar que Raimi es hoy uno de los realizadores jóvenes norteamericanos más dotados de talento e imaginación, sobre todo, cuando se trata de recrear historias que combinan audazmente elementos surgidos de géneros dispares, desde el fantástico hasta el western. Esta vez, el director parece limitarse, sin más, a ilustrar un guión sencillo y bien estructurado, con un prólogo quizá demasiado largo, lo que en algunos momentos perjudica al buen ritmo general de la narración. No se complica la vida. Hollywood no quiere artistas, sólo artesanos, eficaces y sin personalidad. Aprendida la lección, Raimi rueda con pulcritud, deja que los actores hagan su trabajo, que en los casos de Tobey Maguire y Kirsten Dunst es excelente, y seguramente disfruta en estos momentos de la generosa paga. El público, mientras, pasa un buen rato. Pero los auténticos admiradores del genuino Spiderman seguramente esperaban más.